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“El precario ve su primer conflicto con el Estado”

Guy Standing, profesor de la Universidad de Londres, defiende que "los sindicatos han entendido al precariado"

Manuel V. Gómez

La precariedad en el mercado laboral no es un fenómeno que haya comenzado con la crisis. Viene de lejos. España, uno de los países más golpeados por la crisis, lo prueba. El empleo a tiempo parcial no ha dejado de aumentar en los años de dificultades (es la única modalidad de empleo que ha crecido durante toda la crisis); pero el empleo temporal e inestable vienen de lejos (en 2006, en España llegó a superar de largo el 30%). Guy Standing, profesor de la Universidad de Londres que ha teorizado sobre los precarios como una nueva clase social, en El Precariado. Una nueva clase social, 2011, y Precariado. Una carta de derechos, 2014 (editados ambos por Capitán Swing), apunta que estos son un de los principales talones de Aquiles de los sindicatos: “Los sindicatos no han entendido al precariado, y cuando han tratado de llegar a él, han pensado que lo único que quieren es tener el trabajo más seguro. El precariado tiende a ver a los sindicatos como en contra de sus intereses, y haciendo caso omiso de todas las cstiones que les conciernen”, explica a EL PAÍS.

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 Uno de los motivos es que sus herramientas tradicionales, las de los sindicatos, como la negociación colectiva, no sirven para esta “nueva clase social”. “El proletariado ha recibido beneficios no salariales, a menudo diseñados para ayudar y recompensar el trabajo comprometido estable; el precariado no recibe beneficios no salariales”, prosigue.

“El precariado consiste en que la gente vive de empleos inseguros. Experimenta una constante sensación de transitoriedad”, desarrolla Standing en su libro más reciente. Y ahí es dónde, en su opinión, se ve la distancia entre los sindicatos y los precarios. También la de los partidos socialdemócratas, que “no han logrado alcanzar el precariado, y están pagando un alto precio electoralmente”.

Los precarios necesitan seguridad económica. Y esa llega por una renta básica no sujeta a compromisos de actividad e inserción laboral ni requerimientos de servicios de empleo, una renta de ciudadanía (más próxima a la idea inicial de Podemos) alejada de, por ejemplo, la renta mínima propuesta por UGT y CC OO hace unos días, vinculada a la búsqueda de empleo y la disponibilidad para el trabajo.

En esta línea van los reproches a los sindicatos españoles de Standing, contenidos en unas pocas páginas de los dos libros citados y expresados de forma similar, por no aceptar la temporalidad que comenzó a crecer en los ochenta y noventa, a cambio de derechos de “seguridad económica”. 

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.

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