Desde el canon por usuario a la subvención y a los ingresos por publicidad
La financiación de las cadenas públicas de televisión acaparó titulares esta semana, después de que la BBC británica pidiera que el canon obligatorio con el que se financia y que pagan los usuarios se amplíe a los contenidos emitidos por Internet.
El director general de la BBC, Tony Hall, alegó en una conferencia en Oxford (Inglaterra) que la calidad y la popularidad de los programas de la cadena se deben precisamente a la existencia de este canon, criticado por aquellos que preferirían unos ingresos por publicidad o que abogan por que éste sea compartido con otras televisiones.
En Europa la financiación de las televisiones públicas es variopinta.
El pago de un canon es la fórmula a la que recurre el Reino Unido, Alemania, Austria y los países escandinavos, aunque con distintos matices.
En el Reino Unido se aplica a los usuarios, mientras que Alemania financia a sus dos televisiones públicas, la ZDF y la ARD, con un canon para todos los hogares alemanes, ya tengan televisión o no. En 2012 el Estado alemán recaudó 181,9 millones de euros por este concepto.
El modelo principal de financiación de las televisiones públicas en los países escandinavos también es a través del pago de un canon, que deben asumir todos los poseedores de un aparato de televisión y que en los últimos años, debido al desarrollo tecnológico, se ha hecho también extensivo a quienes poseen un ordenador u otros aparatos susceptibles de recibir retransmisión de televisión en directo.
En Austria es obligatorio registrar todos los aparatos que se usan para recibir la señal de radio y televisión en el hogar o la oficina, incluidos ordenadores y teléfonos móviles, y pagar la correspondiente tasa. La mayor parte de la recaudación va a parar a la caja de la radiotelevisión pública ORF para financiar su programación.
El impago del canon en todos estos países está castigado con multas.
Otro sistema de financiación es el que combina la recaudación de un canon con los ingresos por publicidad, como es el caso de Italia, con la RAI, y el de Irlanda con la RTE.
En Francia, el conglomerado de televisiones públicas se financia a través de una aportación de dinero público (en parte recaudado a través de una tasa que paga cada domicilio con un televisor), de ingresos publicitarios y de acuerdos de patrocinio.
En 2014, el organismo tendrá un presupuesto total de 2.491 millones de euros -un 0,3 % menos que en 2013- con el que hacer funcionar seis cadenas de televisión (France 2, France 3, France 4, France 5, France Ô y Outre-mer 1ère) y se estima que incurrirá en unas pérdidas de 40,5 millones de euros.
En la vecina Bélgica, la radio televisión pública de la Federación Valonia-Bruselas (RTBF) es desde 1997 y por decreto una empresa pública autónoma de carácter cultural, que goza de una cierta autonomía y se financia casi en un 75 % con las subvenciones que recibe de la Federación.
Frente a las televisiones como la belga y la española, que dependen en gran medida de las subvenciones públicas, está el nuevo esquema aprobado recientemente en Portugal, donde la RTP no recibe ninguna transferencia directa de los presupuestos del Estado.
Los cerca de 200 millones por año que necesita la RTP para sobrevivir deben proceder, según sus administradores, de la publicidad y de una "contribución audiovisual" que pagan todos los hogares lusos a través de la factura de la luz, la cual supone más del 75 % de todos sus ingresos.
En Estados Unidos, la Public Broadcasting System (PBS), fundada en 1970, es una red pública, sin fines de lucro, que cuenta actualmente con 354 estaciones miembros y es la mayor proveedora de programación para sus estaciones.
La financiación de sus programas, entre ellos Sesame Street (Barrio Sésamo), Masterpiece, Frontline, y PBS Newshour, proviene de una variedad de fuentes: las cuotas que pagan las estaciones miembro, la Corporación para Difusión Pública, agencias del gobierno, fundaciones, empresas y ciudadanos privados.
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