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Columna
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Problemas de comunicación en la Fed

Hay motivos tanto para retrasar la subida de tipos en EE UU como para adelantarla

Rafael Ricoy

Nada describe mejor la actual política de comunicación de la Reserva Federal de Estados Unidos que el viejo adagio de que un camello es un caballo diseñado por un comité. Varios miembros del Comité Federal de Mercados Abiertos (FOMC) de la Fed han puntualizado que la decisión de mantener sin cambios los tipos de interés “dependerá de los datos”. Eso suena perfectamente lógico hasta que uno se da cuenta de que cada uno de ellos parece tener una idea distinta de qué significan “los datos”, de modo que en la práctica quiere decir “las sensaciones que yo tenga”.

En otras palabras, la estrategia de comunicación de la Fed es un lío, y arreglarla es mucho más importante que el momento exacto en el que el FOMC decida abandonar los tipos cercanos a cero. Después de todo, incluso si la Fed finalmente acaba dando el “gigante” salto desde un tipo de interés efectivo para los fondos federales de un 0,13% (en vigor hoy) hasta el 0,25% (en vigor pronto), el mercado seguirá queriendo saber cuál es la estrategia que hay detrás de la decisión, y me temo que continuaremos sin tener la menor idea.

Es justo decir que es complicado decidir qué hacer, y los economistas están profundamente divididos al respecto. El Fondo Monetario Internacional ha entrado al ruedo enérgicamente, aconsejando a la Fed que espere un poco antes de subir tipos. Y sin embargo los bancos centrales de los mismos mercados emergentes que el FMI supuestamente protege dicen lo opuesto, y con la misma fuerza: “Hacedlo ya, que la incertidumbre nos está matando”.

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Mi opinión personal probablemente va por el lado de esperar un poco más y asumir el muy alto riesgo de que cuando la inflación crezca, lo haga con tal fuerza que exigirá una subida más brusca de tipos cuando llegue el momento. Pero si la Fed decide ese camino, debe decir con claridad que va a correr el riesgo de saltarse las metas de inflación. El mejor argumento para esperar es que, en realidad, no tenemos idea de cuál es la política de tipo de interés real (ajustado a la inflación) de equilibrio, por lo que necesitamos una clara señal sobre la dirección que va a tomar el alza de precios antes de avanzar.

Sin embargo, hay que ser muy aficionado a las discusiones para negar que también hay motivos para subir tipos antes de lo previsto, en tanto en cuanto la Fed no siga confundiendo al mercado con sus señales espectacularmente ambivalentes acerca de sus interpretaciones y objetivos. Después de todo, en Estados Unidos hay casi pleno empleo y la demanda interna crece con solidez.

Mientras la Fed intenta ver más allá de las fluctuaciones transitorias en los precios de las materias primas, será difícil pasar por alto el aumento de los precios al consumo, a medida que la importante caída del año pasado (particularmente en los precios de la energía) se estabiliza o, incluso, se revierte. De hecho, según cualquiera de las políticas clásicas de los bancos centrales, ya estamos tardando en subir tipos.

Pero no cometamos el error básico de igualar “tipos altos” con “intereses altos”. Decir que, en esta coyuntura económica, unos tipos de un cuarto de punto —o incluso del 1%— son altos es una hipérbole pura y dura. Y aunque no deberíamos sobredimensionar los riesgos para la estabilidad financiera de mantener los tipos de interés tan bajos, tampoco podemos descartarlos por completo.

Ya que la decisión de subir tipos es inminente, cabría pensar que a la Fed le gustaría hacerlo aún este año, dado que durante meses la presidenta y el vicepresidente han estado diciendo a los mercados que así ocurriría. Si no se suben antes de que termine el ejercicio es por una decisión de imagen pública.

Supongamos que la Fed eleva los tipos de interés a 0,25 puntos básicos en su reunión de diciembre, esforzándose por enviar un mensaje de calma a los mercados. El resultado más probable es que todo vaya bien, y si el precio de las acciones sufre una ligera corrección, tampoco es que a la Fed le importe mucho.

Pero no. El riesgo real es que si comienza a aumentar las tasas, la Fed se llevará la culpa de absolutamente todos los problemas que ocurran en la economía durante los siguientes 6 a 12 meses, que coincidirán con la parte álgida de la campaña electoral estadounidense. Una pequeña subida y la Fed será responsable de todo lo malo que pase, independientemente de cuál sea la causa real.

Por supuesto, la Fed entiende que prácticamente a nadie le gustan las subidas de las tasas de interés y que todos prefieren bajarlas. Cualquier funcionario de banco central dirá que por cada vez que le piden subir las tasas recibe 99 peticiones de que las baje, independientemente (o casi) de cuál sea la situación económica. La mejor manera de defenderse de estas presiones es regirse por criterios lo menos ambiguos posibles. En lugar de ello, más allá de sus buenas intenciones, el efecto neto de tantas declaraciones de la Fed ha sido una sensación de vaguedad e incertidumbre.

¿Qué debería hacer entonces la Fed? Yo diría que explicar con claridad las razones de la espera: “No es fácil salir de los tipos a cero: queremos estar completamente seguros de que la inflación va a superar el 3% y entonces avanzaremos a un ritmo razonable hasta alcanzar la normalidad”. Pero también sería aceptable decir que “nos preocupa que, si esperamos demasiado tiempo, tengamos que aplicar ajustes de manera demasiado drástica y abrupta”.

Tras la crisis financiera de 2008 tuvo sentido no seguir las normas convencionales, pero ya no. Y la actual falta de claridad se ha convertido en un importante factor de la volatilidad de los mercados, que es lo último que la Fed quiere.

Fue un error calificar de vil a la Fed por subir los tipos y también lo es hacerlo por no subirlos; si es una medida tan inminente, probablemente no importe tanto. Sin embargo, en este momento crucial es justo pedirle que sea mucho más clara acerca de su estrategia y sus implicaciones para el futuro. Si la presidenta de la Fed, Janet Yellen, tiene que hacer que prevalezca su voluntad sobre la del FMOC, que así sea. Hay un proverbio en EE UU que dice que puedes llevar un caballo adonde está el agua, pero no puedes hacerlo beber. Es hora de que alguien en el comité lleve el camello a donde está el agua.

Kenneth Rogoff, execonomista en jefe del FMI, es profesor de Economía y Políticas Públicas en la Universidad de Harvard.

© Project Syndicate, 2015.

http://www.project-syndicate.org/

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