Los metales raros, el oro del tecnológico siglo XXI
Aunque puedan sonar a nombres arcaicos de pueblo, disprosio, europio, itrio, neodimio y terbio guardan en su rareza el secreto del futuro tecnológico así como el éxito de las energías limpias, y mantienen en jaque a las naciones más poderosas del mundo.
El acceso a estos elementos químicos es una prioridad para la estrategia energética de EE.UU. que ve cómo China controla el 95 por ciento de la producción de los llamados metales raros o tierras raras (17 en total) que han pasado de ser actores secundarios y olvidados en la tabla periódica a los grandes protagonistas.
Los imanes de los modernos altavoces y discos duros de ordenador, los teléfonos móviles más inteligentes, las turbinas eólicas, las bombillas de bajo consumo, paneles solares o las baterías de los coches eléctricos e híbridos alimentan su eficiencia a base de estos componentes cuyo suministro no está garantizado.
Ante esa perspectiva, el Departamento de Energía de EE.UU. movilizó a científicos y expertos tanto de universidades como de empresas para buscar soluciones, un equipo de trabajo que tendrá su cuartel general en el nuevo Instituto de Materiales Críticos (CMI).
La compañía Ames Laboratory en Iowa y su director Alex King están al frente del proyecto que recibirá 120 millones de dólares de financiación en los próximos cinco años.
"La clase media está creciendo a nivel global y una de sus características es que quieren cosas, ya sean teléfonos, coches..., eso va a crear una enorme demanda y esa demanda implica una demanda de materiales", explicó King en una teleconferencia a través de internet.
El objetivo principal del CMI a corto plazo será detectar las posibles yacimientos de estos metales en EE.UU. "sin importar cuál sea el coste" de su extracción para dotar al país de mayores reservas de esos elementos, así como trabajar con las empresas mineras ya existentes para asegurar que sean viables.
King puso como ejemplo la situación de la mina Mountain Pass, en California, que durante décadas fue el mayor suministrador mundial de metales raros y que tuvo que cerrar en 2002 por problemas medioambientales.
La explotación volvió a abrir en 2010 aunque enfrenta una situación de mercado compleja frente al control de precios que ejerce China.
El gigante asiático obtiene los metales de forma más barata debido a sus relajadas políticas ecológicas y de seguridad laboral, así como el menor coste salarial, al tiempo que restringe el volumen de sus exportaciones con lo que controla el precio de mercado.
Esa práctica ha sido denunciada por la Unión Europea, EE.UU. y Japón ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), mientras que China se defiende asegurando que su intención es frenar la producción excesiva en el país que tiene consecuencias para el medio ambiente.
"Ha habido tensiones geopolíticas durante los últimos años debido a estos asuntos. Los riesgos son reales", confirmó David Sandalow, representante de Política y Asuntos Internacionales del Departamento de Energía de EE.UU.
Sandalow aclaró que la particularidad de metales raros no es tanto su escasez, ya que "abundan más que el oro en la Tierra", si no la complejidad de su extracción, que implica químicos, gasto energético y puede resultar muy contaminante.
Además de China y EE.UU., estos elementos se hallan en abundancia en países como Canadá, Brasil, Kenia, Sudáfrica, Australia o Vietnam, aunque desde el CMI se aspira a poder dar con sucedáneos de estos metales que cumplan las mismas funciones y garanticen la independencia de yacimientos fuera de EE.UU.
El reciclaje es otra opción, afirmó King, quien, no obstante, consideró que ese proceso estaba lejos de ser una solución real al problema del suministro.
Fernando Mexía
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.