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Columna
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Se acabaron las vacaciones

Reducir desequilibrios sociales y presupuestarios convertiría las oportunidades de España en realidad

Raymond Torres

La recuperación que está experimentando la economía española no debe ocultar los importantes retos a los que se enfrenta en materia de empleo y de déficit público. El paro registrado aumentó en agosto como consecuencia de una importante caída en el número de afiliaciones a la Seguridad Social. Bien es cierto que, tradicionalmente, el final de la temporada estival coincide con la pérdida de empleo en sectores como la hostelería y el turismo, pero esta vez el deterioro ha sido algo más acusado que en años anteriores. Del lado positivo, los datos apuntan a una disminución en el paro juvenil y a una mejora en la cobertura de la prestación por desempleo.

Por otra parte, la evolución del déficit de las cuentas de las administraciones centrales no está facilitando el cumplimiento de los objetivos. El Estado acumuló hasta julio, un déficit de más de 29.000 millones de euros, por encima del registrado durante el mismo periodo del 2015. Este resultado es debido en parte a factores excepcionales —como por ejemplo, una importante transferencia a las CC AA— por lo que cabe esperar una mejora durante la segunda parte del año. No obstante, hay que resaltar la caída en la recaudación en materia de IRPF y, sobre todo, del impuesto de sociedades. Lo lógico hubiera sido un resultado inverso, es decir, un fuerte aumento en la recaudación, dado el buen momento que ha atravesado la economía estos últimos dos años. Sin duda, los recortes fiscales decididos el año pasado han influido en la recaudación.

La reducción de los desequilibrios laborales y fiscales requiere una pronta atención. Primero porque el crecimiento económico —todavía intenso— está dando señales de desaceleración, lo que podría provocar un menor dinamismo en la creación de empleo y un nuevo deterioro en las cuentas públicas. El contexto externo se ha deteriorado como consecuencia del frenazo experimentado por varias economías europeas como Francia e Italia, las dificultades en los países emergentes como Brasil y China, y las incertidumbres generadas por el Brexit; todo lo cual ha provocado que el FMI revise a la baja las perspectivas de crecimiento mundial.

La pensión media alcanza 1.044,9 euros

Como ya se ha apuntado en esta columna, el Fondo de Reserva de las pensiones se está agotando y es probable que desaparezca en los dos próximos años. Ello requiere de medidas para asegurar una financiación adecuada del sistema.

Sin embargo, los ajustes deberían tener en cuenta el nivel relativamente modesto de las pensiones. Según los últimos datos, la pensión media de jubilación se sitúa en poco más de mil euros mensuales. El incremento respecto al año pasado es del 2,09 por ciento, debido a que los nuevos pensionistas reciben una pensión por encima de la media. La pensión media del conjunto del sistema, que incluye jubilación, incapacidad permanente, viudedad, orfandad y a favor de familiares, es de 905,30 euros.

Por otra parte, el déficit en materia de empleo es más amplio de lo que sugiere la tasa de paro. Cerca del 35 por ciento de la población del núcleo central del mercado laboral (con edades comprendidas entre 20 y 64 años) carecen de empleo, ya sea porque están en el paro o en la “inactividad”. Si ese déficit de empleos se redujera a la mitad, para alcanzar la tasa de empleo conseguida por los países europeos más exitosos, desaparecería por completo el déficit de la Seguridad Social.

Para ello no basta con el crecimiento económico. Se necesitan medidas específicas como el fortalecimiento de las políticas activas del mercado de trabajo, nuevas iniciativas de conciliación entre vida familiar y profesional y un mayor apoyo al crecimiento empresarial. Además, con sólo un 7,2% de los contratos firmados de carácter indefinido, es evidente que persiste la dualidad que caracteriza al mercado laboral y que se requiere de una acción más contundente.

A mediados de octubre, los resultados en materia presupuestaria serán examinados por las autoridades europeas a la luz de los objetivos acordados recientemente. España se expone a una multa, a la congelación de fondos estructurales y a una reacción de los mercados financieros que podría reflejarse en la prima de riesgo. Con todo, la contención del déficit es factible, sobre todo teniendo en cuenta que la buena marcha de la economía permite generar más ingresos. Pero es urgente ponerse a la labor.

Lo peor del imbroglio político actual es que deja poco espacio para un debate sobre el futuro económico del país. Por fortuna, la economía española mantiene un tono positivo y crece el doble que el resto de países europeos. Además, dispone de importantes bazas, como unas empresas globalmente desendeudadas, un fuerte atractivo para la inversión internacional y una sociedad relativamente cohesionada pese a ocho años de crisis. La puesta en marcha de una estrategia de reducción de los desequilibrios sociales y presupuestarios ayudaría enormemente a convertir esas oportunidades en realidad. Hay que volver al trabajo.

Raymond Torres es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).  

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