Los fallos y retrasos del A400M abren fisuras en la industria militar europea
Alemania amenaza con penalizar a Airbus, que culpa a los gobiernos europeos de sus problemas
Solo 13 meses después del accidente del A400M que costó la vida en Sevilla a cuatro de sus tripulantes y heridas a otros dos, los problemas se acumulan sobre el flamante avión de transporte militar y abren fisuras en uno de los más importantes programas de la industria militar europea.
El pasado día 29, el consejero delegado de Airbus, Tom Enders, reconocía “enormes errores” en el proyecto a la edición dominical del diario alemán Bild. Las palabras del máximo ejecutivo del gigante aeronáutico serían sorprendentes si no fuera porque Enders, pese a reconocer fallos propios, desvió la mayor parte de la culpa hacia sus proveedores y hacia los gobiernos europeos; es decir, sus financiadores y clientes: Alemania, Francia, Reino Unido, España, Bélgica y Turquía.
“Subestimamos los problemas del motor y estamos atrapados por ese pecado original. En el arranque del programa nos dejamos convencer por algunos jefes de Gobierno bien conocidos para confiar los motores a un consorcio con poca experiencia”, añadió.
En vez de adquirir en el mercado un motor ya probado, los promotores del A400M optaron por uno completamente nuevo, el Europrop International TP400-D6, diseñado por un consorcio que integran la alemana MTU, la francesa Snecma, la británica Rolls-Royce y la española ITP.
Multas en efectivo
El destinatario de las declaraciones de Enders era la ministra alemana de Defensa, Ursula von der Leyen, quien ha anunciado que impondrá penalizaciones, “incluso en efectivo”, por el retraso en la entrega de los 53 aviones encargados por su país, de los que solo ha recibido tres.
El más espectacular de los fallos del A400M es la aparición de fisuras en las llamadas wing box, la parte del fuselaje donde se encajan las alas. Estas grietas, producto de la fatiga, resultan preocupantes en un avión que está dando sus primeros pasos y se atribuyen al empleo de materiales ligeros cuya resistencia ha resultado menor de la esperada.
Con ser importante este fallo –Airbus alega que se puede subsanar en las paradas de mantenimiento programado-- no tiene la gravedad del que afecta a las reductoras con que cuentan los cuatro motores turbohélice que lleva cada avión. Aunque el problema parece limitarse a la mitad de los motores, sustituirlas obliga a paralizar la flota en servicio –24 aparatos— y suspender las entregas hasta disponer de nuevas reductoras, que fabrica la italiana Avio Aero, filial de la estadounidense General Electric. Este fallo parece relacionado con la parada en vuelo de un motor de un A400M en Reino Unido.
Ambos problemas son independientes del que causó el accidente del año pasado –atribuido a un fallo de software de los motores-- o de otros insuficientemente aclarados, como la rotura de un cristal de cabina durante un vuelo sobre Almería a mediados de mayo; o la presunta aparición de otras grietas en la parte del fuselaje donde se monta la rampa.
Además de fallos y retrasos, Airbus aún no ha logrado que el A400M cumpla algunos de los requerimientos operativos exigidos por los ejércitos europeos; como el repostaje de helicópteros o el lanzamiento de paracaidistas desde las puertas laterales.
El coste inicial del programa ascendía a 21.500 millones de euros, pero se estima que los sobrecostes rondan ya los 8.000. La actitud de los distintos países ha sido muy diferente: mientras Berlín no ha dudado en airear su malestar, España ha optado por un discreto silencio; entre otras razones, porque su planta de montaje está en San Pablo (Sevilla), donde tiene un enorme impacto económico. Hasta ahora, no puede quejarse de retrasos, pues el Ejército del Aire tiene previsto recibir su primer aparato este año y Defensa negocia reducir a 14 los 27 que se comprometió a adquirir en su día.
Lo más preocupante para Airbus son los pasos que están dando algunos gobiernos y que revelan su desconfianza en el programa. Francia negocia adquirir cuatro aviones de transporte Hércules C-130J de la estadounidense Lockheed Martin y Alemania planea comprar una decena. “Abandonar el A400M sería el mayor error, porque este avión tiene un potencial enorme: será la columna vertebral del transporte aéreo militar en Europa y su exportación constituirá un éxito”, ha advertido Enders.
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