Ecologistas y una minera canadiense libran una batalla por el oro de Grecia
Es el sueño de cualquier país en crisis: encontrar una fuente de riqueza inesperada. Grecia, en su sexto año de recesión, podría estar asentada sobre grandes reservas de oro, pero su explotación cuenta con el rechazo de ecologistas y parte de la población.
El problema es que gran parte del oro se esconde bajo la superficie de la península de Calcídica en el norte de Grecia, una zona de interés turístico y natural cubierta por bosques de hayas, pinos y castaños que caen sobre las aguas turquesas del mar Egeo.
"Grecia podría convertirse en el principal productor de oro de Europa en 2016", asegura Kostas Georgatzis, portavoz de Hellas Gold, subsidiaria de la multinacional canadiense Eldorado que posee los derechos de explotación de varias minas en Calcídica.
Según sus cálculos, si las minas funcionaran a pleno rendimiento en 2016, producirían unas 400.000 onzas de oro -superando a los hasta ahora principales productores europeos, Suecia y Finlandia- lo que, con el preciado metal en sus máximos históricos, reportará a la compañía ingresos de más de 500 millones de dólares anuales.
Sin embargo, este plan se enfrenta al rechazo de los defensores del medio ambiente y de parte de la población.
Thanos Psemmas, dueño del bar del pueblo de Ierissos que sirve de centro de reunión para la plataforma SOS Calcídica, reconoce que en la zona ha habido actividad minera "desde los tiempos de Alejandro Magno" pero considera que este nuevo proyecto "es desproporcionado" y provocará daños "irreversibles" en la naturaleza y en la economía tradicional -agricultura, apicultura y pesca- por la utilización de productos tóxicos como el cianuro o el arsénico.
SOS Calcídica se apoya en estudios según los cuales el Informe de Impacto Ambiental presentado por Hellas Gold es insuficiente y arguye que la construcción de una explotación a cielo abierto en el monte Kakkavos, con perforaciones de hasta 750 metros de profundidad, dañará irremediablemente a los acuíferos de la zona.
Las protestas de los habitantes de Ierissos, a los pies del monte, han ido escalando desde que el año pasado las autoridades dieron permiso a Hellas Gold para comenzar a talar 180 hectáreas de bosque.
"Tengo 62 años y no puedo creer que enviasen a la policía a dispararnos con pelotas de goma y a lanzarnos gas por protestar", denuncia Psemmas: "Ahora bien, si la mina no se va, será la guerra".
Los habitantes de Calcídica ya lograron en la década de 1990 paralizar los trabajos de la también canadiense TVX, de la que Hellas Gold ha heredado la explotación a través una venta que la Comisión Europea denunció como "opaca".
Hellas Gold rechaza los argumentos de los ambientalistas alegando que se replantarán los árboles talados una vez acabe la explotación.
Igualmente, asegura que por el momento sólo produce concentrados de oro a través del tratamiento de los desechos dejados por anteriores empresas mineras, por lo que, en realidad, están "limpiando" la zona, y que cuando extraigan oro de la montaña lo procesarán con un nuevo método de separación del metal que no utiliza cianuro ("flash smelting").
El experto en minerales Yannis Verginis es escéptico sobre este método porque "nunca se ha utilizado a escala industrial" y no produce metal puro sino un concentrado de oro, cobre y otros metales que para su separación requerirá cianuro.
"De hecho, en su informe de impacto la compañía prevé el uso anual de 80 toneladas de cianuro", añade.
Pero hay otros habitantes de Calcídica que defienden sin ambages la actividad minera, como el ingeniero Kostas Markoyannis, quien opina que con la nueva empresa la gente ha empezado a volver y espera que las escuelas vuelvan a llenarse.
Hellas Gold emplea ya a 1.100 personas -que ampliará a 1.500 en los próximos años- y prevé unos 3.000 puestos indirectos.
Además, según Georgatzis, la empresa entrega 3 millones de euros anuales al municipio y paga sus impuestos en Grecia, en cantidades que aumentarán a medida que el oro y el resto de metales que alberga Calcídica (plata, cobre, zinc y plomo) sean extraídos.
Pero los opositores creen que es un mal negocio pues se perderán muchos más puestos de trabajo por el daño ocasionado al turismo y el medio ambiente y el Estado apenas se quedará con una pequeña parte de los beneficios ya que, al contrario que en otros países, la legislación griega no contempla regalías.
Ahora, la decisión sobre si la explotación debe seguir adelante está en manos del Consejo de Estado, que debe dirimir un recurso de los ambientalistas.
La empresa es "optimista" porque, según dice Georgatzis, al contrario de lo que ocurrió con anteriores decisiones, "ahora Grecia está en crisis".
Por Andrés Mourenza
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