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El negocio del cambio climático

La preocupación de los gobiernos por el cambio climático está modificando también el comportamiento de las empresas, que empiezan a posicionarse en la carrera por liderar las nuevas oportunidades de negocio.

El cambio climático es ya una realidad. El aumento de la temperatura, la proliferación de huracanes y otros fenómenos metereológicos adversos o la intensificación de las sequías son sólo algunas de las evidencias físicas de un mecanismo que ya se ha puesto en marcha. Sin embargo, además de la alarma creada por estos primeros cambios en el modelo climático actual y de las nuevas normativas que están impulsando muchos gobiernos, el cambio climático también tiene implicaciones económicas, en algunos casos muy atractivas para ciertas compañías.

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Según el informe de Citigroup sobre las consecuencias empresariales del cambio climático, son muchas las empresas que se beneficiarán de las tendencias y oportunidades que está creando esta nueva situación. En total, el estudio identifica 74 compañías de 18 países, entre las que se encuentran varias españolas.

"Sin ir más lejos, España es uno de los líderes mundiales en energía eólica”, ha afirmado a ELPAIS.com Edgard M. Kerschner, jefe del departamento de Investigación de Citigroup Investment y responsable del informe. “Sin embargo, esto no significa que este país esté tomando responsabilidades, no es una cuestión social. Se trata de negocios, y el objetivo de cualquier empresa es conseguir beneficios”, continúa Kerschner. “Como compañías, han de beneficiarse de los cambios que está provocando la percepción de la nueva situación climática por parte de la gente, los inversores y las propias empresas”.

Las empresas españolas más beneficiadas

Y así lo están haciendo Acciona, Aguas de Barcelona, Ebro Puleva, ENCE, Gamesa o Iberdrola, según el estudio de Citigroup. Estas seis son las compañías españolas que aparecen en el informe dentro del listado de las empresas mejor posicionadas en la carrera hacia el liderazgo de las nuevas oportunidades de negocio que trae consigo el cambio climático. Y es que en Europa, según explica Kerschner, la población está muy alerta. A pesar de ello, “el 59% de los europeos afirman no estar dispuestos a pagar más por energías menos contaminantes”.

Es una cuestión, por tanto, con importantes implicaciones económicas, no sólo para las empresas, sino también para los ciudadanos. Según el responsable del estudio de Citigroup, “todo lo no contaminante conlleva un coste extra para las empresas” que posteriormente también será trasladado a los ciudadanos. Sin embargo, es cuestión de asumir la realidad: “Es como imaginar ahora un coche sin cinturón de seguridad. A pesar de que sería más barato fabricarlo, es algo impensable”, expone Edward M. Kerschner.

Es lo que sucede en la actualidad con algunos cultivos necesarios para la producción de bioetanol, el compuesto químico que sirve de base para los biocombustibles, como la caña de azúcar o el maíz. Las compañías azucareras y las que se dedican al cultivo de este cereal están beneficiándose del aumento de la demanda: en poco tiempo han surgido nuevas empresas que necesitan sus productos y que están dispuestos a pagar un precio más alto por ellos. Esta situación ha provocado la escalada de precios del maíz en algunos países de Suramérica donde este cultivo se considera un alimento básico, y la consecuente crisis social.

El germen, las nuevas leyes

Sin embargo, la raíz de la batería de cambios y nuevos posicionamientos que las empresas están llevando a cabo es la regulación. “Cambia la manera en que las compañías se comportan porque los reguladores perciben el cambio climático como una realidad”, declara Kerschner. La Unión Europea y los gobiernos de los principales países desarrollados están elaborando nuevas normativas obligatorias, que se intensificarán en los próximos años. Según el responsable del estudio, “todo empieza por una razón económica, basada en las regulaciones que requieren que los combustibles sean menos contaminantes o más eficientes, que los edificios respeten ciertas normas”.

A pesar de que también existen compañías que están avanzando en tecnologías y prácticas que intentan frenar el cambio climático sin que les afecten las nuevas leyes, no lo hacen por amor al arte. Las empresas buscan nuevos nichos de mercado “que surgen de las regulaciones: hay multitud de oportunidades que consisten en apoyar a otras compañías que sí están afectadas por estas normas”, señala Kerschner. Los sectores más beneficiados por las nuevas regulaciones serán los de las energías renovables, la generación y transporte de electricidad, y los de construcción e ingeniería -en el caso de las compañías que se dediquen a diseñar y construir las plantas donde se genere energía alternativa o libre de gases de efecto invernadero (nuclear, gas, solar, eólica, etc)-.

Lo alternativo frente a lo ecológico

Según Edward M. Kerschner es un error común confundir las practicas que intentan frenar el cambio climático con lo verde o ecológico, cuando son expresiones cuyo significado es totalmente distinto e incluso, en algunos casos, contradictorio.

Por ejemplo, la energía nuclear es 100% alternativa, ya que no genera gases de efecto invernadero. Sin embargo, es contaminante ya que produce residuos radiactivos. El viento, por su parte, también es considerado una fuente de energía alternativa, ya que no contribuye al cambio climático. En cambio, en numerosas ocasiones las grandes estructuras que generan la energía eólica provocan la muerte de pájaros, insectos y otros animales, además de producir contaminación acústica.

Otro caso es el de los cultivos necesarios para la producción de los biocombustibles. La utilización del aceite de palma, por ejemplo, usado industrialmente como materia prima en la producción de Biodiesel, no fomenta el cambio climático. Los cultivos del producto, muy atractivo desde el punto de vista de las compañías que ven en los biocombustibles el futuro de los automóviles, están siendo implantados de manera masiva en algunos países del Sudeste Asiático como Malasia.

El boom de esta materia prima, que para ciertos estados se ha convertido en una de sus principales fuentes de beneficios, está provocando, sin embargo, la desaparición de algunas especies en zonas tropicales. No es correcto, por tanto, utilizar las expresiones alternativo y ecológico como sinónimos, ya que en la mayoría de los casos las energías alternativas, a pesar de no generar gases de efecto invernadero, no son 100% ecológicas al producir otros efectos adversos en la naturaleza.

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