Tras las protestas, Turquía se prepara para el fin del crecimiento fuerte
El ministro de Finanzas turco, Mehmet Simsek, ha admitido hoy que el país deberá ajustar a la baja sus objetivos de crecimiento, en lo que parece un reconocimiento oficial de que la economía turca está a punto de entrar en una fase de enfriamiento, como predicen algunos economistas.
"En vista de los riesgos actuales, el objetivo del crecimiento del 4 % está en descenso; la reducción de la economía de la Unión Europea ha afectado negativamente nuestras exportaciones y nuestro crecimiento", afirmó Simsek.
En todo caso, el ministro turco consideró que es "demasiado pronto" para fijar un nuevo porcentaje de crecimiento.
Estas advertencias del Gobierno se producen pocas semanas después de la mayor ola de protestas sociales y antigubernamentales que ha vivido el Ejecutivo islamista conservador de Turquía en los últimos once años.
En declaraciones hoy a la cadena turca NTV Simsek también admitió que la inflación -un histórico problema de la economía turca- volverá a subir, aunque prometió que en ningún caso superará el 10 %.
La nueva evaluación del futuro económico del país eurasiático, en los últimos años acostumbrado a exhibir el mayor crecimiento del mundo detrás de China, con tasas en torno al 8 %, viene después de que el Banco Central decidiera ayer ampliar de forma sorpresiva la franja máxima para el tipo de interés básico del 6,5 % al 7,25 %.
El paso parece necesario para contener la caída libre de la lira turca, dicen los analistas locales.
En los últimos meses, la moneda turca se ha mantenido en una frágil estabilidad gracias a la venta masiva de divisas por parte del Banco Central, con 6.200 millones dólares en apenas un mes.
Esta cantidad supera el 10 % de las reservas totales netas del banco emisor, asegura el diario turco "Hürriyet", y los economistas coinciden en que la capacidad de la entidad de salvar la lira de esta manera es limitada.
La subida de los tipos enfriará una economía basada hasta ahora en dos pilares: la demanda interna y la llegada de capital extranjero, ésta última en franca disminución desde mayo.
La huida de capitales empezó por el anuncio de la Reserva Federal de EEUU de que pone fin a su política de "dinero barato".
Las protestas del parque Gezi en Estambul y la respuesta de mano dura del Gobierno no sirvieron precisamente para tranquilizar a los inversores extranjeros.
Tampoco ayudó el reiterado discurso del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, de que "los especuladores de la bolsa" son los culpables de las protestas.
Llegó a afirmar que existe una conspiración cuyo objetivo sería hundir la economía turca.
Erdogan prometió "estrangular" a los especuladores y ordenó investigar numerosas transacciones empresariales para hallar indicios de esa conspiración.
La semana pasada, el controvertido primer ministro volvió a la carga, pidiendo a los ciudadanos que dejasen de utilizar sus tarjetas de crédito, ya que el endeudamiento personal sólo haría el agosto de los bancos pero hundiría al consumidor.
Aunque el tono no debió de gustar en círculos financieros, tocaba un problema real: el uso masivo de tarjetas de crédito, que en los primeros cinco meses de 2013 se duplicó respecto al mismo período del año pasado, según cifras oficiales.
En conjunto, Turquía se está preparando para el fin de la "dolce vita", cree el economista Mustafa Sönmez, columnista económico de "Hürriyet", y el fin de un ciclo de flujo de capital que empezó en 2002, justo cuando llegó al poder el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogan.
Pero los 400.000 millones de dólares de capital que llegaron entre 2003 y 2012, diez veces más que la suma recibida en los 22 años anteriores, no se han usado para crear una economía sostenible que pueda sobrevivir sin capital foráneo, considera Sönmez.
Ni siquiera una de las fuentes de ingresos más estables, la del turismo, tiene un futuro prometedor, si el Gobierno insiste en aplicar la reciente ley que restringe la venta y publicidad de alcohol, y el tradicional patrocinio de eventos culturales por marcas de bebidas espirituosas, aseguran en la industria hostelera.
El golpe de mar para la economía turca llega en el peor momento posible para Erdogan y su equipo, que se preparan para dos años de elecciones, municipales, presidenciales y parlamentarias, entre marzo de 2014 y verano de 2015.
Por Ilya U. Topper
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