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CONFLICTO LABORAL

Muchas horas de duras negociaciones

La presión de sindicatos y oposición logra la flexibilidad de Telefónica

Sin embargo, los sindicatos no veían con buenos ojos a Carlos Gila, a quien consideraban un mero testaferro de Telefónica. Es más, ni tan siquiera lo reconocerían después como nuevo propietario.

Después de la masiva manifestación de enero en la que entre 15.000 y 20.000 personas se concentraron en Madrid en solidaridad con los trabajadores, el PSOE presentaba al Gobierno una proposición no de ley para que solucionara una crisis empresarial que ya había calado en la sociedad y en el Parlamento.

Más tarde, en abril, son los propios trabajadores de la antigua filial de Telefónica los que irrumpen en el Congreso. Reclaman sus nueve nóminas sin pagar y abuchean a los miembros del Gobierno, a quienes reclaman una solución inmediata.

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La asamblea de Sintel decide aceptar el plan del Gobierno y levantar el campamento

En ese mes comienza a verse la luz con la votación unánime de todos los grupos parlamentarios para encontrar una solución a la situación de la empresa. Ahora la llave la tienen Gobierno y Telefónica (dueña de Sintel hasta abril de 1996).

La gota que colma el vaso

El 11 de mayo, Sintel presenta a Trabajo un tercer expediente de rescisión de empleo con el que completa el despido de la totalidad de la plantilla: 1.808 empleados. Los trabajadores vuelven a salir a la calle, apoyados por sindicatos, PSOE e IU, para reclamar una salida inmediata a su situación.

En los últimos dos meses, el titular de la empresa, Carlos Gila, había negociado la venta de la compañía a Dragados, Acciona y el grupo de Villar Mir sin resultados (todos ellos solicitaban un plan de viabilidad y ayudas de la Administración para reducir plantilla, algo que el comité intercentros rechazaba de plano). Telefónica tampoco se comprometía a recuperar su antigua filial.

En ese mismo mes de mayo por fin se logra reunir en una misma mesa a trabajadores, Gobierno, dirección y los sindicatos UGT y CC OO. Sin embargo, el Ejecutivo no contempla reflotar la empresa, que acaba de pedir la quiebra. Pero los trabajadores creen que si Telefónica (a quien acusan de la crisis) está dispuesta, la salida de Sintel es viable sin despidos.

Pero Telefónica cada vez se aleja más, y su presidente, César Alierta, se niega a negociar la crisis.

Tras presentar la quiebra, y cuando Sintel ya no tiene ni siquiera sede, CC OO y UGT se reúnen con representantes de Ciencia y Teconología para exigir que se integre a Telefónica en una mesa negociadora.

Pero Alierta da un toque de atención al Gobierno, a quien le pide que no caiga en el intervencionismo y le insta a mantenerse al margen de los asuntos de la compañía. Así, entre reproches al Ejecutivo y abucheos de los trabajadores de Sintel, que logran colarse, Alierta se estrena en una aguada primera junta como presidente de la compañía. La tensión es tal que se impone una salida no muy lejana.

Más adelante, el Gobierno ofrece la recolocación de los trabajadores en empresas del sector subcontratadas por Telefónica a la mitad de los trabajadores. Para el resto, prejubilaciones y bajas incentivadas. Aunque en un principio el bloque más duro de Sintel desconfía del plan, el principio del fin está próximo. CC OO y UGT ven con buenos ojos la propuesta del Ejecutivo. Quedaban flecos como éstos: cómo se les pagará la antigüedad o cuándo se abonarán los atrasos.

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