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El gran desafío social y político

La precariedad laboral es una angustia constante para los españoles desde 1985

Manuel V. Gómez
Un grupo de personas hace cola ante una oficina de empleo en Madrid
Un grupo de personas hace cola ante una oficina de empleo en MadridSAMUEL SÁNCHEZ

España tiene un triste récord internacional. Es el único país que en los últimos 30 años ha superado en tres ocasiones mantenidas en el tiempo una tasa del 20% de desempleo. Hay alguno, como Sudáfrica, que lleva más de dos décadas por encima de ese porcentaje, lo hizo en 1991, justo un año antes de acabar con el régimen racista del apartheid, y ahí sigue. Hay otros que han sobrepasado ese porcentaje en algún momento desde 1980, cuando comienza la estadística del FMI: Argentina en los años del corralito, la Argelia de los años 90 inmersa en una guerra o Grecia ahora.

Este récord, que se salda con una tasa media de paro del 17,5% desde mediados de los ochenta, está presente en la mente de los españoles. En octubre de 1985 el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), pidió que se señalaran cuál eran los tres principales problemas que tenía España. Un 94,1% apuntaron al paro. Era el primer problema. En octubre de este año, el CIS ha vuelto a divulgar el mismo ejercicio. El desempleo vuelve a ser el primer elegido, esta vez por el 74%. Casi todas las veces que este organismo público ha hecho esta encuesta, el resultado ha sido el mismo, solo el terrorismo de ETA en alguna ocasión y la vivienda en plena burbuja han destronado fugazmente al paro.

Primeras reformas

Para luchar contra el desempleo la primera vez que se superó ese 20%, en 1984, se aprobó una reforma laboral —los cambios del Estatuto de los Trabajadores han sido la medicina, poco eficaz, a la que se ha recurrido con asiduidad— en la que se permitió la posibilidad de firmar contratos temporales sin causa. Recuerda el entonces ministro de Trabajo, Joaquín Almunia, que España estaba en una coyuntura muy difícil: crisis del petróleo, indefensión de industrias protegidas, ajuste agrario, regreso de inmigrantes e incorporación de la mujer al mercado laboral. “Y ahí llegamos a un acuerdo entre el Gobierno, CEOE y UGT, que dio pie a la reforma”. “Había miedo entre inversores y empresarios. Nadie contrataba con el contrato normal [en referencia al indefinido]”, señala.

Colas en una oficina de empleo de Madrid en 1977.
Colas en una oficina de empleo de Madrid en 1977.Joaquin Amestoy

La medida funcionó cuando la economía empezó a crecer. Se creó empleo. El paro bajó del 20% en 1987. El catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Autónoma de Barcelona, Josep Oliver, subraya el éxito inicial de los contratos temporales, pero también enfatiza que se produjo un “efecto sustitución”: “Entre 1984 y 1991 se crean 1,7 millones de empleos. Pero es que, además, se sustituyen 1,4 millones de indefinidos por temporales. En total, 3,1 millones de temporales”.

Pero esa solución tenía contraindicaciones que se han enquistado. Son muchas las voces que apuntan a esa temporalidad/dualidad como el principal problema del mercado laboral español e, incluso, como la causa de los altos índices de paro. “Hay una parte del mercado laboral que es Hong Kong y otra que es un Soviet Supremo”, resume Juan José Dolado, profesor de Economía en el Instituto Europeo de Florencia, para distinguir entre los trabajadores temporales, fáciles de despedir, y los indefinidos. “La temporalidad no es mala per se. Lo malo es la dualidad que genera. La diferencia en la igualdad de oportunidades”, continúa.

Fuerte aumento del número de trabajadoras

Entre las constantes que ha mantenido el mercado laboral español en los últimos 30 años está la creciente participación de la mujer. Se ve en casi todos los números relevantes de la estadística. Pero si hay uno que lo muestra con claridad es la tasa de actividad, esto es, el porcentaje de mujeres de una sociedad que participan en el mercado laboral. Ha pasado del 28,6% al 46,4%.
Eso lógicamente se ha traducido en un incremento considerable en números absolutos —de 4,2 millones a 10,6 millones— y en protagonismo: si en el año 1985 la fuerza laboral femenina suponía el 30% del total, ahora significan el 46,4%.
La misma evolución que en la actividad se muestra en el empleo. Las mujeres ganan cada vez más peso, por encima de crisis, depresiones o grandes destrucciones de empleo. Esta tendencia de fondo no se detiene. Sin embargo, no esconde la desigualdad que todavía hay entre géneros en el mercado laboral y que se ve en los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Hay dos claros ejemplos: uno es el protagonismo femenino desproporcionado en el empleo a tiempo parcial, el 72% de los 2,8 millones de empleados a tiempo parcial son mujeres; el segundo, y en parte como consecuencia del primero, es la diferencia entre lo que ganan unas (una media de 19.514,6 euros al año) y otros (25.675,17).
Esta tendencia de fondo no es la única que se observa. También está el hundimiento del protagonismo de la agricultura, cuyo peso en el empleo ha pasado del 17% a apenas un 4%. Y la gran llegada de mano de obra extranjera que hubo durante el final del siglo XX y la primera década de este. En 1987, primer año con datos detallados en la EPA (encuesta de población activa), suponían apenas 46.700 personas de una fuerza laboral que superaba los 14,6 millones; ahora son más de 2,7 millones de unos 23.

Formación

En esa diferencia sin inscribe, por ejemplo, la mayor o menor formación de los empleados dentro de una misma empresa y las consecuencias que eso tiene sobre la productividad de cada trabajador. “Mi teoría es que la legislación importa. La constante es un sector donde puedes recurrir a contratos de usar y tirar [en referencia a la construcción]. La especialización productiva llega por la legislación”, argumenta Dolado, uno de los padres del contrato único.

A lo largo de estos 30 años, han surgido, básicamente, dos posiciones sobre por qué el mercado laboral español está enfermo y tiene un alto paro estructural. Una es la resumida Dolado; la otra apunta al modelo productivo, con gran peso de actividades de poco valor añadido y/o temporales (construcción, turismo) y al tamaño de las empresas, entre otras causas, que acaban provocando que la tasa de temporalidad española haya sido históricamente la más alta de la UE, aunque ahora sea la segunda más baja después de que durante esta crisis hayan llegado a destruirse 2,7 millones de empleos temporales, cuando en el total de asalariados ha sido de 3,2 millones y de 3,7 en el conjunto del mercado laboral.

Los problemas que esa dualidad iba a generar se advirtieron muy pronto. Es famoso el conocido como “informe Segura”, un texto llamado oficialmente Análisis de la Contratación Temporal en España coordinado por quien luego fue presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), Julio Segura, y que contó con expertos en economía y derecho laboral como Luis Toharia, Samuel Bentolila y Federico Durán. En sus conclusiones se advertía de que “no es posible cambiar el volumen de empleo total que es capaz de generar una economía a medio y largo plazo mediante el cambio en las modalidades de contratación, aunque sí alterando los costes del despido”. Y sobre la temporalidad, afirmaba que la ganancia en flexibilidad que esta implicaba, también suponía “una disminución más rápida e intensa del empleo en situaciones depresivas”, algo que se confirmó en los dos años siguientes y luego en la Gran Depresión.

Estas advertencias las recuerda Almunia, que admite que tendrían que haber atajado el problema de la dualidad pronto, ya que ahora se ha convertido en algo “endémico”. “No sé cuántas veces he repetido lo que decía el preámbulo de aquella reforma: “En tanto persistan las actuales circunstancias del mercado de trabajo…” ¿Qué había que haber hecho? Pues haber controlado más la temporalidad. El primer momento para corregirlo llega después de la huelga general del año 1988. Ahora toda el agua pasa por debajo del mismo puente”, apunta el excomisario europeo, partidario del contrato único.

Esta medida, el contrato único, propuesto por primera vez en 2009 por 100 economistas, es una de las pocas soluciones que no se han intentado. Se han probado otras en las diferentes reformas laborales, casi todas hablan de atajar el problema en su preámbulo: subvencionar la contratación indefinida, abaratar el despido, aumentar las cotizaciones de los temporales, limitar el encadenamiento de contratos. Pocas han servido, siquiera, para aliviar la dualidad. Ahora, tras la reforma de 2012 que contenía varias de estas medidas, la temporalidad vuelve a ganar peso.

Trabajo burbuja

“¿Qué hay un problemas de regulación? Probablemente. Si lo que tenemos es un problema de segmentación, es porque responde al funcionamiento de las empresas. Si hay un problema de costes en una parte [por la diferencia de coste entre un puesto de trabajo indefinido y uno temporal], pues con un cambio se acabaría en esa parte solo. Pero también creo que hay un problema con la creación de empleo y que solo con la burbuja se crea empleo”, señala Miguel Ángel Malo, profesor de Economía en la Universidad de Salamanca.

Para el responsable de relaciones laborales de CEOE, Jordi García Viñas, el problema está en “la estructura productiva. Tenemos una legislación parecida a la europea en materia de contratos. La cuestión no está en el ingreso en el puesto de trabajo. Se debe a la propia actividad económica”.

Oliver, en cambio, es más salomónico: “Hay un efecto estructura que favorece esto y un marco institucional que lo favorece también”. Pero en lo que más hincapié hace es en que España “no pone la exportación en el eje. No se toman en serio el sector industrial. Que es un modelo basado en un exceso basado en demanda interna”.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.

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