Adquisiciones con gas
Todos los mercados alimentarios vienen experimentando cambios estructurales de importancia al menos desde el comienzo de la crisis financiera y de la recesión subsiguiente. Pero tales cambios rara vez se hacen evidentes; salen a la luz cuando, por ejemplo, están relacionados con otros mercados en crisis, como el energético en el caso de la soja o el girasol. Pero el caso es que el mercado de la cerveza, el más importante de entre los que se refieren a las bebidas alcohólicas, está creciendo a una velocidad inusitada. La prueba de esta intensidad es la compra de la cervecera surafricana SAB Miller por parte de AB Inbev. No se trata de una operación de segundo orden; implica más de 90.000 millones y significa la creación de una de las diez empresas cotizadas más grandes del mundo. Estos son los hechos. Pero lo que importa son las tendencias que operan tras este tipo de operaciones.
Como en cualquier tipo de mercados, las opciones de crecimiento de las cerveceras se reducen al aumento continuado (y en condiciones de rentabilidad) de la cuota de mercado (y por lo tanto de los ingresos) por un lado y el recurso a las fusiones o la compra de activos. En el caso de las cerveceras, se cumple otra de las leyes empresariales conocidas: en los mercados maduros la compra es el método más expeditivo y adecuado, debido a que las oportunidades de ganancia de cuota de mercado por el procedimiento de crecimiento orgánico son extremadamente reducidas. Esa es la razón por la cual en el sector de bebidas se han registrado más de 270 operaciones de fusión desde 1962, de las cuales más de la mitad son cerveceras. Probablemente es la bebida más consumida en el planeta, en sus diversas modalidades y seguramente es la que más extendida y arraigada en mayor número de países.
Un número tan elevado de fusiones indica además que la cerveza es un mercado muy concentrado, dominado mayoritariamente por un grupo reducido de compañías (ahora más reducido, después de la operación AB Inbev-SABMiller). Los movimientos de compra y fusión tienen como objetivo fundamental asegurar la captación de los mercados de consumo masivo y no es un secreto que en el horizonte está el consumo chino, como en otras actividades económicas. La peculiaridad cervecera es que en los márgenes que dejan las grandes compañías han aparecido nichos de producción imaginativa, que el consumidor puede identificar fácilmente detrás de la etiqueta cerveza artesanal. La cuota de mercado es pequeña, pero la rentabilidad puede ser elevada porque el coste de producción es pequeño y lo que se vende es valor añadido que no requiere un gran inmovilizado de capital. El factor diferencial (bouquet del fabricante, podría llamarse), que también protege al vino por el fenómeno del gusto y la resistencia a la masificación del gourmet, no ha sido reducido todavía por el producto a gran escala. La cuestión es cuánto tiempo tardarán las grandes (AB Inbev, Budweiser) en encontrar la fórmula para asimilar el factor diferencial.
Sorprende que las autoridades nacionales e internacionales de competencia no vean riesgo alguno en el evidente dominio del mercado que está cristalizando entre los operadores globales. Las adquisiciones no son un movimiento inocuo, puesto que producen generalmente aumentos de precios y blindan a las corporaciones cerveceras contra el riesgo de perder ingresos cuando merma la calidad. La explicación puede ser simplemente visual: a pesar de que las grandes son cada vez más grandes, todavía se mantiene la figura de los líderes regionales en la venta de cerveza. El problema es que la senda de la concentración empresarial es ya difícil de detener.
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