El BCE y el Eurogrupo dan un primer espaldarazo a Grecia
El supervisor del euro cree necesario reestructurar la deuda de Grecia
Europa vuelve a conectar a Grecia a la respiración asistida. El Eurogrupo ha dado este jueves la señal política para desbloquear la ayuda de emergencia a Atenas y el BCE ha ampliado la ventana de liquidez a los bancos solo unas horas después de que el Parlamento griego aprobara el tercer rescate y las medidas más urgentes que exigen los acreedores, capitaneados por Berlín. El veneno que ha intoxicado las relaciones entre Atenas y los socios durante meses se diluye poco a poco. “Las cosas han cambiado”, ha acertado a resumir Mario Draghi, el jefe del BCE. El Bundestag —el Parlamento alemán— tiene que refrendar mañana viernes ese viraje.
Seis días clave para el acuerdo con Grecia
El Parlamento alemán debe refrendar este viernes el pacto alcanzado el lunes entre Grecia y los socios del euro y dar su visto bueno a las negociaciones para el tercer rescate. Otros cinco Parlamentos de países de la eurozona —Austria, Eslovaquia, Estonia, Finlandia y Holanda— afrontan votaciones vinculantes sobre esta cuestión.
El próximo lunes Atenas afronta un nuevo vencimiento de 3.500 millones de euros con el Banco Central Europeo. Esta cuantía es la mitad de la ayuda de emergencia aprobada este jueves por el Eurogrupo y que aún debe recibir luz verde de los países de la UE que no están en la moneda única.
El miércoles 22 el Ejecutivo de Alexis Tsipras debe tener listas dos normas: una para agilizar la justicia y otra para trasladar a las normas griegas el marco europeo de resolución bancaria.
Entre actuar y no actuar, en Europa siempre existe una tercera opción: esperar a Draghi. El jefe del Banco Central Europeo (BCE) ha dado este jueves luz verde a la ampliación de la liquidez de emergencia para la maltrecha banca helena con una explicación tan volátil como los tiempos que corren: “Se han restaurado las condiciones para un aumento de las líneas de emergencia tras la aprobación de la financiación puente para Grecia y los votos en varios parlamentos, empezando por el griego”. Draghi ha invitado a las autoridades helenas a poner punto final al corralito “tan pronto como sea posible”: Grecia lleva casi tres semanas sin bancos, casi sin dinero en circulación, en una situación que si se prolonga dejaría herida de muerte a la economía. El BCE, eso sí, ha dejado entrever que eso se hará gradualmente, para evitar sacudidas.
Draghi ha ampliado 900 millones la ayuda de emergencia a la banca, que asciende ya a cerca de 90.000 millones, y ha anunciado una nueva revisión la semana próxima. Pero ha hecho mucho más: ha proporcionado a Grecia y a Europa un mapa cartografiado de lo que tiene que hacer cada cual para que las cosas salgan bien. Uno: el Gobierno griego debe cumplir a rajatabla, en tiempo y forma, las condiciones de los acreedores. Dos: los socios tienen que proporcionar financiación de emergencia; el Eurogrupo ha dado este jueves el primer paso para usar 7.000 millones en verano. Tres: ambas partes deben ponerse de acuerdo en las condiciones finales del tercer programa. Cuatro: Grecia debe pagar religiosamente al BCE 3.500 millones el próximo lunes, y un total de 6.600 millones en verano. Y cinco: si todo eso se cumple, el BCE hará el resto.
Y el resto supone un buen pellizco. Draghi ha abierto la puerta a la compra de bonos griegos dentro de su multimillonario programa de compra de deuda “incluso antes” del primer examen de la antigua troika. Eso supondría un sensacional balón de oxígeno para Atenas a final de verano. Pero el QE para Grecia —el programa de compra de activos, en sus siglas en inglés— estará en libertad vigilada hasta que se cumplan varias condiciones. Atenas debe firmar el tercer rescate, el BCE debe admitir de nuevo sus bonos —y eso solo llegaría con la bula del Eurobanco, porque la deuda griega no tiene suficiente calificación crediticia— y el endeudamiento de Grecia con Fráncfort no podrá superar los límites que marca Draghi; para ello, Atenas tiene que pagar los dos próximos vencimientos (6.600 milones). Esos dos pagos, en fin, aparecen y reaparecen en todos y cada uno de los capítulos que se avecinan de la saga griega.
Más allá de las justificaciones, Draghi ha dejado un par de saetas formidables. A quienes aseguran que la reestructuración de deuda no es un asunto urgente —el ministro alemán Wolfgang Schäuble o el español Luis de Guindos, entre muchos otros—, les dejó claro que “la necesidad de un alivio de la deuda es indiscutible”. Es decir: llevan la razón Atenas y el FMI. Y para quienes siguen dudando de que Grecia vaya a seguir en el euro —de nuevo el inevitable Schäuble—, Draghi ha dejado un par de silencios cómplices en su rueda de prensa. “Nuestro mandato se basa en la asunción de que Grecia es, por supuesto que es y será, miembro del euro”, ha cerrado.
Breve respiro para la banca helena antes de las reformas
Antes de la profunda cirugía, una breve tregua. Tras su recapitalización, parte fundamental del acuerdo alcanzado el lunes entre Grecia y sus socios, los bancos helenos —que permanecerán cerrados todavía al menos hasta el próximo domingo, según se ha sabido este jueves— se enfrentarán a cierres y fusiones, así como a la posible venta de sus filiales extranjeras rentables, según han confirmado a Reuters fuentes comunitarias. Esta remodelación a fondo del sector acerca a la banca griega al escenario al que se enfrentaron sus pares chipriotas en 2012.
“Incluso si se hubiese protegido la soberanía griega, los bancos tendrían que afrontar una reestructuración profunda para ponerlos de nuevo en la senda correcta”, explicaba una alta fuente europea en las postrimerías de la negociación entre Atenas y sus acreedores. Los gestores de las entidades también son conscientes de la necesidad de acometer cambios. “Más allá del impulso de capital, debemos hacer desaparecer cualquier duda sobre la solvencia y observar la situación que atraviesa el sector desde una perspectiva amplia”, explica un veterano banquero.
Incluso cuando los bancos helenos empiecen a recuperar la normalidad, el alivio será pasajero: los controles de capital —con los que Grecia convive desde el pasado día 28— permanecerán, más que probablemente, mientras los bancos sean reestructurados.
Más allá de Fráncfort, el Eurogrupo se ha movido también para dar aire a Atenas. El préstamo de emergencia que Grecia necesita para evitar la suspensión de pagos al BCE cuenta ya con el aval político necesario. Los ministros de Finanzas de la zona euro han dado, en una teleconferencia que ha durado menos de dos horas, el visto bueno al desembolso inmediato de 7.000 millones de euros. También los otros nueve miembros de la UE ajenos a la moneda única respaldan este préstamo —proveniente de un fondo comunitario, no solo de la zona euro— porque han obtenido garantías de que no responderán con su dinero de posibles pérdidas, según explican fuentes británicas. Reino Unido y otros socios habían expresado de entrada fuertes reticencias, pero finalmente no se opondrán.
¿Quita a los depósitos?
El fondo europeo de rescate debería dar su consentimiento final mañana viernes, y a partir de ahí se negociarán las condiciones concretas que Grecia debe cumplir para acceder al ansiado tercer rescate de sus socios y del FMI. Junto con los vencimientos y el pago de pensiones y sueldos públicos, lo más urgente son los bancos: dentro del rescate habrá una partida para recapitalizar la banca, por un importe que puede variar de 10.000 a 25.000 millones.
El jaleo está asegurado. Si se usa dinero europeo, una parte de la factura la pagarán los acreedores de la deuda de mala calidad de los bancos —a la manera de Bankia—, incluso de la de máxima calidad. Lío a la vista: Tsipras ha reconocido que incluso es posible que tengan que rascarse el bolsillo los clientes con depósitos de más de 100.000 euros, como ocurrió en Chipre. La salida de la crisis griega tiene aún un largo recorrido por delante. Y sorpresas en cada curva del camino.
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