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El último barón del PP gallego pone fin a 22 años de poder en Ourense

Baltar abandona la política y despeja el camino de su hijo a la Diputación

José Luis Baltar, el último de los barones históricos del PP gallego, el autodenominado "cacique bueno" (en reconocimiento a su singular política de enchufismo en la Diputación de Ourense) se despidió ayer tras 22 años al frente de esta institución en la que ya tiene un pie dentro su hijo, José Manuel Baltar Blanco, que el año pasado le sucedió también como presidente provincial del partido. Cansado (ya había abandonado su costumbre de tocar el trombón en las campañas electorales mientras coreaba "y si no eres del PP, jodeté" ) enfermo y presionado por su "familia", según él mismo ha reconocido en reiteradas ocasiones, el dirigente del PP, de 71 años, anunció ayer su despedida de la actividad política.

"Le dije a Feijóo que yo me voy porque quiero. A mí no me echa nadie"
Su poder residía en los empleos que repartía desde la institución provincial

Ejercía un poder prácticamente omnímodo en la provincia de Ourense amarrado por el control de los votos que obtenía con las fidelidades de los alcaldes y militantes que ha empleado en la Diputación -la tercera empresa de la provincia en número de empleos- hasta desbordar sus dependencias. Un poder que amasó y acrecentó echándole sendos pulsos a los presidentes de la Xunta en dos épocas distintas y en los que su hijo y sucesor tuvo un papel determinante. En 2003, su hijo protagonizó el encierro en un piso de Ourense de seis diputados autonómicos que ponían en jaque la mayoría de Manuel Fraga en la Xunta. En 2009, los fieles alcaldes del presidente firmaron un carta dirigida a Alberto Núñez Feijóo recriminándole su trato con Ourense. Su hijo José Manuel también estaba al frente de la revuelta. En ambas ocasiones reclamaban más poder para el barón en su provincia.

Baltar no se ha ido hasta no ceder su legado político a su descendiente. En enero de 2010 ya le otorgó, en un congreso que los adeptos a Feijóo tildaron de fraudulento, la presidencia provincial del PP. Votaron cientos de empleados de la Diputación, y el candidato que Feijóo puso para impedir la sucesión familiar -el alcalde de Verín, Juan Manuel Jiménez- fue vapuleado. Días antes, Baltar había reconocido que se saltaba las normas del partido al contratar en la Diputación, en pleno periodo congresual, a numerosos militantes que iban a votar en el cónclave del partido. Pero justificó sin reparo su conducta: "¿Qué padre no hace eso por un hijo?". Ayer no quiso reconocer abiertamente que dejará el más poderoso legado de la Diputación -el de los empleos que amarran los votos- también a su descendiente. "Lo decidirá la dirección provincial" del partido, señaló, sin mencionar que esa dirección provincial es su propio hijo.

No tuvo, sin embargo, reparo en despedirse calificando de "veletas" a los dirigentes del PP gallego y presumiendo: "A mí no me echan unas elecciones. Me voy cuando yo quiero". Lo hace tras mandatos sucesivos cosechando mayorías muy superiores al 50% de los votos en la provincia. "El último congreso provincial fue la gota que colmó el vaso" reconoció ayer, antes de añadir: "Si lo sé, no me hubiese metido en política"

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Pocas personas sabían que José Luis Baltar preparaba su renuncia. A su mujer se lo dijo ayer mismo por la mañana y ella, que tanto había insistido en que renunciara y dejara el legado político a su hijo, respondió que no le creía, según relató el propio Baltar. A mediodía reunió a sus diputados, a los que durante la comida les dijo que tres horas después, anunciaría su marcha. Ellos se ofrecieron a acompañarle durante la comparecencia ante los medios, pero rechazó la ayuda. Feijóo lo sabía la semana pasada. Baltar lo llamó para aclarar que si se va es porque él quiere. "A mí no me echa nadie", insistió.

José Luis Baltar abraza a una periodista tras anunciar su abandono de la política.
José Luis Baltar abraza a una periodista tras anunciar su abandono de la política.NACHO GÓMEZ

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