Chipre, segunda fase de la crisis griega
La exposición de 23.000 millones de la banca a la deuda griega ha determinado el rescate
La quinta víctima de la enfermedad europea ha caído contagiada por el empacho de deuda del primer y más acuciante problema del Continente, Grecia. Chipre ha anunciado hoy un rescate que deberán pagar la UE, el BCE y el FMI, que insisten en que hay que seguir negociando para cerrar el acuerdo. Como en tantos episodios de esta larguísima crisis, los excesos del sector financiero han derivado en un préstamo que al final tendrán que sufragar los ciudadanos. La exposición global de los bancos chipriotas en deuda helena —de unos 23.000 millones, casi un 130% del PIB del país— ha sido el factor determinante para que esta pequeña isla del Mediterráneo se haya visto forzada a pedir internacional.
Dos entidades, el Banco de Chipre (BOC) y Laiki Bank o Banco Popular de Chipre (CPB), son los más perjudicados por el agujero griego y, sobre todo, por la quita para sus acreedores privados acordada el pasado mes de febrero. Nicosia ya solicitó a finales de junio la ayuda que los inspectores de la troika (UE, FMI y BCE) acaban de certificar. Las autoridades chipriotas se agarran a la pésima gestión europea de la crisis griega para justificar que el hundimiento de una economía hasta hace poco saneada debe ser sufragado por toda la Unión, y no solo por los chipriotas, que se consideran una víctima “injusta” de la crisis de la zona euro. Después de buscar el apoyo de inversores en países como Rusia —que ya prestó al país 2.5000 millones— y China; y de nacionalizar entidades como el Laiki Bank, Chipre finalmente ha tirado la toalla y ha solicitado un rescate que fuentes diplomáticas creen que rondará los 14.000 millones de euros.
Las tres agencias de calificación más importantes —Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch— han rebajado la calificación de la deuda chipriota al nivel de bono basura, principalmente por las necesidades de liquidez de sus bancos, cuyas pérdidas estimadas por la quita de la deuda helena ascendieron a unos 3.000 millones de euros. Precisamente, la tercera de estas sociedades, Fitch, ha anunciado este viernes que hunde aún más la nota de solvencia de los grandes bancos del país en el grado restringido a los especuladores. De la tijera, además, no se ha librado tampoco el Banco Helénico (HB).
Chipre, con solo 1,1 millones de habitantes, había desarrollado un sector financiero hipertrofiado que, junto al turismo, constituyó un motor de crecimiento en los años prósperos, pero que ahora arrastra al país hacia una intervención de consecuencias imprevisibles.
Pese a que Chipre —por su minúsculo tamaño y por su cercanía geográfica— es el país más afectado por los problemas de Grecia, no es el único. Pese a que ya llevan tiempo retirándose de todo lo que huela a deuda helena, los bancos franceses y alemanes eran los más perjudicados por la catastrófica situación de las finanzas públicas de Atenas. BNP Paribas provisionó el año pasado 3.240 millones de euros para tapar el agujero griego. Deutsche Bank vio cómo en el último trimestre de 2011 sus beneficios se desplomaron un 70%, caída que se explica en buena medida por las provisiones para cubrir sus bonos griegos.
Otra de las entidades afectadas ha sido Dexia, que hace un año vivió el segundo rescate desde que comenzó la crisis por Bélgica, Francia y Luxemburgo. Las pérdidas de 11.600 millones de euros que registró el año pasado se explican por el proceso de desmantelamiento derivado de su nacionalización, pero también por su exposición a la deuda helena y los activos tóxicos procedente de EE UU. Los números rojos del británico RBS y del francés Crédit Agricole también se dispararon en 2011 por culpa de las turbulencias helenas.
Pero incluso en los peores escenarios, siempre hay alguien que sale beneficiado. El periódico estonio Esti Ekspress informaba hace unos días de “una consecuencia sorprendente” de los problemas que atraviesan los bancos chipriotas: los rusos que residen en Chipre temen dejar sus ahorros en la isla y por ello los trasladan a Estonia. Según esta publicación, los depósitos bancarios han aumentado desde comienzos de año un 11, porcentaje que se eleva al 28% en el caso de los extranjeros. Son buenas noticias para los bancos estonios, que de esta forma reducen la dependencia de sus entidades matrices en los países del escandinavos.
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