El estallido de Isolux
La deriva de la constructora obliga a CaixaBank, accionista y acreedor, a pasar la bayeta y rescatar la empresa ante la posible suspensión de pagos
El pasado otoño, e incluso antes, Luis Delso Heras tenía muy claro que el grupo que presidía (y preside), Isolux-Corsán, tenía que pasar por una cirugía de caballo para no verse devorado por el monstruo. El estallido por aquellas fechas de Abengoa, que acabó en preconcurso de acreedores, puso todavía más tensión en sus alrededores y nerviosas a las entidades financieras acreedoras. Se empezó a especular que la siguiente suspensión de pagos de calibre la iba a protagonizar Isolux. Y no faltaban razones para las sospechas por el pasivo que la empresa había acumulado y que ahora supera los 4.600 millones (unos 1.000 de deuda financiera y otros 850 millones de bonos, además de otros compromisos) pese a que había iniciado un plan para soltar lastre.
Pero hay diferencias importantes con Abengoa, aparte del monto de la deuda, mucho mayor en el grupo andaluz (casi 25.000 millones de pasivo y de 9.500 de deuda financiera). Se trata de que en el accionariado tiene a CaixaBank, nada menos que con un 28% del capital (procedente este de la antigua Banca Cívica, o si se quiere de la antigua Cajasol andaluza que junto a Caja Navarra, Caja Canarias y Caja Burgos formaron esta entidad luego adquirida por la catalana). Eso suponía que la entidad que preside Isidro Fainé se tuviera que meter de hoz y coz en las tripas de la constructora y ponerse a mandar.
A esa circunstancia se suma que la entidad catalana es, con 350 millones, uno de los principales acreedores de Isolux después del Santander, con 640 millones. Detrás figuran Bankia, con 335; Société Generale, 200; Sabadell, 170, y Popular, 140, además de una cincuentena de bancos.
CaixaBank, además de accionista, es el segundo principal acreedor, tras el Santander
Otras diferencias fundamentales son que Isolux no cotiza en Bolsa, por lo que no tiene pequeños accionistas, y que se ha evitado el preconcurso. El accionariado se reparte entre Luis Delso y José Gomis, que tienen el 54%; el citado 28% de CaixaBank; el 11% que tiene el Fondo de Garantía de Depósitos, procedente de la antigua Caja Castilla-La Mancha (CCM), y Unicaja y EBN, con el resto. Es decir, cinco accionistas que no tienen la presión de un accionariado atomizado y que están representados en el consejo de administración.
Precisamente, el pasado martes el consejo aprobó la elaboración del plan de reestructuración, así como la constitución de comité de seguimiento al frente del cual situaba como coordinador a Nemesio Fernández-Cuesta y Luca de Tena, a propuesta de CaixaBank. Fernández-Cuesta, entroncado con familias políticas (hijo del ministro de Comercio de Franco) y periodísticas, fue director general de Repsol y durante un tiempo se convirtió en el segundo de la petrolera tras Antonio Brufau. El nombramiento de Josu Jon Imaz como consejero delegado cortó sus aspiraciones y acabó fuera del grupo, abandonando así el sector petrolero en el que este técnico comercial y economista del Estado siempre se había movido (también fue secretario de Estado de Energía en el primer Gobierno del PP). Posteriormente, entró en política como miembro de UPyD; pero CaixaBank no olvidó sus prestaciones al grupo y esa inopinada salida. Probablemente acabe como presidente cuando se firme el plan de reestructuración, previsto para un plazo de dos o tres meses al menos, y la empresa lleve a cabo una recapitalización de la deuda que diluya las actuales participaciones (el dúo Delso-Gomis se quedaría con menos del 10%) y dé preponderancia a la banca acreedora.
El comité de seguimiento está formado por representantes de la banca que tienen mayor exposición en la deuda (Santander, Caixa y Bankia), las entidades asesoras (Rothschild y Houlihan) y directivos de la empresa, principalmente el consejero delegado, Antonio Portela, en quien la banca confía para seguir la gestión diaria al menos durante esta etapa de transición, mientras Luis Delso continuará en la presidencia, aunque apartado de la línea ejecutiva.
La caja catalana tira de Nemesio Fernández-Cuesta para enderezar la empresa
Para cuando comenzaron las negociaciones, la séptima constructora española ya había puesto en marcha toda la maquinaria para descargar el peso de la deuda. En ese sentido, lleva tiempo negociando la venta de la filial de renovables T-Solar y tiene en venta las líneas de transmisión en Brasil, donde dispone de más de 4.000 kilómetros. Está a punto de cerrar el acuerdo para ceder el 70% de su filial de infraestructuras Isolux Infrastructure al fondo canadiense Public Sector Pension Investment (PSP), que ya tenía el 30% restante. De esta forma podrá reducir deuda de forma significativa.
La operación respondió a la estrategia del grupo tras fracasar su salida a Bolsa por un desacuerdo en la valoración. Los bancos coordinadores de la oferta (Santander, Citi y Morgan Stanley) habían diseñado una oferta exclusiva para inversores institucionales. Al parecer, el precio al que se mostraban dispuestos a comprar no se ajustaba al deseado por Isolux, que esperaba obtener unos ingresos de 600 millones.
El plan de viabilidad deberá definir, además, si se queda con los activos que tiene en La India, donde logró un importante contrato, y en otras áreas (Isolux está presente en 40 países) en los que fue penetrando en los años de expansión de las infraestructuras y la ingeniería, en la que se especializó.
Luis Delso Heras (Madrid 1952) entró en Isolux en 1994 fichado por Banesto, entonces ya bajo control del Santander y presidido por Alfredo Sáenz. Después del proceso de saneamiento, se quedó en la entidad como propietario para proceder en 2004 a la fusión con Corsán Corviam y dar lugar al grupo Isolux Corsán. Desde entonces procedió a un crecimiento y expansión impactante que le permitió auparse al séptimo puesto de la clasificación del sector de la construcción. Ahora está en 40 países y, entre otros activos, posee 1.700 kilómetros de autopistas en Brasil, India, México y España. En el sector energético, Isolux Corsán es uno de los mayores constructores. Quizá el crecimiento tan rápido se le atragantó en plena crisis económica.
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