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TURISMO: LA OTRA CARA DEL MOTOR ECONÓMICO / 4

Vacaciones en barracones

El Palmar, desbordado por la construcción de viviendas ilegales en suelo rústico y sin los servicios mínimos como agua o saneamientos, es víctima de las modas turísticas de verano

Uno de los barracones que sirve de vivienda en El Palmar.Vídeo: JUAN CARLOS TORO / EL PAÍS VÍDEO
Daniel Verdú
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A finales de los años 90 era imposible levantar el brazo y ver aterrizar un mojito en la mesa de cualquier chiringo de El Palmar. La gente no aplaudía cuando el último rayo de sol desaparecía por el horizonte y, por supuesto, nadie sabía qué demonios era un chill out. Esta playa era un paraíso para surferos y hippies que se acercaban cada verano y compartían el espacio con los autóctonos. Hoy El Palmar es una extensión de barracones y casas ilegales (unas 1.000, según el Ayuntamiento de Vejer de la Frontera) fruto de la subdivisión infinita e ilegal de las 99 propiedades que en 1931 recibieron de manos de la República un grupo de colonos para instalarse en la zona y trabajar la tierra. No hay agua corriente o saneamientos y los cortes de electricidad son frecuentes. El Ayuntamiento está desbordado: cada día hay más, la mayoría para alquilar a turistas.

Caseta de obra instalada en El Palmar.
Caseta de obra instalada en El Palmar.J. C. T.
El Ayuntamiento calcula que hay unas 1.000 viviendas ilegales en la zona, pero no paran de aumentar

El punto de inflexión, cuenta Paco Rosado, presidente de la asociación de vecinos, fue la apertura de un chiringuito llamado Aborigena en el año 2000 que puso de moda esta playa y atrajo cada año a más gente. Él lleva aquí toda la vida, es descendiente de aquellos 99 colonos y ha visto la evolución. “Aquí ha habido dejadez total de las administraciones y se ha convertido en un caos. No tenemos los servicios mínimos y cada vez hay más gente. Cada fin de semana tenemos siete u ocho despedidas de soltero y esto se está convirtiendo en una bomba de relojería”, analiza.

Las 1.500 personas que viven durante el año se multiplican por diez en verano y cada tarde todavía llega más gente de las localidades cercanas. Las parcelas de suelo rústico se siguen subdividiendo y vendiendo en contratos privados. La ley permite la transmisión, pero no la subdivisión física. Los compradores instalan barracones prefabricados —de un día para otro aparece uno nuevo al descubrir una lona— con la esperanza de que pronto se legalice su situación y suban de precio (algo bastante probable atendiendo a los planes del Ayuntamiento).

Mientras tanto, para amortizar la inversión, muchos las alquilan a los turistas a precios que ya alcanzan los 200 euros al día (una tienda de campaña cuesta 50 en Airbnb). Susie y Elof, dos suecos que pasan por segundo año consecutivo sus vacaciones en El Palmar, han optado por un barracón de 100 euros al día en el carril de tierra que conduce al camping. Les fascina “el caos y la alegría con la que se vive en España” y El Palmar, cuenta él con la sombrilla en la mano y quemaduras del sol en el hombro de tercer grado, resume muy bien esa actitud.

Interior de uno de los barracones de veraneo.
Interior de uno de los barracones de veraneo.J. C. T.
No tenemos ni los servicios básicos y somos cad día más”, denuncia un vecino

El alcalde de la localidad, José Ortiz (PP), admite que no tienen recursos suficientes para tramitar los expedientes. De las 1.000 viviendas ilegales que hay, solamente se ha demolido una en los últimos tres años. Y cuando se termina el plan urbanístico de turno para reordenar la zona, cuenta, ya hay varias decenas de construcciones más. El mito de Sísifo en versión caseta de obra. “Es un problema gordo. Son viviendas para alquilar o especular y por el bien de El Palmar hay que empezar a derribar. Queremos poner orden, pero no podemos. Desde aquí pido refuerzos para poder hacerlo”. La práctica está tan extendida, que esta semana se han precintado dos casas construidas ilegalmente por dos policías municipales de Vejer. “Es una inmoralidad”, critica el alcalde.

Los bares son otro problema. La ley solo permite montar aquí escuelas de surf o kioskos bar (20 metros cuadrados construidos y 150 de terreno). Además, no puede haber en el litoral dos establecimientos a menos de 100 metros dedicados a la misma actividad. Pero la realidad es que hay una escuela de surf al lado de otra convertidas en pretexto legal para montar un bar musical. Algunas hasta tienen una enorme piscina en el centro, camas balinesas y un enorme perímetro cercado como si fuera un beach club de Ibiza. “Esto se ha agravado. Es como los ñus, que tienen que pasar todos a la misma hora por el mismo trozo de río. Pero están los cocodrilos esperando a comérselos”, ironiza Paco Rosado. Con la única salvedad de que en el Palmar nadie ha visto todavía a los cocodrilos y, sin embargo, ya no caben más ñus.

Aspecto de la playa de El Palmar durante el día.
Aspecto de la playa de El Palmar durante el día.J. C. T.

Puede comprobarse a unos cuantos metros de la playa. La madre de Rosario le ha regalado un trozo de su parcela. Un secarral que han cerrado con una valla metálica y en la que ha colocado una caseta prefabricada bastante tuneada. Pegado a su terreno, otro vecino ha colocado el remolque de un camión y lo ha subdividido en varias habitaciones para alquilar. Como todos aquí, pagan IBI (600 euros al año, en el caso de Rosario) y no temen que la administración pueda multarles. “¿Echarme? Si no me han dicho nada hasta ahora ya es imposible. Además, ¿cómo nos van a echar si pagamos cada año la contribución?”. El Ayuntamiento de Vejer, ingresa una parte importante de su presupuesto con los impuestos del Palmar y la actividad comercial de la zona. Pero cree que si ordena el territorio podrá aumentarlo exponencialmente.

Porque el asunto de fondo es el cambio de modelo turístico. En la zona todavía planea la idea de construir de dos complejos hoteleros a un lado y otro de la playa, con las quejas de los ecologistas. El proyecto quedó en su momento varado y parte del suelo terminó en la Sareb. Pero el alcalde cree que pronto se reactivará. Muchos temen que de los barracones, se pase a una megaurbanización turística.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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