Voluntarismo y déficit
El Gobierno muestra ya disonancias preocupantes en política económica. Se empieza a ver el error de no haber nombrado un vicepresidente económico. La última ocasión es a propósito del 4,4% de objetivo de déficit en 2012. Montoro alerta de la dificultad de lograrlo, mientras la vicepresidenta lo considera "irrenunciable". Es el realismo de quien ya constata las dificultades de cerrar el presupuesto sin recurrir a otro subidón de impuestos, frente al voluntarismo rigorista que conduce a una espiral de ajustes y más recesión. El Gobierno considera imprescindible cumplir el objetivo para dar confianza a los mercados, pero estos desconfiarán al prolongarse la recesión.
¿En virtud de qué principio ha de ser intocable, pase lo que pase, que el déficit fiscal tenga que ser del 3% en 2013 y no un 2,5% o un 3,5%; o un 3% en 2014? El Gobierno haría bien en negociar en Bruselas y Berlín una flexibilización del calendario del ajuste. Complicado, pero no es una idea disparatada, como lo demuestra la intención de pasar de 5 a 10 años el plazo para que las ahogadas comunidades autónomas devuelvan la deuda que mantienen con el Estado.
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