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Corea del Sur cambia su modelo económico

El agotamiento de un patrón exportador dominado por la industria da paso a la tecnología

Macarena Vidal Liy
Un robot en una conferencia sobre robótica en Goyang, Corea del Sur.
Un robot en una conferencia sobre robótica en Goyang, Corea del Sur.Seong Joon Cho (Bloomberg)

El emprendedor surcoreano Robert Kim sabe lo que desea más que nada en el mundo: ser dueño de un unicornio. Su mentor, el director de la incubadora de empresas estatal Smart Con-tent Center, Hyo Jin Kang, cruza los dedos para que lo consiga. Un unicornio, en la jerga del sector, es una start up (una compañía de reciente creación con gran potencial de crecimiento, normalmente en el sector tecnológico) que alcanza una valoración superior a los 1.000 millones de dólares. Y Corea del Sur aspira a convertirse en una fábrica de ellas y rivalizar con Silicon Valley, si no en todo el mundo, al menos en Asia.

Es una iniciativa que parte de la necesidad: ya empieza a dar señales de agotamiento el modelo de una economía orientada hacia la exportación y dominada por los grandes conglomerados, o chaebol, que con el respaldo del régimen militar tras la guerra de Corea sacaron al país de la pobreza. Solo Samsung representa aún más del 20% del PIB nacional.

Los datos de la economía surcoreana en los últimos trimestres hablan de una ralentización. Lejos queda el crecimiento de un 7% de la primera década del siglo: la OCDE calcula que este año la economía surcoreana aumentará un 3% y solo llegará al 3,5% el año próximo. Y aún está por ver el impacto que tenga el brote del síndrome respiratorio por coronavirus (llamado MERS-CoV) que ha dejado ya cerca de una treintena de muertos. Crece el endeudamiento de las unidades familiares, los salarios están estancados y las firmas de mediano tamaño no exportadoras no consiguen crecer.

MENOS RESPETO

Los críticos apuntan a los conglomerados, a los que acusan de falta de flexibilidad y de acumular beneficios sin repercutirlos al resto de la sociedad. El traslado de sus plantas a otros países más baratos ha hecho que ya no creen tanto empleo interno como antes. Su imagen pública ha sufrido un cierto deterioro. En especial la segunda generación de dirigentes, hijos de los fundadores, ya no genera el mismo respeto que sus padres. El vicepresidente de Samsung, Jay Lee, tuvo que pedir disculpas en nombre de su conglomerado en junio por los casos de contagio por coronavirus en sus hospitales. La condena a la hija del presidente de la línea aérea Korean Air Cho Hyun Ah por tirar unas nueces a una azafata es sintomática.

“Los conglomerados son ahora mismo el mayor problema que tiene este país. Fueron los motores de un crecimiento económico muy rápido, pero ahora ese modelo tiene que cambiar. Están creando toda la riqueza, pero no la reparten. No apoyan a las pequeñas empresas. Es muy decepcionante”, apunta Kim, presidente de I-Portfolio, una incipiente start up que elabora libros electrónicos especializados en viajes y en material educativo.

La OCDE parece darle la razón. En su informe anual sobre el país, apunta que los problemas estructurales de su economía “suscitan preocupación sobre la estrategia tradicional de recuperación de Corea del Sur basada en las exportaciones que producen los grandes conglomerados chaebol”.

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Ante esta situación, Seúl se ve obligada a buscar alternativas que permitan diversificar la economía, especialmente en el débil sector servicios. Aunque por sí sola no será suficiente para una reordenación completa, el apoyo a las start ups es la iniciativa más popular y la que ha recibido mayor atención desde el exterior.

PUERTO TECNOLÓGICO

El Gobierno cree que el país cuenta con las condiciones para convertirse en un gran puerto tecnológico para Asia. Tiene una de las conexiones a Internet más rápidas del mundo, de una media en torno a los 22 megabites por segundo. Más de un 80% de la población es dueña de un teléfono inteligente, y un 61% cuenta con conexión 4G. Florece el mercado de los juegos en línea y el consumo de medios digitales. El 82% de sus habitantes entre los 25 y los 64 años ha completado al menos la enseñanza secundaria. “No somos un país que tenga una abundancia de recursos naturales. Somos una nación pequeña, de apenas 50 millones de habitantes. Nuestro mejor recurso es nuestra gente”, afirma Kang.

La Estrategia para una Economía Creativa de la presidenta Park Geun-hye prevé que las nuevas empresas jueguen un papel clave y contribuyan a crear una mayor cohesión social —la desigualdad entre ricos y pobres es uno de sus mayores problemas—, así como una mayor creación de empleo. A lo largo de tres años destinará 3.700 millones de dólares (3.363 millones de euros) a estas nuevas empresas tecnológicas, a través de programas de desarrollo y becas. Es el país del mundo que ofrece un mayor respaldo per capita a estas compañías.

Y las start ups surcoreanas han florecido. A principios del siglo apenas sumaban unas 2.000, Pero el boom de las aplicaciones para móviles y tabletas a partir de 2009 abrió el camino. Según la Administración Surcoreana para las Medianas y Pequeñas Empresas, la cifra de firmas tecnológicas de reciente creación ya supera las 30.000 en todo el país. Los fondos a su disposición alcanzaron los 2.300 millones de dólares en 2014, un incremento del 62% con respecto al año anterior. Según la OCDE, un 7% de los surcoreanos en edad laboral se encuentran en proceso de crear, o ya han establecido, una nueva empresa. Una proporción por debajo del 13% estadounidense, pero por encima del 6% español o el 4% italiano.

Sus trabajos han empezado a dar sus primeros unicornios. Kakao, el equivalente al WhatsApp surcoreano, se fusionó con la empresa de comunicaciones Daum en octubre pasado en una operación que la agencia Yonhap valoró entonces en torno a los 9.000 millones de euros. Coupang, el equivalente al Amazon del país, ha recibido inversiones por valor de 1.400 millones de dólares. A mucha mayor distancia se encuentran otras como 4:33 Creative Lab, dedicada a los juegos para móviles y que ha recibido 110 millones de inversores como la china Tencent o la japonesa Line.

No es solo el Gobierno surcoreano el que está prestando atención y medios. Los fondos de capital riesgo tanto en Corea del Sur como en el extranjero, y los gigantes del sector, también han mostrado interés. Entre los últimos en llegar se encuentra Google, que en mayo inauguró su propia incubadora de start ups en el adinerado barrio de Gangnam en Seúl. Incluso las grandes chaebol han comenzado a abrirse hacia el sector y tanto Samsung como LG han abierto sus propios campus en la capital.

Otros llevan ya tiempo, atraídos por las ventajas que ofrecen los programas del Gobierno surcoreano. SparkLabs, una aceleradora de start ups con sede en Palo Alto (California, EEUU) llegó en 2012 y ofrece un programa bianual de formación de tres meses a una decena de compañías que pasen una selección en la que se tendrá en cuenta las perspectivas de la incipiente empresa de operar en el exterior, la calidad de su equipo y lo innovador de su tecnología o de su concepto. Los seleccionados recibirán espacio de oficina y asesoramiento técnico y legal. A cambio, el fondo se convierte en uno de los accionistas de la compañía.

EL TALENTO REGRESA

Sophia Choi, asociada senior de SparkLabs, asegura que el modelo tradicional surcoreano ya ha empezado a cambiar. “Kakao comenzó sin un modelo de negocio, simplemente comenzó a acumular usuarios. Durante mucho tiempo no hizo dinero”, recuerda. Ahora, esa compañía es la inspiración de innumerables universitarios que aspiran a ser el Mark Zuckerberg o el Jeff Bezos de Asia. “Los estudiantes que salieron hace 15, 20 años, cuando Corea del Sur empezó a abrirse al mundo, están volviendo para lanzar sus propias empresas. Están acostumbrados a la mentalidad de fuera, saben cómo moverse, tienen la oportunidad de tener éxito. El éxito de Samsung o LG también puede ser el de estas compañías”, opina.

Aunque el triunfo tampoco está garantizado. Algunas solo consiguen ser viables gracias a los fondos gubernamentales y cuando pierden ese apoyo, incapaces de competir en igualdad de condiciones contra filiales de las grandes chaebol, acaban desapareciendo. Robert Kim reconoce que “no todas las compañías están preparadas, ni siquiera aunque cuenten con el apoyo del Gobierno”. Y Choi habla de la necesidad de un “ecosistema sostenible”, que pueda mantenerse aunque en algún momento en el futuro el Ejecutivo ponga fin a los programas de apoyo.

Entre los problemas que encuentran las start ups para establecerse están sus dificultades para hacerse un nombre en el extranjero, un problema que han padecido incluso unicornios como Kakao. Muchas veces debido a cuestiones culturales o a desconocimiento del mundo de los negocios. Las rígidas regulaciones gubernamentales o la falta de dominio del inglés de muchos emprendedores noveles son algunos de los lamentos más frecuentes.

También crea problemas “una mentalidad aún muy conservadora”, en palabras de Kim. El miedo al fracaso se ha generalizado, una posibilidad que nunca debe descartarse al comenzar desde cero. Aunque muchos estudiantes puedan acariciar el sueño de crear su propia empresa, o de convertirse en el nuevo Bill Gates, “cuando se licencian todos aspiran a trabajar como funcionarios para el Gobierno o a entrar en alguno de los conglomerados, contar con un empleo estable”.

El empresario, no obstante, puntualiza que “la mentalidad innovadora ha ido mejorando en la última década”. Su mentor, Kang, asegura que la situación actual es solo el principio. “Este ecosistema representa una nueva cultura. Si el éxito de las start ups continúa, eso supondrá un nuevo modelo. No será un revulsivo que lo cambie todo de la noche a la mañana. Pero entrarán caras nuevas en el mercado. Y eso puede ser un magnífico motor para la economía”. Aunque se cuenten con los dedos de una mano aquellas que consigan convertirse en unicornios.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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