Elecciones británicas y retos económicos
Hay mucha incertidumbre sobre las elecciones del próximo 7 de mayo en Reino Unido, pero probablemente el resultado no parece tan relevante para la economía en el futuro más inmediato como en el largo plazo.
No hay un claro favorito para formar gobierno, según las últimas encuestas. Los conservadores superan ligeramente en previsión de escaños a los laboristas, pero por segunda vez en 80 años habrá un Parlamento sin mayoría absoluta y probablemente no les bastará con la ayuda de los liberales para repetir gobierno. Tampoco una coalición entre los laboristas y los nacionalistas escoceses (que arrasarán en su zona) sería suficiente para gobernar, por lo que las negociaciones se presentan difíciles y no se puede descartar un gobierno en minoría.
En lo económico esto no debería de tener consecuencias trascendentales. Reino Unido ha capeado relativamente bien el temporal de la crisis. El PIB crecerá entre un 2,5% y un 3% este año y el que viene, y su nivel se encuentra casi un 3,7% por encima del que tenía en 2008, un resultado similar al de Alemania, el campeón de la eurozona. Una política monetaria más agresiva que la del BCE y una consolidación fiscal más lenta que en la media europea son probablemente dos razones importantes de ese éxito relativo. Y, a pesar del evidente giro a la izquierda de las propuestas laboristas, el consenso básico entre los grandes partidos sobre la necesidad de mercados abiertos y políticas económicas flexibles no ha desaparecido.
El elefante en la habitación de la próxima legislatura es una eventual consulta sobre la salida de la UE
Pero, a pesar de los buenos resultados recientes, hay algunas sombras sobre el futuro económico del país que en cierta medida han entrado en la campaña electoral. Una es la de la inmigración, donde sería deseable mantener una actitud abierta similar a la de los años anteriores a la crisis. Las propuestas conservadoras para seguir reduciendo el déficit público (los planes laboristas son menos definidos) se centran en limitar servicios sociales, en parte presionado por el debate inmigratorio que ha suscitado el auge del partido independentista (UKIP), pero olvidando que buena parte del éxito de su economía en los últimos años se sustenta en la contribución de la inmigración.
Otro reto de cara al futuro es el del bajo crecimiento de la productividad, que también está ligada al de la competitividad exterior. El país ha mantenido su pujanza en los últimos veinte años gracias sobre todo al crecimiento de los factores trabajo y capital, pero con poca contribución de la productividad. Parte de la caída reciente es temporal y se debe a los sectores más afectados por la crisis, pero éste es un tema también estructural, asociado al nivel de formación y de infraestructuras. La OCDE, de hecho, centra desde hace tiempo sus recomendaciones de reformas estructurales sobre Reino Unido en el sistema educativo. Por último, el elefante en la habitación de la próxima legislatura es un eventual referéndum sobre la salida de la Unión Europea. Es cierto que todos los partidos (salvo el UKIP) están a favor de la permanencia (“renegociada”, para los conservadores) y que las encuestas se han revertido recientemente en contra de una salida, pero hasta que no se aclare la cuestión es probable que pese en las decisiones de inversión internacionales. Será un tema a seguir para los próximos años, incluso aunque el Gobierno entrante no sea conservador.
Miguel Jiménez González-Anleo es economista jefe para Europa de BBVA Research.
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