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El perfil de los nuevos desahuciados

A las parejas de inmigrantes o jóvenes de comienzo de la crisis, se van sumando familias que tenían una situación económica estable

Constancia y Carmen. Una, en Getafe y la otra en Seseña (Toledo). Dos caras que responden al perfil de los nuevos desahuciados. Alejados de aquellas parejas de inmigrantes o de jóvenes –los primeros que entraron masivamente a finales de la pasada década en los procedimientos de ejecución–, los que se ven ahora en grandes apuros para pagar la hipoteca o, definitivamente, ya han sido desahuciados, responden a familias que entonces parecían tener una situación económica más o menos estable, pero que la perseverancia de la crisis les ha abocado al mismo destino, el de perder su casa.

"Familias que utilizaron sus bienes personales para financiar su empresa porque creían en su proyecto. Hipotecaron y avalaron operaciones de refinanciación con su vivienda, además de pedir dinero prestado a todo aquel que se lo quisiera dar”, cuentan desde la Asociación de Afectados por Embargos y Subastas (AFES).

A Constancia López, de Getafe, no han llegado a embargarle su casa, pero poco le ha faltado por las circunstancias familiares, que llevaron a su hijo y a su exmarido a perder sus respectivas propiedades y empresas.

"Después de quitarles la casa, fui al banco a pedir una línea de crédito para crear una sociedad con la que ambos pudieran seguir trabajando como empresarios del transporte, y me dijeron que sí, siempre que avalara el préstamo con mi propia casa. Les dije que no, claro”, cuenta apesadumbrada esta profesora. Era la única fórmula, a la desesperada, que vio Constancia para que pudieran seguir trabajando en el transporte, “pero les cerraron todas las puertas”, puntualiza.

La reunificación de las deudas, siguiendo el consejo de un empleado de  la Caja de Ahorros del Mediterráneo, duplicó las su deuda

Tanto su hijo como su exmarido habían sido empresarios del transporte toda su vida, y las cosas les iban más o menos bien, con ingresos que les permitían hacer frente a los gastos son solvencia. Pero primero uno y luego el otro –“mi marido y yo le dimos todo lo que pudimos”, se lamenta Constancia– se quedaron sin casa y prácticamente sin empresa. La del hijo, un unifamiliar que le había costado 220.000 euros y del que había pagado la mitad al aportar una buena entrada, y, en el caso de su entonces cónyuge, un piso –también en Getafe– comprado por 312.000 euros.

Ya sin casa, el hijo, diabético y con varios comas a sus espaldas, sobrevive con los ingresos que obtiene trabajando en el bar de su cuñado, mientras su padre, desahuciado con 61 años, se encuentra inmerso “en una tremenda depresión”.

Las reticencias de los bancos a renegociar y cerrarse en banda las conoce bien Carmen Barroso, de 58 años. Una trabajadora por cuenta propia para la multinacional aseguradora AXA desde hace 20 años, justo cuando se quedó viuda. Rehizo su vida con su actual pareja y, en 2004, tras vender un piso en Getafe, cancelando la hipoteca, se compraron un chalé en Seseña, en la urbanización promovida por el empresario Francisco Hernando, El Pocero.

Funcionaban bien. Entre ambos ingresaban unos 6.000 euros mensuales. “Mi pensión de viudedad, mis ingresos en AXA con altas comisiones y los más de 2.000 euros que mi pareja percibía como maquinista de obra”, suma Carmen. Una situación de estabilidad que, ya en un primer momento, les llevó a ampliar el préstamo solicitado para arreglar la cocina. “Nos la habían dado sin amueblar”, comenta. Total, les quedó un préstamo de 180.000 euros. Asequible a todas luces, pero, como ella misma reconoce, “cometimos el gran error”.

En 2007 optaron por reunificar todos los créditos que habían solicitado para pagar menos y, como conocían a una persona en la antigua Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), allá que se fueron. “Nos lo pintaron todo muy bonito y no nos pusieron ninguna pega”, rememora Carmen. Pero la decisión ya estaba tomada y la deuda inicial de 180.000 euros se duplicó al acumular todos los préstamos. Y lo peor, con la subida de los intereses entre 2007 y 2009, los 900 euros mensuales de cuota hipotecaria prácticamente su duplicaron.

Y, como si de un castillo de naipes se tratara, todo se vino abajo. “A mi pareja la despidieron en 2009 y, desde entonces, solo ha trabajado un año para una empresa de El Corte Inglés. Yo sufrí un accidente en 2010 y, tras recuperarme, mis ingresos disminuyeron de 2.000 a 500 euros, ya que antes tenía una buena cartera de clientes en buenas zonas de la capital pero AXA me ha reubicado, aquí en Seseña, en una oficina fija, y ha sido terrible”, comenta.

Lleva sin pagar la hipoteca desde abril de 2012, en junio pasado se ha acogido a la ley para que su hipoteca pueda ser considerada objeto de cláusula abusiva y un mes antes, en mayo, recibió la demanda de ejecución hipotecaria. “Estoy esperando que me digan algo”, concluye Carmen.

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