Protestas y críticas a la austeridad en el aniversario de la Revolución lusa
La Revolución de los Claveles que trajo la democracia a Portugal cumplió hoy 39 años con muchos de sus protagonistas profundamente decepcionados por la situación de un país inmerso en la peor crisis que recuerdan sus habitantes.
Algunos de los más destacados capitanes de aquel 25 de Abril que cambió el curso de la historia portuguesa se han negado a participar en los actos oficiales que conmemoran hoy el aniversario.
Uno de los más radicales, Otelo Saraiva de Carvalho, que formó parte del Consejo de la Revolución, sostiene que el país necesita otra revolución pero no armada sino de "mentalidades" para salir de los graves problemas económicos y sociales que le aquejan.
A las críticas de los ex militares se han sumado los partidos de de izquierda, que suman 98 de 230 diputados, y se oponen frontalmente a los sacrificios exigidos por el rescate financiero concedido a Portugal en mayo de 2011.
El recuerdo del 25 de Abril ha elevado el tono de sus reproches a la política de austeridad y los recortes al Estado social nacido de aquel levantamiento contra el régimen que instauró en 1933 António de Oliveira Salazar.
El ex presidente y primer ministro Mário Soares, histórico dirigente del socialismo luso que también ha dado plantón a los actos de la conmemoración oficial, dijo en alusión a los actuales gobernantes lusos "que nunca hicieron nada por ella y son precisamente lo contrario".
La diputada Cecília Honório, del marxista Bloque de Izquierda acusó además a los conservadores, que gobiernan con mayoría absoluta, de "avergonzarse" de la conmemoración y estar cada vez más aislados de los ciudadanos.
La legisladora censuró que no se hayan abierto hoy al público las puertas de los palacios de Belem, sede de la Presidencia de la República, y de Sao Bento, de la jefatura del Gobierno.
También se limitó la presencia de espectadores en la sesión solemne del Parlamento cuya presidenta, Assuncao Esteves, del Partido Social Demócrata (PSD, centroderecha), pidió la colaboración de los diputados para que se "respete" la ceremonia.
Los actos institucionales del 25 de Abril se cierran en la Asamblea de la República con "Grandola Vila Morena", la canción de Zeca Afonso que sirvió de señal para el inicio de la Revolución y que interpreta en esta ocasión un grupo coral de esa localidad, situada a un centenar de kilómetros al sur de Lisboa.
Pero en los últimos meses, tanto multitudinarias manifestaciones como pequeños grupos de activistas han cantado el himno revolucionario para expresar el descontento popular e interrumpir discursos, inauguraciones y hasta una intervención en el Parlamento del primer ministro, Pedro Passos Coelho.
La "Asociación 25 de Abril", creada por los militares sublevados en 1974 y que mantiene una actitud muy crítica con las políticas de austeridad y privatizaciones del Ejecutivo conservador, también la entonó anoche con mucho sentimiento al abrir las conmemoraciones de la revolución.
Centenares de simpatizantes del movimiento acudieron a la medianoche a la sede de Radio Renascenca en Lisboa, que emitió la canción a la misma hora, las 00.20, que dio la señal a los militares sublevados en los puntos más alejados de la capital de que el alzamiento estaba en marcha.
Vasco Lourenco, presidente de la asociación y uno de los Capitanes de Abril que integró luego el Consejo de la Revolución y el Consejo de Estado, afirmó en el acto que todo lo conseguido con la revolución, que puso fin a cuatro décadas de dictadura, "esta siendo destruido ahora".
Su organización encabeza hoy los tradicionales desfiles conmemorativos en la capital, Oporto y muchas otras ciudades.
En todas ellas han dejado huella tres años consecutivos de recesión, un desempleo que supera ya el 17 % y varias tandas de recortes de salarios, pensiones, subsidios y servicios públicos.
Pero el Gobierno, que prepara otra batería de ajustes para cuadrar 1.300 millones de euros en los presupuestos, defiende que solo con una fuerte reducción del gasto estatal puede Portugal cumplir los compromisos de su rescate y pagar una deuda que supera ya el 120 por ciento del PIB.
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