“Hay que fijar qué es actividad ‘amateur’ y qué profesional”
El gurú español de la economía colaborativa cree que es necesaria una clasificación
Albert Cañigueral (Barcelona, 1977) es el gurú español de la economía colaborativa. Ingeniero de formación y fundador del blog consumocolaborativo.com, es miembro de la plataforma OuiShare, un punto de encuentro de la sociedad de la compartición. El ruido del coworking en el que trabaja en Barcelona se cuela en la conversación. Está a favor de regular la actividad de las empresas que se amparen bajo el paraguas colaborativo, pero no con las mismas condiciones que una empresa tradicional: apuesta por hacer más accesible la conversión del ciudadano en un agente productor.
Pregunta. ¿Qué está pasando en la economía?
Respuesta. Están renaciendo ideas que complementan la manera actual de hacer las cosas. Cuando viajas puedes ir a un hotel, hacer coachsurfing o intercambiar tu casa. Pues esto mismo ocurre en muchos sectores, se está abriendo un abanico de opciones. No vienen con ánimo destructivo, cada vez veremos más innovaciones que fusionan el modelo tradicional y el nuevo.
P. ¿Crece en todos los países por igual?
El futuro del trabajo va a cambiar: una persona generará ingresos activando el valor de cosas
R. Depende de la cultura digital que se tenga y del entorno. Internet ha cambiado nuestra manera de pensar. Por ejemplo, eBay ha hecho que confiemos en un desconocido. Pero en algunas zonas de América Latina compartir coche con alguien que no conoces, por ejemplo, es más difícil por el bagaje de violencia que acumulan. Europa está muy desarrollada en este sentido, Francia está a la cabeza, y luego España, Inglaterra y Holanda. EE UU hace buen marketing, pero el cambio cultural en España es mayor.
P. ¿Dónde está el límite entre el modelo tradicional y el colaborativo?
R. Nos faltan datos para fijar fronteras. Hay que hacer estudios de impacto económico y social para establecer qué es actividad amateur y qué profesional. No es lo mismo tener un hotel con 100 camas que alquilar una habitación de vez en cuando.
P. Uber, ¿sí o no? Airbnb, ¿sí o no?
R. No defiendo empresas, sino el derecho de los ciudadanos a producir valor. La gente puede generar ingresos, lo que no puedes es entrar como un elefante en una cacharrería. Uber pone sobre la mesa el debate sobre el sistema del transporte, pero no cumple con los valores colaborativos.
P. ¿Los conductores de Uber tendrían que pagar impuestos y tener licencia?
R. Licencias sí, aunque no estoy seguro de que deban ser como las del taxi. California ha creado una ad hoc para estos servicios, es un modelo a seguir. El fenómeno está en evolución y exige una taxonomía.
P. La economía colaborativa busca consumir de manera más sostenible, lo que provoca disminuir la producción… ¿Cómo será un mundo en el que se genere menos y por tanto se necesiten menos empleos?
R. Yo preguntaría cómo sobrevivimos en un mundo a la deriva. La situación actual no es sostenible. Fijamos la mirada en el PIB como único objetivo financiero, eso nos convierte en miopes. El futuro del trabajo va a cambiar: una persona generará ingresos desde diferentes fuentes, algunos ofreciendo su tiempo, otros activando el valor de cosas.
P. La economía colaborativa se defiende como democratizadora, pero no ataja las diferencias entre ciudadanos.
R. Sigue siendo una actividad elitista y de un usuario de nivel socioeconómico alto, con buena cultura digital, que excluye a amplios segmentos de la población. Pero ocurría lo mismo cuando empezó Internet y ahora se ha normalizado. Estamos al inicio del proceso y se le exige una madurez que aún no le corresponde. Pido un poco de calma y proactividad. Hagamos que crezca bonito y sano.
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