"El Marco Rojo", el fotoperiodismo hecho boda
Víctor Martí y Antonio Trigo son dos grandes contadores de historias que, objetivo en mano y discreción en estilo, han creado tendencia en España y hecho escuela en un terreno difícil por lo efímero, lo íntimo y hasta caprichoso: las bodas. Su éxito ha sido trasladar el periodismo de calle al enlace.
Dos reporteros de televisión reconvertidos a la fuerza en fotógrafos a causa de un ERE, y triunfadores siete años después, en lo personal y en lo profesional, porque inmortalizar bodas les hace "felices" o porque El Marco Rojo está entre las mejores firmas del mundo, según la Wedding Photojournalist Association (WPJA), una de las principales organizaciones internacionales del sector.
"No es que quisiéramos ser más originales, aplicábamos lo que hacíamos en las noticias, lo trasladamos al mundo de las bodas y a la gente le encantaba porque era muy natural", explica a Efe Estilo Víctor Martí.
Lo que empezó con una decisión difícil, aliñada con "palmaditas en la espalda" de amigos y compañeros que veían el mundo de las bodas como residual y vergonzante, se convirtió en admiración y negocio. Lo curioso es que todo fue fruto de un "impulso", sin análisis de mercado, como explica la tercera "pata" de la empresa, Fátima Sancho, exproductora de televisión y hoy productora de www.elmarcorojo.com.
"Hacer bodas no fue un planteamiento a priori, empezamos con fotos de niños", con quienes conseguían una gran "complicidad" en ese buen saber estar y no estar para que el retratado no se sienta capturado.
El boca-oreja funcionó solo, las redes sociales ayudaron, "muchísimo Facebook", y la fotografía de autor les consolidó. Las novias y su universo femenino, hermanas, amigas y conocidas provocaron un árbol genealógico de satisfacción que traspasó fronteras.
"Casi todas las bodas que hacemos son judías", explica Martí, aunque trabajamos "en todo el mundo" porque la fotografía "es universal". Un lenguaje que les lleva a retratar novios desde Latinoamérica -sobre todo Miami y Venezuela- hasta Moscú y Hong Kong.
Una proyección que le permite tener colaboradores asociados, formados a su imagen y semejanza, que llegaron como becarios "para que no estuvieran contaminados con el mundo boda" y que se quedaron.
Se dice que un gran fotógrafo de boda debe ser bueno retratando arquitectura, bodegones y, por supuesto, personas en el archicalificado día más importante de una vida, elevando la fotografía a la categoría de arte porque de sus fotos salen sentimientos que cuentan historias más allá de lo visible.
Una corriente que nació en los países anglosajones y que tiene exponentes como David Pullum, nominado como uno de los diez mejores fotógrafos de bodas de Reino Unido.
Esta vertiente del fotoperiodismo, fuente de inspiración y formación para Víctor Martí y Antonio Trigo, les ha proporcionado libertad de creación: "Hemos llegado adonde hemos llegado porque ha habido creatividad absoluta, no estamos coaccionados por ninguna petición de fotografía, somos afortunados, no es lo normal", explican.
Una tradición visual de peso en Estados Unidos, donde una novia tiene claro el orden de prioridades. Antes, incluso, que la elección del vestido, está la búsqueda del fotógrafo, después el traje y complementos y por último el lugar donde se va a casar.
En España, "hay pocas" novias con ese perfil, son escasas las parejas que tienen como prioridad la elección de fotógrafo, "lo normal es que vengan a ti cuando ya tienen todo prácticamente cerrado y el presupuesto repartido", explica Fátima Sancho.
El "boom" de este tipo de fotografía llega ahora a las escuelas de imagen españolas que "ven" la demanda, algo "impensable" hace unos años. "Empiezan a venir fotógrafos de Estados Unidos, México e Inglaterra a impartir talleres", clases magistrales que también aprovechan Víctor y Antonio para "seguir creciendo".
Observar el mundo ralentizado, en instantes, casi con una obsesión compulsiva, en planos, encuadres y contrastes lumínicos, es ese talento que hace que una boda se sublime como arte.
Lourdes Esmorís.
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