Reflexiones de un banquero israelí
Brodet, presidente de la segunda entidad del país, analiza las últimas protestas sociales
Es conocido el optimismo casi patológico de la sociedad israelí, el impulso que le da su carácter decidido, tener siempre lista la pregunta ¿y esto por qué no se puede hacer?, el no ver nunca con malos ojos el fracaso. A sus 71 años, David Brodet combina ese optimismo con una fuerza vital encomiable y una enorme capacidad didáctica. Presidente del segundo banco de Israel, Leumi, sólo cuando se le pregunta por el escándalo que llevó a la entidad que dirige a serios problemas por ayudar a clientes estadounidenses a evadir impuestos se vuelve más seco, borra su sonrisa y no se explaya: “Está arreglado. Hicimos lo que teníamos que hacer, estamos limpios y cumplimos con las más escrupulosas exigencias”. En diciembre de 2014, el banco pagó cerca de 360 millones de dólares de multa y entregó a las autoridades estadounidenses los datos de 1.500 clientes que habían eludido al fisco vía Suiza gracias a la colaboración de Leumi, práctica que también llevaron a cabo el primer y el cuarto banco de Israel.
Con la sapiencia de quien en una extensa carrera ha pasado por el Gobierno, la universidad, el sector financiero y de telecomunicaciones y ha sobrevivido a las peores turbulencias, Brodet posa con una sonrisa en la sede de Garrigues en Madrid y repite grandes ideas golpeando suavemente con un dedo en la mesa, como un profesor empeñado en que llegue el mensaje. A veces, incluso, responde con una sobriedad que sonaría a soberbia si no fuera por el tono amable.
REFORMA FINANCIERA
El sistema financiero israelí está inmerso en una reforma impulsado por el ministro de Economía, Moshé Khalón. Dentro del proceso, las autoridades investigan si hace falta más competencia en la banca. “No tengo miedo ni me molesta que exista ningún comité porque hace más de 20 años que estoy metido en política y llevé varios de estos comités. Las críticas a los bancos van en el paquete del malestar social por otras cosas, en Israel y en otros países, pero el Estado israelí no se gastó un shekel en los bancos durante la crisis de 2008 porque somos responsables”, asegura.
En la segunda mitad de 2011, cientos de miles de personas protestaron en Israel por la creciente desigualdad dentro una economía que todavía hoy marcha a buen ritmo en términos macroeconómicos. Las protestas dejaron huella y, a pesar de que fueron aceptadas algunas peticiones ciudadanas a través del comité de expertos creado por el Gobierno y encabezado por profesor Manuel Trajtenberg, el descontento persiste.
Brodet se pone el sombrero de conferenciante (Universidad Hebrea de Jerusalén, Ben Gurion del Neguev, Haifa) y disecciona el problema: “Sufrimos lo mismo que otros países, pero de forma acentuada. Lo estamos haciendo bien gracias a la tecnología y a la globalización. Y este progreso se basa en una fuerza de trabajo muy bien educada, imaginativa y con mucha iniciativa. Hay un mercado en el que las empresas globalizadas y muy avanzadas pagan muy bien a sus empleados. Mientras, los que trabajan fuera de este sector ganan mucho menos. La globalización y la innovación hacen que Israel esté dividido en dos economías y la desigualdad está basada en esto. La diferencia en realidad está condicionada por la educación”.
¿Solución? “Subir los impuestos a los que más tienen sería un remedio, pero no creo que funcione. La clave está en ampliar el acceso a la educación superior”, responde dejando que se note la huella de ese planificador que trabajó durante tres décadas en distintos ámbitos del Ministerio de Economía, incluida una estancia (1968 y 1982) como director de la Autoridad de Planeamiento Económico y otra como subdirector de Industria y Comercio en pleno declive y destrucción de la economía israelí, allá por el año 1984. De aquello no queda ni rastro en la realidad económica actual y poco en el discurso de Brodet, mucho más interesado en hablar del presente. Superviviente nato, entre 1995 y 1997 volvió a la Dirección General del Ministerio de Economía, con Simon Peres primero y con Benjamín Netanyahu después.
Pocos de los problemas de entonces son los de ahora. El más acuciante es el de la vivienda, germen de las protestas de 2011 y vivero de votos para nuevos partidos como Kulanu. “Si hay algún problema no es por culpa de los bancos. Hay una contexto de intereses cercanos al 0% que hace que la gente compre como inversión y haya demasiada demanda. Pero, sobre todo, es una cuestión de falta de oferta y exceso de burocracia. Si se consigue liberar suelo y eliminar las trabas burocráticas el asunto se puede solucionar en pocos años”, resume.
CIUDAD TECNOLÓGICA
Nada sencilla es, sin embargo, la historia y el presente de Jerusalén, ciudad sin la que no se entiende el devenir de Brodet. Presidente de la Fundación Jerusalén desde 1998, su entusiasmo al hablar de la ciudad es evidente. “Tiene que entender que Israel es muy complejo y la complejidad de Jerusalén es mayor todavía. Es un microcosmos de la realidad compleja de Israel. Nos contemplan 3.000 años de historia y somos el centro de las tres principales religiones monoteístas. Esto puede verse como una bendición o una pesadilla, pero hay que transformarlo en una oportunidad”.
En una reciente entrevista, el político y emprendedor israelí Eril Margalit, reflejó las ganas que hay para convertir a Jerusalén en un centro de innovación e inversión. No hace falta preguntarle a Brodet si comparte ese entusiasmo, la respuesta llega antes que la pregunta: “En Jerusalén está la Universidad Hebrea, no sólo la más importante de Israel sino una de las cien primeras del mundo. Tenemos unos servicios médicos muy buenos y buenos colegios. Buenas infraestructuras para hacer negocios, parques tecnológicos desarrollados. De hecho, en Jerusalén no se encuentra trabajo en la industria tradicional”, explica.
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