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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Algo se mueve

Es posible albergar algún grado de optimismo en cuanto a nuestras posibilidades de construir un futuro tecnológico

José Luis Leal

España es el país que cuenta con el mayor número de pequeñas empresas seleccionadas por el programa europeo Horizonte 2020, cuyo objeto es apoyar a las pymes innovadoras. Se trata de una buena noticia que demuestra que algo se está moviendo en nuestro país y que, a pesar de las inmensas dificultades de todo tipo que complican el desarrollo empresarial en España, hay iniciativas capaces de superar los obstáculos y llevar a buen puerto ideas innovadoras.

El Programa 2020 cuenta con un llamado Instrumento para pequeñas y medianas empresas que dispone de unos fondos de alrededor de 3.000 millones de euros para el periodo 2014-2020. El objetivo principal es ayudar al desarrollo y consolidación de pymes “altamente innovadoras, con una ambición comercial clara y con un potencial de elevado crecimiento e internacionalización”. Los campos cubiertos son muy amplios y van desde la alimentación o la salud hasta el espacio, pasando por las materias primas o la biotecnología. En una primera fase, el programa prevé para las empresas seleccionadas una ayuda de 50.000 euros para perfeccionar sus proyectos. En fases ulteriores se prevén financiaciones que van desde 500.000 euros hasta 2,5 millones o más, y también apoyos adicionales tanto en el ámbito de la asesoría como en el de la comercialización de los productos y servicios de las empresas seleccionadas.

España fue el país que más proyectos presentó (420 de un total de 2.379); también fue el país con más proyectos seleccionados (39 de un total de 155) y uno de los países con mayor índice de éxito en relación con el número de proyectos presentados (9,3% frente a la media de 6,8%). El campo en el que se seleccionaron más propuestas fue el de las innovaciones susceptibles de abrir nuevos caminos (open disruptive innovation), con nueve proyectos retenidos de un total de 29, seguido por el del llamado transporte verde, la innovación ecológica, los instrumentos de diagnóstico y los biomarcadores.

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Es posible, pues, albergar algún grado de optimismo en cuanto a nuestras posibilidades de construir un futuro tecnológico que nos permita situarnos entre los países más desarrollados. Sabemos que el volumen de investigación en España no es comparable con el de los países más avanzados, pero ello no obsta para que, a pesar de los recortes propiciados por la crisis, en España exista investigación de buena calidad susceptible de aplicaciones prácticas interesantes. Nunca se dirá bastante que el dinero dedicado a investigación y desarrollo es, si se distribuye primando el mérito sobre cualquier otro criterio, una de las llaves que pueden abrirnos las puertas de un futuro mejor. El esfuerzo realizado en los años de bonanza en este campo ha dado resultados y debería animar a nuestros responsables a seguir cuanto antes por el camino emprendido con decisión y perseverancia: nada mejor para ofrecer empleos de calidad a los jóvenes que salen del sistema educativo.

También es importante interrogarse sobre los mecanismos de transmisión del saber científico a las empresas pequeñas y medianas. Las llamadas OTRI (oficinas para la transmisión de los resultados de la investigación) han desempeñado en algunos casos un papel interesante, pero hay otros muchos caminos que pueden acelerar la aplicación práctica de los resultados de la investigación, de entre los que cabe destacar los promovidos por las sociedades de capital-riesgo, tanto públicas como privadas.

El trecho que va del laboratorio a la distribución no es fácil ni evidente. En primer lugar, para que un descubrimiento llegue al estadio de la distribución comercial es preciso patentarlo para que la empresa que quiera utilizarlo esté razonablemente protegida de la competencia desleal. En este terreno nuestro retraso es bastante notable, ya que el número de descubrimientos que se patentan en España no guarda relación con el número de publicaciones de nuestros investigadores en las revistas científicas homologadas. Es posible que las trabas burocráticas o el simple coste del registro de patentes desempeñen un papel disuasorio, pero probablemente hay causas más profundas que concurren a la hora de explicar el porqué de esta situación. Cabe pensar que la separación, a menudo radical, entre el mundo de la investigación y el de la empresa tenga algo que ver con ello. En cualquier caso no parece razonable cargar exclusivamente a los investigadores con las tareas burocráticas de patentar sus descubrimientos o de buscar recursos adicionales para financiarlos. Lo que sí es posible es ayudarles a gestionar sus laboratorios siempre y cuando estén de acuerdo con ello. La experiencia indica que no se trata de una tarea sencilla, pero lo que parece claro es que merece más atención, pública y privada, de la que se le dedica.

Tampoco es sencillo encontrar financiación privada a la hora de invertir en empresas pequeñas que han demostrado su capacidad innovadora. Los mercados de capitales en España son estrechos y relativamente poco diversificados, y además el inversor español huye del riesgo, prefiere la seguridad de la renta o la ganancia a corto plazo a las incertidumbres de los plazos más largos con mayor expectativa de beneficios. La consecuencia inevitable es que las empresas innovadoras suelen terminar en manos de inversores de otros países más dispuestos a afrontar riesgos, y con ello perdemos oportunidades de mejora y empleo en nuestro país al madurar los proyectos fuera de nuestras fronteras.

Es evidente que hay que realizar un esfuerzo importante en investigación y desarrollo y encontrar caminos adecuados para la financiación de quienes parecen capaces de desarrollar nuevas ideas. El informe que realiza periódicamente la OCDE sobre la situación de la ciencia y la tecnología en la industria es bastante revelador. En líneas generales, gastamos en investigación y desarrollo menos que los países de nuestro entorno, que dedican entre el 2,5% y el 3% del PIB a estas tareas, frente al poco más del 1,3% que dedicamos nosotros. Estamos, en líneas generales, algo por delante de Italia, pero lejos de Francia o Alemania, y aún más de los países nórdicos. Es cierto que a principios de este siglo apenas llegábamos al 1%, por lo que hay que reconocer que se ha realizado un esfuerzo que ha empezado a dar sus frutos.

Uno de los campos en los que estamos relativamente bien situados es el de la biotecnología, y no es casualidad que se trate de un ámbito al que se le ha dedicado algo más de atención. Pero el futuro no solo está hecho de esta materia, por lo que hay mucho camino por recorrer. Nuestro país no es un páramo en vías de desertización. Hay ideas e iniciativas y, aunque el camino para llevarlas a la práctica sea más arduo que en otros países, cabe esperar que poco a poco prosperen y que el entorno institucional mejore y les sea algo más favorable. [CUADRADO]<SC200,74> 

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