De Moscú a Sochi
Los Juegos Olímpicos de invierno que se celebran en Sochi son los primeros organizados por Rusia desde los Juegos Olímpicos de verano celebrados en Moscú en 1980, en la época de la Guerra Fría. Evidentemente, en ese tiempo mucho ha cambiado políticamente, pero los Juegos actuales brindan también una oportunidad para volver la vista a la historia económica reciente de Rusia y, además, atisbar el futuro.
Muchos que recuerdan el desplome de la Unión Soviética en 1991 y sus tumultuosas consecuencias creen que la economía actual de Rusia debe de estar empobrecida e inestable y muy retrasada respecto de la China en auge. Se equivocan. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la renta por habitante de Rusia en 2013, calculada en paridad de poder adquisitivo, asciende, aproximadamente, a 18.600 dólares, casi el doble de la de China, que asciende a unos 10.000 dólares, y, según los datos del Banco Mundial, la pobreza extrema es cercana a cero, frente al 11,8% de China en 2009 (el año más reciente sobre el que se dispone de datos).
Sí, la economía de Rusia ha estado impulsada recientemente no solo por unas políticas macroeconómicas racionales, sino también por unos precios altos del petróleo y del gas. En realidad, el desplome de los precios del petróleo después de 1985 contribuyó a la grave crisis económica en la Unión Soviética y en Rusia al final del decenio de 1980 y a comienzos del de 1990. Se trata de un dato importante, ya que las reformas económicas aplicadas por el expresidente de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, y el expresidente de Rusia, Borís Yeltsin, afrontaron fuertes vientos de cara.
Durante dos años (1992-1993), yo fui asesor en materia de macroeconomía del primer ministro Yegor Gaidar y del ministro de Hacienda Borís Fiódorov para intentar ayudar a Rusia a acabar con la inflación elevada y las escaseces extremas que caracterizaron los últimos años de la era soviética e iniciar su transición a una economía mercado. Recomendé una estrategia de estabilización macroeconómica que había dado resultados excelentes en Polonia y que requería la asistencia financiera oportuna de Estados Unidos, Europa y el FMI, como la que había recibido Polonia.
Lamentablemente, Occidente no prestó la asistencia financiera necesaria, en contra de las recomendaciones mías (y de otros), y el consiguiente desastre económico y financiero fue más grave. En aquel momento, yo atribuí la inacción occidental a la incompetencia del Gobierno de EE UU y del FMI. Al volver la vista atrás, resulta claro que hubo también una estrategia deliberada por parte de los neoconservadores de EE UU, como, por ejemplo, el entonces secretario de Defensa, Dick Cheney, para debilitar al nuevo Estado ruso. El Gobierno de EE UU fue también cómplice a mediados del decenio de 1990 en el saqueo de la propiedad estatal rusa, incluidos los activos petroleros que se estaban privatizando sin escrúpulos.
Lo bueno es que Rusia pudo recuperarse de la terrible situación de aquellos años, si bien no gracias a Occidente ni al Gobierno de EE UU. La economía de mercado de Rusia, pese a estar muy afectada por la corrupción, arraigó. Después de varios años de luchas políticas intestinas y retrasos innecesarios, se logró la estabilización macroeconómica y se reestableció el crecimiento económico de Rusia, sobre todo porque los precios del petróleo y del gas empezaron a subir. De 2001 a 2003, el PIB de Rusia creció a una sólida tasa anual media de 4,4%.
Rusia logró también en gran medida una estabilidad financiera. El FMI ha situado la inflación de Rusia en 2013 en el 6,9%, con un desempleo del 5,5%, mientras que el déficit presupuestario fue de solo el 0,3% del PIB. Además, las reservas de divisas de Rusia ascienden a la bonita suma de 500.000 millones de dólares.
Rusia tiene también un enorme, y aún subdesarrollado, potencial en muchas industrias mundiales de tecnología compleja.
Pero Rusia podría alcanzar un éxito aún mayor basando su economía en dos motores del crecimiento, en lugar de uno. El petróleo y el gas seguirán impulsando intensamente a Rusia en los próximos años, sobre todo cuando China pase a ser un cliente importante. Sin embargo, Rusia tiene también un enorme, y aún subdesarrollado, potencial en muchas industrias mundiales de tecnología compleja.
Durante la era soviética, Rusia produjo una gran diversidad de productos industriales basados en la tecnología, desde aeroplanos hasta computadoras, pasando por maquinaria avanzada. A diferencia de la industria china, las ramas manufactureras de Rusia estuvieron casi completamente excluidas de los mercados mundiales por la Guerra Fría y la planificación soviética. Cuando la Rusia postsoviética se abrió al comercio, sus empresas industriales iban muy a la zaga de las tecnologías de vanguardia, sobre todo en el dinámico sector de las tecnologías de la comunicación y la información (TCI).
Muchas industrias se desplomaron por el abandono, la falta de socios internacionales y el caos financiero. Las que sobrevivieron lo hicieron a duras penas, con una producción muy reducida y destinada principalmente al mercado exsoviético.
Rusia tiene los conocimientos técnicos, una ingeniería competente y una base de recursos naturales para llegar a ser una competidora mundial en una diversidad de importantes industrias de tecnología avanzada, incluidas las de energía nuclear, aviación comercial, tecnología espacial comercial (incluidos los satélites y el GPS), instrumentos y programas de TCI, vehículos eléctricos, ferrocarriles de alta velocidad, petroquímica y equipo pesado para los sectores de la minería y los hidrocarburos. Todas esas industrias se beneficiarán de un enorme aumento potencial de la demanda en los mercados grandes, como los de China, África e India.
Pero, para lograr un crecimiento a largo plazo encabezado por las industrias de tecnología compleja, hace falta una atmósfera de negocios que fomente la inversión del sector privado, incluida la apertura a los participantes extranjeros. Además, el ambiente social y político debe ser propicio para una fuerza laboral especializada en tecnología avanzada, que brinde una calidad de vida atractiva, garantice las libertades civiles y apoye el espíritu empresarial y la creatividad. Por último, las políticas económicas deben fomentar los avances tecnológicos y la cooperación técnica mundial en sectores prometedores.
Resulta notable que Rusia haya concluido recientemente un acuerdo para financiar una central nuclear en Hungría y parece probable que haga lo mismo en Turquía. La demanda de energía nuclear aumentará como parte de las medidas mundiales encaminadas a descarbonizar el sistema energético mundial. Los nuevos reactores de Rusia parecen seguros y competitivos con los producidos en otros países. De forma similar, podríamos ver aviones civiles de construcción rusa entrando en el mercado mundial en asociación con empresas internacionales, en particular las que pueden trabajar con empresas rusas en la aeronáutica avanzada de las TCI.
Allá por 1991, muchos pensaban que Rusia no podría acabar con la inflación elevada, ni adoptar una economía de mercado, ni competir eficazmente en los mercados mundiales. Dos decenios después, Rusia ha demostrado que los escépticos se equivocaban. Sí, Rusia sigue dependiendo demasiado del petróleo y del gas y debería avanzar más en materia de transparencia, apertura y competencia en los negocios y la gestión. Sin embargo, la tendencia es positiva: Rusia ha llegado a ser una economía de mercado estable y con ingresos elevados y tiene unas sólidas perspectivas de crecimiento rápido del PIB y avances en materia de tecnología compleja en los próximos años, si aplica una estrategia económica sensata.
Jeffrey D. Sachs es profesor de Desarrollo Sostenible y de Política y Gestión de la Salud y director del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia. También es asesor especial del secretario general de Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Traducido del inglés por Carlos Manzano
© Project Syndicate, 2014.
www.project-syndicate.org
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