Draghi descarta retirar las compras masivas de bonos antes de tiempo
El Banco Central Europeo eleva previsión de inflación de 2015 al 0,3%
Vuelven la inflación y el crecimiento, si bien a ritmos muy pobres. Pese a esa leve mejoría, el Banco Central Europeo (BCE) anunció ayer que no tiene ninguna intención de reducir el ritmo de compras de activos o de terminar antes de tiempo con ese revolucionario programa, que ha permitido a Europa recuperar sus signos vitales. Una retirada prematura no entra en los planes de Fráncfort, dijo el jefe del BCE, Mario Draghi, frente a quienes piensan —básicamente, en Alemania— que se ha extralimitado. Con los tipos de interés próximos al 0% para mucho tiempo, Draghi invitó a los mercados a acostumbrarse a convivir con altos niveles de volatilidad.
El BCE emprendió una auténtica revolución en marzo, con las compras multimillonarias de activos que tan mal han sentado en las escuelas de pensamiento económico más ortodoxas. Después de esa pincelada para la historia, Draghi se limita a ver cómo se seca la pintura en la pared: el QE europeo —las adquisiciones masivas de bonos, por sus siglas en inglés— está aquí para quedarse. El presidente del BCE constató que la recuperación va en línea con lo previsto.
La inflación, aún en niveles muy bajos, coge aliento lentamente, el crecimiento ha vuelto pese a la aparición de algún dato menos positivo de lo esperado, y las condiciones financieras se normalizan. Frente a quienes consideran que llega tarde y tiene que hacer más, y frente a los que opinan lo contrario —que ya ha hecho demasiado—, Draghi insistió en que su política monetaria ultraexpansiva funciona al ritmo adecuado. En otras palabras: dijo que no va a modificarla ni un ápice, pese a las voces de alarma que advierten de que bajo la relativa calma actual puede estar gestándose la próxima burbuja.
Los mensajes del jefe del BCE son siempre ambivalentes, y junto a ese recado expansivo dejó un puntilloso aviso a navegantes. “Con los tipos de interés tan bajos, los mercados van a tener que acostumbrarse a estos niveles de volatilidad”, dijo en referencia a las rápidas subidas de los intereses en el mercado de deuda. Quienes esperaban una muestra de preocupación por ese flanco se llevaron un chasco. “Si fuera necesario, podemos reconsiderar el volumen y el diseño de nuestras medidas, pero ahora mismo el consejo de gobierno del BCE es unánime en que no hace falta”, subrayó.
Draghi solo ofreció en la rueda de prensa celebrada en los cuarteles del BCE un matiz nuevo; un leve y casi imperceptible movimiento. Los mercados interpretaban hasta ayer que iba a mantener el quantitative easing europeo con toda seguridad más allá de septiembre 2016, a razón de 60.000 millones mensuales, hasta sumar más de un billón de euros para reavivar la inflación. Las previsiones del sector privado, al fin y al cabo, son menos optimistas que las del Eurobanco, y si la velocidad de crucero de la economía fuera inferior a la que vaticina el BCE eso requeriría ampliar el programa de adquisiciones para devolver los índices de precios al sacrosanto 2%.
Baño de confianza
Draghi se dio un baño de confianza: subrayó que sus pronósticos están acertando, y por lo tanto entreabrió la puerta a la posibilidad de cerrar el QE en la fecha prevista, otoño de 2016, sin más dilación. En ningún caso, eso sí, tiene previsto bajar la persiana antes de esa fecha, para desesperación de los halcones (partidarios de una política monetaria menos alegre).
El mensaje fue claro: el QE acabará en septiembre del año próximo, en función de lo que suceda entonces. Draghi no se ata las manos. Fráncfort lleva con los tipos de interés en torno al 0% desde hace tiempo. Se ha embarcado en compras de todo tipo de activos, incluida la deuda pública. Y ha logrado así estabilizar las expectativas de inflación y la vuelta de un tímido crecimiento. “La inflación ha rebotado este año y la recuperación va por buen camino, aunque el crecimiento puede haber perdido algo de ímpetu”, explicó.
Draghi ve menos riesgos, pese a que a corto plazo Europa se enfrenta a un momento decisivo en breve con el enésimo capítulo de la crisis griega. Cree, en fin, que el BCE está haciendo lo adecuado: no hay burbujas, y si aparecen no pueden combatirse con política monetaria. Y apuesta por usar toda la munición. “No insistan, así lo ve el consejo de gobierno”, zanjó ante las reiteradas preguntas de la prensa germana.
Frente a quienes insisten en que Europa está a un paso de volver al borde del precipicio, Draghi sigue a lo suyo. Sí apuntó que los bajos tipos de interés están haciendo mella en las aseguradoras, pero se lavó las manos al afirmar que son los reguladores quienes deberían flexibilizar los criterios de inversión que imponen a ese sector. En el capítulo de consejos, tan habitual en sus ruedas de prensa, dejó hasta tres adicionales. Uno: pidió un “acuerdo sólido” para Grecia, que incluya “medidas prioritarias” a muy corto plazo para devolver al país a la senda adecuada. Dos: reiteró a los Gobiernos que deben seguir con las reformas. Y tres: recordó que esta crisis tiene varias cabezas, pero que se alumbró en el sector financiero, y en particular en el sector financiero estadounidense.
“No sabemos por dónde saldrá la próxima crisis”, apuntó, “pero deberíamos hacer todo lo posible para que el sistema sea más robusto y resistente. La regulación y la supervisión financiera dejaron mucho que desear en los primeros años de la pasada década. Eso tiene que cambiar”, zanjó.
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