¿Dónde está Rania?

Me han nombrado presidenta de mi comunidad de adosados y ahora a ver en quién me inspiro para vestir el cargo. Con la crisis y el cambio de ciclo, las primeras damas nos estamos quedando sin referentes de estilo. Vale que Merkel, Kirchner y Dilma vayan de austeras y no las saques del traje chaqueta. Pero es que hasta las divas de la monarquía están de capa caída. Para mí que, entre escándalos, recortes y relevos generacionales, las princesas han pactado en secreto apuntarse al perfil bajo para no darles ideas a los republicanos. El caso es que con Carolina prejubilada, Letizia abonada a las rebajas, Máxima de buen año, Charlene enclaustrada a ver si procrea, y Mary Donaldson de parto en parto, no hay quien le copie un estilismo a nuestras royals. Claro que otras han desaparecido del mapa porque, a todo esto, ¿dónde está Rania?

¿Que qué Rania? La de Jordania. Sí, hombre, aquella reina tan monísima y tan elegante que salía todo el rato en las revistas ideala de la muerte vestida de Prada, Elie Saab y Marc Jacobs de evento en evento por el mundo. Sola o en compañía de su majestad Abdalá, que al lado de semejante beldad, más que su legítimo parecía su gorila, dicho sea con el debido respeto a la dinastía hachemita. Pues bien, desde que estalló la primavera árabe no se le ha vuelto a ver el pelazo a Rania. Imagino que, entre que vio las barbas de sus vecinos arder en directo y que los jefes de las tribus jordanas la pusieron a parir por tirar la casa por la ventana en su 40 cumpleaños, decidió quitarse de en medio una temporada. Así ha estado, en arresto domiciliario. Sin decir ni pío, ella, que es adicta a Twitter. Solo ahora empieza a dar señales de vida. Ha salido en ¡Hola! casi de tapadillo en sendas citas humanitarias en Corea y Washington. Con el mismo modelito tapado hasta el gaznate, eso sí, y sin sacar la cabeza del tiesto, no sea que se la corten.

A la que se la ha tragado el desierto es a Asma. La esposa del presidente sirio, Bachar el Asad, proclamada por Vogue la más chic del planeta, se ha evaporado. Supongo que seguirá tan estilosa en su jaula de oro, ya sea en Damasco o en los Hamptons. Pero se ve que no osa dar su cara bonita. Ella, que es informática, debe de haberse enterado de que no está fino ir de icono de la moda mientras tu marido ordena bombardear a su pueblo. Ahora, las revistas no se casan con nadie. A satrapesa muerta, satrapesa puesta.

La nueva estrella es la jequesa Mozah. La doña, un mujerón despampanante envuelto en Chaneles y Diores y tocado con turbantes de odalisca, es la segunda de las tres esposas del emir de Catar. Y la favorita, obviamente. Tiene a los fashionistas gays a sus pies. Y a los heteros también. Tenías que ver a don Juan Carlos desviviéndose por agradarla este verano en La Zarzuela. Vale que lo de la poligamia y todo eso no es muy moderno que digamos, pero ¿qué es eso comparado con los 3.000 millones de euros que los cataríes dicen que van a invertir en España? Minucias. El emir ha fichado a Moratinos como consejero contra el hambre, y yo que me alegro por él. Eso es un puente dorado a la jubilación y no el Goldengate ni el de Luzón en el Santander.

PORTERA DE DÍA

Luz Sánchez-Mellado