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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Algo va a pasar, ya lo verás

Se busca una cuarta revolución industrial, contra una coyuntura mediocre y pesimista

Joaquín Estefanía

El comienzo de año no está siendo precisamente optimista desde el punto de vista económico ni geopolítico. No sólo por la evolución de las bolsas de valores mundiales, que también, sino por la reducción de las expectativas de crecimiento a nivel global para los próximos meses. A la vista de tal reducción, alguien podría pensar que lo mejor de la incierta y pequeña recuperación de los últimos meses ha pasado por delante de nuestras narices y no nos hemos enterado de ello.

El Banco Mundial acaba de decir que el año en curso será un poco mejor que 2015, pero que las posibilidades de crecimiento son menores que hace seis meses. Dentro de unos días será el Fondo Monetario Internacional (FMI) quien haga públicas sus previsiones, pero su directora gerente, Christine Lagarde (que tiene que renovar su cargo durante este ejercicio) ya ha avanzado que espera que 2016 sea “decepcionante”. Esta es una coyuntura muy especial: al revés que en otros momentos difíciles de la historia, en los que siempre había una excepción geográfica (EE UU, Europa, Japón,...) al pesimismo generalizado, ahora no se manifiestan dosis de optimismo en ningún lugar ni en casi ningún sector de la población (agentes económicos y sociales, gobiernos, medios de comunicación, centros de pensamiento, etcétera).

Japón no acaba de salir de sus problemas de deuda pública y deflación; sus reformas (las abenomics, por el primer ministro Shinzo Abe) no acaban de dar resultados. Europa sigue inmersa en esa especie de estancamiento secular, a lo que se ha unido la mayor crisis a la que ha tenido que enfrentarse desde su nacimiento como club regional, que es la de centenares de miles de refugiados intentando instalarse e integrarse dentro de sus fronteras. China, ya lo estamos viendo: el cambio de modelo productivo, desde la exportación al consumo interno, topa con una reducción del crecimiento (las estadísticas oficiales no son muy fiables y no sabemos, exactamente, a qué ritmo está aumentando su PIB), con una evasión muy fuerte de capitales, una evolución inestable de su moneda y casos graves de corrupción.

Los países emergentes (entre ellos, Brasil, Rusia o Turquía, tan importantes económica o geoestratégicamente) están en recesión o prácticamente en crecimiento cero. La deuda, el precio del petróleo y de las materias primas, los conflictos regionales, no ayudan a su reactivación. Por último, EE UU, que es la zona del mundo que mejor macroeconomía disfruta (crecimiento relativamente robusto, pleno empleo) se enfrenta a una campaña a elecciones presidenciales en la cual todos los candidatos de la oposición republicana, coinciden en calificar al país como una potencia en declive (la posibilidad de victoria de Donald Trump, que todavía no se cree del todo mucha gente, agrava pesimismo al pesimismo latente).

No es de extrañar que, con este panorama, haya algunos inversores importantes (George Soros) que digan, quizá con excesiva frivolidad, que el panorama actual recuerda al de 2008, aquel año en que todo parecía posible de suceder. En unos días comienza el foro de Davos. Será un buen escenario para conocer si este pesimismo es real o impostado. La reflexión de las élites tratará este año sobre la cuarta revolución industrial, una revolución tecnológica distinta de las anteriores por la velocidad, el tamaño y la fuerza con la que está transformando por completo los sistemas de producción, distribución y consumo.

Los historiadores económicos han destacado que las coyunturas cambian cuando se tienen buenas instituciones (en estos momentos el factor de incertidumbre geopolítico es muy grande) o cuando un invento transforma la realidad. Veremos lo que da de sí esta cuarta revolución industrial. Mientras tanto, la sensación generalizada es la misma que expresa el título de un excelente libro de reciente aparición (Christos Ikonomu, Valparaíso ediciones), sobre la crisis de Grecia: Algo va a pasar, ya lo verás.

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