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ECUADOR DESARROLLO

El altramuz, una legumbre para el desarrollo en Ecuador

Fotografía sin fecha cedida por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) en al que se registró a trabajadores en el proceso de elaboración de el chocho, en Chugchilán, provincia de Cotopaxi (Ecuador).
Fotografía sin fecha cedida por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) en al que se registró a trabajadores en el proceso de elaboración de el chocho, en Chugchilán, provincia de Cotopaxi (Ecuador).EFE

El altramuz, una legumbre también conocida como chocho y que forma parte de la dieta básica de Ecuador, se ha convertido en protagonista de proyectos de desarrollo en zonas indígenas del país andino, donde contribuye a impulsar el comercio y a incrementar el empleo.

Rico en calcio y proteínas, esta legumbre se ha extendido por todos los rincones del país y goza de gran popularidad en las escuelas, donde se consume a diario de forma masiva, pero también se vende en tiendas, supermercados y puestos callejeros, que elaboran variadas recetas a base de carnes y vegetales.

Quizá por estas razones el altramuz es también el eje sobre el que giran proyectos de desarrollo de comunidades rurales indígenas, como ocurre en la parroquia Chugchilán, cantón Sigchos, en la provincia de Cotopaxi.

En este enclave de la Sierra Central ecuatoriana se acaba de inaugurar una planta de transformación de este producto con fondos de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), la organización no gubernamental Manos Unidas y las entidades locales Fundación Maquita Cushunchic Comercializando como Hermanos (MCCH) y Central Ecuatoriana de Servicios Agrícolas.

La legumbre llega en seco a este recinto para su tratamiento y es sometida a un proceso de lavado para eliminar el "lupinus", una sustancia alcaloide que le da sabor amargo.

Las modernas y relucientes instalaciones están equipadas con tinas para el proceso de hidratación del producto, calderos para su cocción y compartimentos para el lavado final de este fruto de la planta leguminosa.

"Una vez desamargado, se limpia, se envasa en sacos de diez kilos y se almacena en las bodegas, a unos 4 o 5 grados centígrados", explicó a Efe el técnico encargado de la planta, Marco Casa.

Se calcula que en esta nave trabajarán hasta 22 personas cuando opere a plena capacidad y se beneficiarán de ella hasta un millar de familias por la venta de la producción de sus campos.

El coordinador de la Aecid en Ecuador, José Luis Pimentel, destacó otros aspectos de esta iniciativa, más allá de la construcción del recinto, en los que ha intervenido la cooperación española, como la formación del personal, los planes de gestión del centro y la comercialización del producto.

La procesadora tiene capacidad para almacenar suficiente altramuz seco como para trabajar todo el año, señaló Casa al destacar que el programa ha permitido también equiparar los precios desde el origen productivo hasta la venta para el consumo.

"Antes un saco de cien libras (45,4 kilos) se pagaba a 40 o 50 dólares y se vendía hasta por 70 en el mercado, mientras que ahora se paga a cien dólares en origen", explicó.

La planta, en la que la Aecid ha invertido 267.000 dólares y las organizaciones locales 32.000, es parte de un proyecto mayor que incluye también un sistema de agua de riego que abastece a casi toda la provincia y un emprendimiento turístico, indicó a Efe Pimentel.

Este conjunto de programas, en los que interviene directamente Manos Unidas, recibe en total siete millones de euros, la mayor aportación de la agencia española a proyectos de una organización no gubernamental en un solo país. La ONG española, por su parte, aporta otro millón de euros.

Los habitantes de las comunidades indígenas de Chugchilán recibieron con una gran fiesta la inauguración de esta planta, en un acto en el que no faltaron bailes, canciones y exhibiciones de oficios tradicionales de la zona.

Pero ahora reclaman más recursos para poner en marcha otros proyectos de desarrollo en la zona y defienden la existencia de otros cultivos, como la cebada o el fréjol, que pueden ser objeto de iniciativas como esta, y el gran atractivo de este verde y montañoso enclave como reclamo turístico.

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