_
_
_
_

Maremoto en el puente de mando

Dos de cada tres grupos españoles cotizados han cambiado su cúpula directiva desde 2007

David Fernández

La crisis ha provocado la mayor sacudida en las cúpulas directivas de las compañías cotizadas que se recuerda en la historia empresarial española reciente. Desde que en 2007 surgieran las primeras turbulencias económicas, 75 de las 116 empresas que forman parte actualmente del índice general de la Bolsa de Madrid se han visto obligadas a realizar algún cambio en su puente de mando. La caída de los beneficios, el recorte de los dividendos, la merma en la capitalización y la presión de los accionistas se han plasmado en un reguero de despidos, fichajes, ascensos y defenestraciones en las salas nobles de las corporaciones.

El baile de directivos se ha producido por igual entre las empresas de gran tamaño como en aquellas medianas y pequeñas. En el Ibex 35 los cambios han afectado a 23 empresas, mientras que en el resto del mercado continuo los movimientos se han dado en 52 grupos.

“Las cifras de rotación se corresponden a un periodo excepcional en el que no hay financiación. Muchos planes estratégicos se han ido al traste porque no hay dinero. Hay un gran desgaste en la dirección de las empresas y con los cambios se busca algo de impulso”, comenta Ceferí Soler, profesor del departamento de dirección de personas de Esade. “Sin embargo, no se puede echar la culpa de todo a la crisis. Cuando las cosas iban bien pocas compañías se prepararon para un enfoque económico completamente distinto. Los cambios en la dirección siempre es mejor hacerlos cuando hay estabilidad”, añade Soler.

Poder y reloj biológico

En los últimos años se ha producido una de las sucesiones más sonadas de las últimas décadas. En 2011, Pablo Isla, que hasta entonces ejercía como vicepresidente y consejero delegado de Inditex, asumió la presidencia del grupo textil después de que el fundador, Amancio Ortega, deciera dejar toda labor ejecutiva. En la compañía gallega el relevo fue, hasta cierto punto, fácil, ya que el expresidente (de 76 años) es también el máximo accionista. En otros pesos pesados del mercado la situación es más compleja porque el capital está muy fragmentado y no hay ningún delfín oficial. Emilio Botín y Alfredo Sáenz, presidente y vicepresidente del Banco Santander, tienen 78 años y 70 años, respectivamente; el máximo ejecutivo de Telefónica, César Alierta, tiene 67 años, y Francisco González, presidente del BBVA, tiene 68 años.

“En España no se están preparando bien los procesos de sucesión. Es una tarea que debe recaer en el consejo, pero no se están abordando con tiempo. Los directivos bastante tienen con gestionar el día a día, y ven la sucesión como algo secundario. Se equivocan”, advierte Carlos Alemany, el cazatalentos que contrató Amancio Ortega para fichar al sustituto de José María Castellano como consejero delegado.

Los inversores institucionales valoran mucho la calidad del management y si hay establecidos protocolos de sucesión. “Los resultados de los consejos dependen mucho del perfil de sus miembros. El presidente está obligado a atraer el mejor talento posible. El proceso de transición en las empresas no ha hecho más que empezar. Una mayor profesionalización de los consejos pasa por incorporar consejeros con experiencia internacional, elevar el número de mujeres cualificadas y por dar responsabilidades a gente joven con nuevas ideas”, subraya Jella Benner-Heinacher, presidenta de Euroshareholders, la mayor asociación de accionistas europeos.

En el Ibex 35 hay 10 empresas —Abertis, Acerinox, Banco Sabadell, Ferrovial, Gamesa, Inditex, Mapfre, Mediaset, Red Eléctrica y Sacyr— que tienen límites de edad para ejercer las funciones de consejero, presidente o consejero delegado. Sin embargo, otras muchas han modificado sus estatutos.

El pionero fue el Banco Santander. Los acuerdos de fusión con el Central Hispano decían que no se podía ser consejero de la entidad con más de 72 años. Ese artículo se suprimió en 2002. En Telefónica, hasta 2007 no se podía ser presidente o consejero delegado con 65 años, ni consejero a partir de los 70. Ese mismo año, Endesa también quitó los límites de edad para presidente (70), consejero delegado (65) y consejero (70). Hasta 2007 Iberdrola tenía topes (70 años, para presidente y consejero, y 65, para consejero delegado). Por su parte, el BBVA borró de sus estatutos en 2007 el artículo que decía que no se podía ser presidente con más de 65 años, y en 2011 elevó la edad máxima para ser consejero de 70 a 75 años.

“Más que de limitar la edad para ejercer un cargo, yo sería partidario de limitar el número de mandatos de un consejero. Si un presidente sabe de antemano que no podrá ejercer su cargo más allá de dos o tres mandatos, el consejo deberá preparar la transición. Los procesos de búsqueda de un delfín son complicados”, dice José Ramón Pin, profesor del IESE.

La mayoría de los gestores nunca habían tenido que enfrentarse a una situación tan dura, a una crisis con tantos frentes abiertos como la sequía de crédito, el desapalancamiento forzoso, la dificultad de acceso a los mercados de capitales, la menor demanda interna o la internacionalización como única válvula de escape. En este contexto son numerosas las empresas donde los cambios experimentados en los últimos años no se limitan a un nombramiento aislado, derivando en el famoso método de prueba y error hasta dar con el nombre adecuado.

En Gamesa, por ejemplo, el presidente y consejero delegado al cierre del ejercicio 2007 era Guillermo Ulacía. Dos años después le sustituyó en el cargo Jorge Calvet y desde mayo de este año ocupa el puesto Ignacio Martín de Nicolás. En Vocento también se han turnado varios ejecutivos durante este periodo: Belarmino García, José Manuel Vara y Luis Enríquez Nistal. Otro tanto ha pasado por Cementos Portland donde por el despacho del máximo directivo han pasado José Ignacio Martínez-Ynzenga, Dieter Kiefer y, desde comienzos de este año, Juan Béjar.

En el caso de Ence su presidente y máximo accionista, Juan Luis Arregui, ha probado con varios números dos. En 2007 el consejero delegado de la papelera era Pedro Oyarzábal, luego llegó Antonio Palacios y el que ocupa ahora el cargo es Ignacio de Colmenares. Amper, Deoleo, Ezentis, Vértice 360º o Indo también han rotado dos o más veces sus puestos de alta dirección desde que estalló la crisis.

“Los directivos tienen un estilo de gestión que no se adecua a todos los contextos. Hay ejecutivos muy competentes para una fase de estabilidad en la compañía que, sin embargo, no encajan en fases de crecimiento o de crisis. Hay pocos profesionales todoterreno”, argumenta José Ramón Pin, profesor de IESE. Esta opinión es compartida por José Medina, presidente de Odgers Berndtson: “El mundo es cada vez más complejo y la competitividad entre empresas es mayor. Que un consejero delegado haya sido eficaz en los últimos tres años no significa que lo vaya a ser para los próximos tres”.

La casuística de los cambios es sumamente amplia. Un gran número de empresas ha tirado de cantera para renovar su directiva. Este es el caso de Bernardo Velázquez en Acerinox, Javier San Félix en Banesto, Bernardo Calleja en Zardoya, Antonio Huertas en Mapfre, José María Álvarez-Pallete en Telefónica, Ángel Cano en BBVA, Ángel del Valle en Duro Felguera, María Dolores Dancausa en Bankinter, Francisco Reynés en Abertis, Alex Cruz en Vueling o Íñigo Echevarría en Iberpapel. En otras compañías, sin embargo, la solución se ha buscado fuera; ahí están los ejemplos de José Ignacio Goirigolzarri en Bankia o Jaime Carbó en Deoleo, entre otros.

En ocasiones el relevo ha sido producto de una guerra entre accionistas (Manuel Manrique sustituyó a Luis del Rivero en Sacyr), en otras por cambios en el Gobierno (el popular José Folgado sustituyó al socialista Luis Atienza en Red Eléctrica), a veces como resultado de una fusión (Antonio Vázquez y Willie Walsh en IAG), por el aterrizaje de un nuevo dueño (Borja Prado y Andrea Brentan llegaron a Endesa tras el desembarco de Enel mientras que los bancos pusieron a Vitalino Nafría y Eduardo Paraja en Metrovacesa), por decisión del principal accionista (salida de Gabriele Burgio de NH Hoteles), o bien por la entrada del Estado en el capital (Banco de Valencia, CAM).

“Las compañías han reconocido que hay espacio para introducir mejoras en su órgano de dirección y esta tendencia continuará. En toda Europa podemos ver una transición hacia una mayor profesionalización de los consejos y una dirección más diversificada”, explica Jella Benner-Heinacher, presidenta de Euroshareholders, la asociación europea de accionistas.

Una de las tendencias que se aprecian en el mundo de la alta dirección, alentada por la presión de los inversores institucionales internacionales que demandan mejores prácticas de gobierno corporativo, es la división de poderes en la cúpula. Los grandes fondos son contrarios a que el presidente asuma todo el poder y proponen la incorporación un consejero delegado.

“Siempre debe existir un juego de contrapesos en la dirección. Hay gente en el puesto de mando que puede pensar que lo hace muy bien, pero al final los grandes fondos extranjeros, que son los que hacen oscilar el precio de la acción, quieren que se apliquen a rajatabla los principios de buen gobierno como condición para invertir su dinero”, señala Carlos Alemany, fundador de la empresa de búsqueda de directivos Alemany & Partners. El profesor Pin también es partidario de un tándem en la dirección. “El presidente y el consejero delegado son papeles que se equilibran. El primero tiene una función más institucional, dirige el consejo y piensa en el largo plazo de la compañía. Por su parte, el consejero delegado es que lidia con el día a día de la empresa”.

Abengoa es uno de los casos en los que se ha incorporado un consejero delegado. En 2010 Manuel Sánchez Ortega pasó a desempeñar esta función en la compañía andaluza (el presidente ejecutivo es Felipe Benjumea). Enagás también ha fichado a un número dos, Marcelino Oreja, que compartirá tareas ejecutivas con Antonio Llardén. Algo parecido —aunque no igual— se da también en Iberdrola. En abril de este año la eléctrica nombró un director general (José Luis San Pedro), aunque en su comunicado a la CNMV hizo hincapié en que José Ignacio Sánchez-Galán era “el superior jerárquico” y conservaba “todas sus facultades ejecutivas”.

Otras empresas donde se ha distribuido el peso del día a día son Indra (en 2011 se incorporó Javier de Andrés como consejero delegado), Adolfo Domínguez (ha fichado a Estanislao Carpio como director general) o Elecnor que nombró a Rafael Martín de Nicolás consejero delegado. En otras, sin embargo, el primer ejecutivo ha ganado más peso ya que se ha prescindido de otros consejeros ejecutivos. Este último es el caso de Ángel Ron en Banco Popular, Pedro Ballvé en Campofrío, Antonio Pradera en Cie Automotive, Pedro Luis Fernández en GAM, Fernando Martín en Martinsa y Juan José Nieto en Service Point.

Los directivos, obviamente, no son los únicos que ven peligrar su trabajo con la crisis. Las compañías cotizadas han acelerado los planes de ajuste que pasan, en la mayoría de los casos, por despidos. Con los datos del primer semestre de 2012, hasta 70 compañías cotizadas destruyeron empleo en el último año. Muchos de los directivos que han perdido su trabajo con la crisis cuentan al menos con el consuelo de las indemnizaciones incluidas en sus contratos blindados. En los últimos meses, por ejemplo, NH Hoteles pagó 6,56 millones a Gabriele Burgio; Juan Carlos Torres se fue de Duro Felguera con 3,65 millones; en el caso de José Manuel Vargas (Vocento) su finiquito estuvo valorado en 3,12 millones; Luis Atienza dejó la presidencia de Red Eléctrica con una indemnización próxima a los 800.000 euros; y Diter Kiefer (Portland) recibió 331.234 euros.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

David Fernández
Es el jefe de sección de Negocios. Es licenciado en Ciencias de la Información y tiene un máster en periodismo por EL PAÍS-UAM. Inició su carrera en Cinco Días y desde 2006 trabaja en EL PAÍS, donde se ha especializado en temas financieros. Ha ganado los premios de periodismo económico de la CNMV, Citigroup, Aecoc y APD.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_