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Moda a medida del sueño chino

La diseñadora asturiana Celia Bernardo crea su propia marca en el gigante asiático

Celia Bernardo en su estudio de Shanghái.
Celia Bernardo en su estudio de Shanghái. Zigor Aldama

“Cuando decidí abrir mi propia empresa en China muchos creyeron que estaba loca, que mis diseños atrevidos y llenos de color jamás triunfarían en un país como este”. Celia Bernardo recuerda sus comienzos como empresaria mientras supervisa hasta el último detalle de la presentación de su nueva colección. El año pasado se convirtió en la primera diseñadora española que desfila en la Semana de la Moda de Shanghái, y el pasado miércoles regresó a la pasarela con un espectáculo insolente para certificar que es una de las grandes revelaciones creativas de la megalópolis a la que llegó en 2009, “después de haber hecho la mili durante tres años en Zara”. La contrató una de las principales marcas chinas de fast fashion, Asobio, que buscaba talento entre extranjeros para llevar a cabo una gran expansión. “La experiencia me sirvió para conocer el país, descubrir el enorme potencial que tiene en el sector de la moda y decidirme a hacer realidad mi sueño”.

Celia B nació de forma precaria hace casi cuatro años. “Desde el principio tuve claro que, a diferencia de lo que hace la mayoría de marcas, quería llevar a cabo todo el proceso creativo en China: desde el diseño hasta la venta”. Ahora es la única española que trabaja de esta forma. “No fue fácil porque la mayoría de las fábricas se niega a aceptar pedidos de pocas unidades, y mis patrones además son especialmente complicados”. Así que Bernardo apostó sus ahorros y comenzó a trabajar de forma artesanal, incluso con amas de casa del barrio de Shanghái en el que vive. “Compraba los tejidos durante mis viajes y luego creaba con ellos prendas cuya seña de identidad era la exclusividad, porque ninguna era igual a otra”. Afortunadamente para ella, China todavía era un lugar relativamente económico para fabricar y sus frecuentes apariciones en la prensa local le ayudaron a ir abriendo mercado.

Ahora, además de haber inaugurado este año su primera tienda en el cotizado centro comercial Takashimaya de la capital económica de China, Bernardo vende sus diseños en tiendas multimarca de Japón, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Arabia Saudí. “Desafortunadamente, debido a la crisis económica, Europa y Estados Unidos no son mercados prioritarios”, comenta. En China, al contrario, Bernardo atisba un gran cambio generacional que consolida el potencial del mercado interno para diseñadores independientes. “Ya no es una promesa, es una realidad constatable. Sobre todo porque ha surgido la figura de una mujer profesional, independiente, que busca diferenciarse con productos que no sean de las grandes marcas”.

Perfil y proyectos

Celia Bernardo (Oviedo, 1979) estudió Relaciones Públicas y Publicidad en Asturias y llegó al mundo en Zara. Luego trabajó en el gigante del ‘fast fashion’ chino, Asobio, y después creó Celia B.

Tras la apertura de su tienda en Shanghai y la venta de sus patrones a otros países, Celia Bernardo ha decidido establecerse en el norte de Tailandia para crear su próxima colección.

El heterogéneo público que acudió al desfile de sus joviales diseños inspirados en Lisboa demuestra que Bernardo tiene clientas de todas las edades, “aunque predominan las mujeres de clase alta de entre 40 y 50 años”. Claro que, para que estas últimas se sientan más cómodas, la diseñadora alarga sus faldas mínimas y reduce los pronunciados escotes si es necesario. “Hay que ser flexible, pero con el aumento de la producción ya no soy capaz de hacer ropa tan artesanal como antes, que lleva mucho más tiempo y da más problemas”. De hecho, el éxito que ha cosechado con las cuatro colecciones que ha diseñado hasta el momento se ha traducido en un incremento de las ventas del 100% anual, un hecho que ha llevado a Bernardo a cambiar de estrategia y a estandarizar sus patrones para llegar a un público más amplio.

Ahora, además, la nueva coyuntura económica de China ha forzado otro vuelco. El aumento de los costes de producción está restando competitividad al país y la diseñadora lo nota. Por eso, en dos meses hará las maletas y se establecerá en Tailandia, “donde no hay que pegarse tanto con los fabricantes”, para trabajar en la temporada primavera-verano 2016. “No es nada fácil dar el salto de una producción limitada a otra propia de una empresa pequeña. Se requieren muchos más recursos y en China los precios están disparados. Este año me han duplicado el alquiler del estudio y la tela por la que hace unos meses me cobraban 25 ahora cuesta 30. Además, el desplome del euro —que ha perdido casi un 30% de su valor frente al yuan en poco más de un año y es la moneda en la que Bernardo cobra la mayor parte de su trabajo— hace que peligre la viabilidad de mi proyecto”, explica.

A pesar de la ralentización de la segunda economía del mundo y de las dificultades que entraña, Bernardo cree que su futuro está en el mercado chino. De hecho, la semana pasada dio un salto más al ser seleccionada por el gigante local Metersbonwe entre el reducido grupo de marcas que comercializará en la tienda online que ha lanzado para dispositivos móviles. “Es un pedido pequeño, pero si funciona ya me puedo olvidar de Europa y casi del mundo. La clientela aquí tiene mayor presupuesto que en París y está más abierta a nuevas tendencias”, sentencia. “Es algo que resulta evidente con la apertura de multitud de tiendas excéntricas que solo hace unos años era impensable encontrar en las ciudades chinas. Es verdad que hay que invertir en marketing y que cuesta deslumbrar porque el sector está cada vez más saturado, pero confío en que el proceso continúe. Lo que está claro es que la era de fabricar barato en China ha acabado”.

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