José Cosmen, la fuerza del ejemplo
El mayor logro del empresario asturiano fue transformar Alsa en la mayor compañía de transporte por carretera de España
En el mundo empresarial, en el ámbito financiero, político o cultural, incluso en la pura esfera personal, resulta difícil en estos tiempos encontrar figuras que puedan transmitir de forma simultánea convicción y devoción, que sean capaces de suscitar al mismo tiempo un estímulo y una esperanza. Para ello hace falta un temple, un carácter y una generosidad muy especiales.
Jose Cosmen Adelaida es una de esas figuras, plena de virtudes y méritos, al tiempo humilde y siempre dispuesta a llenar lagunas o corregir defectos, basada en una fuerza a la que resulta difícil resistirse, la del ejemplo, una pedagogía infalible, la única en realidad creíble y eficaz.
Con ocasión de su muerte, acaecida el pasado 1 de diciembre en Oviedo, son muchos los aspectos y dimensiones de su trayectoria y semblanza que podrían destacarse. Pero hay tres que en mi opinión resultan esenciales para comprender y valorar su grandeza, su honestidad y su integridad.
En primer término, desde luego, fue un gran emprendedor, que nunca se conformó y que supo, sin estridencias ni arrogancia alguna, crear un gran grupo empresarial, basado en tres grandes valores: trabajo, excelencia e innovación, que le permitieron adaptarse de forma sucesiva a los grandes retos de las últimas décadas. Sus logros son bien conocidos, en particular la transformación de Alsa, empresa de la que fue primero competidor, luego accionista y directivo y finalmente propietario e impulsor, en la compañía más relevante del transporte de viajeros por carretera en España. Con el paso de los años, supo afrontar muy diversas exigencias, con la internacionalización primero -con China como supuesto más patente de espíritu pionero- con la diversificación después, y con la sabiduría de propiciar en vida el tránsito de sus hijos a la gestión del grupo familiar finalmente.
En segundo lugar, fue Pepe Cosmen un asturiano abierto al mundo. Asturias nunca dejó de ocupar su corazón ni de exigir sus esfuerzos, con incontables iniciativas dirigidas a promover su tierra y mejorar su vida económica y social. Todo ello, sin embargo, sin el menor localismo, sin pedir nada a cambio y sin dejar de mostrar un permanente respeto y curiosidad por otras tierras, otros pueblos y otras realidades.
Por último, y siendo todo lo demás de gran importancia, no hay nadie que no le haya conocido que no destaque su extraordinaria humanidad, su cercanía, su capacidad de escuchar, su generosa y respetuosa aproximación a cualquier problema, por delicado o complicado que fuera. Fue, sobre todas las cosas, un hombre bueno. En todo el tiempo que tuve la suerte de compartir con él, siempre sentí la impresión de que no había cuestión que no pudiera abordarse ni incógnita que no pudiera resolverse, con la única excepción (sin ellas la vida sería muy aburrida) de solventar un enigma familiar muy asturiano, sobre qué iglesia es más grande, si la de su Cangas natal o la de Salas, de donde es su mujer, María Victoria Menéndez-Castañedo, motor permanente y gasolina a la vez del propio Pepe y de toda la familia Cosmen.
Es difícil asumir el vacío que un hombre como Pepe Cosmen deja en su partida, pero es todavía más difícil dejar una huella como la que deja en todos los que le conocimos. Desde el emocionado recuerdo a su figura, tengo la convicción de que conseguirá, como ansiaba Borges, que su muerte sea tan inverosímil y extraordinaria como fue su vida. Y creo que le gustaría saber que todos los que compartieron con él su denso recorrido humano, en particular sus ocho hijos, que siempre fueron su último sentido y su esperanza, tienen, tenemos, un deber de memoria, de recordar su ejemplo y de seguirlo.
Pablo Mayor Menéndez es abogado del Estado
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