Las casas rurales aguantan el tipo
Hay 15.000 casas en 9.600 pueblos con capacidad para 138.000 viajeros Durante el primer semestre las pernoctaciones han descendido un 4%
"Hasta 2009, bien. A partir de entonces, la cosa empezó a bajar cada año más. Y este verano ha sido el peor. En julio, fatal, y en agosto, a trompicones. Al final ganamos 2.000 euros menos respecto al año pasado", relata María, quien, a pesar de todo, aguanta al frente de Casa de Aldea Mariana, situada en la localidad asturiana de Cardeo de Abajo, en el centro del Principado. Abrió su primera casa rural en 2005 y dos más al año siguiente.
La de María es una experiencia extrapolable a la de otros empresarios que durante la pasada década, impulsados por la buena situación económica de España, buscaron en el turismo rural un negocio alternativo al de sol y playa, mucho más tranquilo y alejado de las grandes aglomeraciones del litoral. Y el negocio experimentó un rápido desarrollo hasta superar en la actualidad los 15.000 establecimientos repartidos por 9.600 localidades, y con una capacidad de alojamiento para unas 138.000 personas.
Pero la crisis se deja sentir, sobre todo por la dependencia del negocio de la clientela nacional en un 90%, con un descenso del 4% de las pernoctaciones y un 2% menos de viajeros entre enero y agosto. Los motivos: un desequilibrio entre oferta y demanda, la reducción de la duración de las estancias, el descenso de la ocupación media (incluso en fin de semana) y el aumento de las reservas de última hora. La preocupación en el sector es evidente. "No parece que el año que viene vaya a ser mejor", lamenta resignada María.
El caso de María puede que sea representativo de buena parte del turismo rural. Vieron subir el negocio como la espuma al principio, y están comprobando ahora la cara más amarga, aunque no se resignan y mantienen las expectativas a pesar de los negros nubarrones. "En el puente del Pilar lo tenemos todo ocupado, y para noviembre y diciembre solo tenemos solicitudes", asegura.
Los empresarios quieren amplair de dos a cinco meses el cierre anual
Un perfil del que se aleja Álvaro Morenés, quien también confirma la plena ocupación de sus estancias para este largo fin de semana. Este ingeniero industrial de 55 años dejó hace tres años el puesto que tenía en una multinacional para montar, en la localidad abulense de Candeleda (Ávila), El Escondite de Pedro Malillo. "En principio, aprovechando las raíces de mi mujer aquí compramos el terreno y nos hicimos la casa para pasar los fines de semana, pero empezamos a darle vueltas al tema y al final nos decidimos", comenta Morenés el inicio de su aventura empresarial en turismo rural.
Y está encantado. "Soy mucho más feliz. Llevo un estilo de vida lleno y constructivo y, aunque sé que es un proyecto a largo plazo, no me puedo quejar. Me va relativamente bien". Sus siete casas repartidas en la finca de seis hectáreas en forma de V se benefician del gran mercado que supone la distancia a Madrid y de la fidelidad que esta proximidad le ha reportado. "El 60% de los clientes repite o viene por referencias", asegura.
Lo hacen atraídos por unas casas independientes unas de otras con su propia entrada, su aparcamiento y su barbacoa, por las que este fin de semana, en el caso de las de cuatro dormitorios para nueve personas, se han alquilado por 800 euros. Un precio que también se ha ido ajustando. "En el caso de un puente como este se cobra dos días a tarifa de fin de semana y el otro como si fuera laborable", explica Morenés.
Optó por esta alternativa. "O montaba uno muy barato o uno de calidad", y se decantó por lo segundo. Entre unas cosas y otras ya lleva invertido un millón de euros, incluido los 600.000 de un préstamo por el que paga 6.000 euros cada mes. Un gasto fijo que se añade al de una persona contratada de forma permanente y otros empleados que lo hacen de forma temporal.
Solo un 13% de las casas rurales tienen ficha de alojamiento traducida al inglés
Las buenas perspectivas de Morenés contrastan con la de otros empresarios que ya se han visto obligados a cerrar o están a punto de hacerlo. Las cuentas no salen y con lo obtenido durante la temporada alta del verano, con ocupaciones medias del 30%, no se puede sobrevivir ante el duro invierno que se avecina.
En algunas zonas, los empresarios están forzando el cambio de la normativa para ampliar el tiempo establecido en el que se puede cerrar el establecimiento. En Galicia, por ejemplo, tratan de ampliar de dos a cinco los meses en que pueden echar el cierre sin correr el riesgo de que la Administración abra expediente y diligencias encaminadas a clausurar el negocio.
Objetivo: el viajero foráneo
Si los españoles no pueden permitirse el lujo de alquilar una casa rural, la supervivencia del sector pasa por aumentar de manera significativa la clientela foránea. No es fácil. Siguen existiendo múltiples barreras que dificultan el conocimiento en el extranjero.
Y hay pasos a dar como simplificar la oferta. "Cómo vamos a atraer a los viajeros si no entienden lo que les decimos", se pregunta Joseba Cortázar, portavoz de Toprural, en referencia a las decenas de clasificaciones y categorías de alojamientos en cada comunidad (posada, complejo turístico rural, ecoaldea, masía...).
Tampoco ayuda el idioma: solo el 13% de los establecimientos tiene ficha del alojamiento traducida al inglés. "No es necesario hablar inglés a la perfección. Hay traductores gratuitos para dar al menos una atención básica en otros idiomas", apunta Cortázar.
Y, claro está, nunca está de más que desde las instancias administrativas se promocione España como algo más que sol y playa, "un modelo que va perdiendo fuelle frente a otros países mediterráneos con condiciones similares cada vez más competitivas", estima el portavoz de Toprural. Y en esa diversificación de los destinos entra el turismo rural como un modelo diferenciado.
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