Un cuento chino
Las medidas adoptadas por Alberto Fabra para hacer frente a la crisis han tenido un gran efecto sobre la población. A día de hoy, muy pocas personas las discuten. Incluso la oposición ha reconocido lo acertado de unas decisiones que dirigen a la Comunidad Valenciana hacia la recuperación económica. En estos meses de mandato, Fabra ha actuado con firmeza y con valentía, sin dudas ni vacilaciones. Al recortar los sueldos de los consejeros y altos cargos de la Generalidad, el presidente ha dado ejemplo a los ciudadanos. Podrá alegarse que el ahorro conseguido no es importante, pero nadie pone en duda la relevancia del gesto. Fabra parece haberles dicho a los valencianos: "Conocemos los problemas y estamos a vuestro lado para compartir las dificultades". Esta actitud solidaria le coloca en una posición muy favorable para exigir sacrificios.
Pero las medidas no se han limitado a un gesto simbólico que, por otro lado, hubiera sido del todo insuficiente. El plan que ha presentado el presidente para reducir los gastos de la Generalitat es ambicioso y está bien trazado, como demostró en su comparecencia ante las Cortes. El plan no se limita a reducir las partidas de Educación y Sanidad -hubiera sido lo fácil-, sino que pretende atacar la raíz del problema: el excesivo gasto inútil que soportamos. Se nota en él la mano del consejero de Hacienda, José Manuel Vela. Si Vela fue el hombre de las cifras en la época de máxima prosperidad de la Comunidad Valenciana, ahora se dispone a ser, con el mismo tino, el hombre que nos saque de la crisis.
El programa de reducción de empresas públicas, puesto en marcha, rendirá sus frutos en un par de meses, o tal vez antes. El ahorro que supondrá para las cuentas de la Generalitat será significativo. Durante la etapa de Francisco Camps se crearon un gran número de empresas, fundaciones y organismos que resultaron, en su mayor parte, completamente inútiles. Este conglomerado produjo un gasto enorme al disparar las contrataciones de personal y duplicar los servicios de la Administración. A Fabra -en contra de lo que algunos pensaban- no le ha temblado el pulso a la hora de cerrar esta sangría. La supresión de las delegaciones provinciales del Consell y la reducción del personal de confianza van en la misma línea. Se trata, en suma, de reformar el sector público y hacerlo más eficiente con menos recursos.
Pero la Comunidad Valenciana no logrará salir de la crisis solo con reducir el gasto. De limitarnos a ello, cuando mejorase la situación económica nos encontraríamos con un sistema productivo obsoleto, incapaz de aprovechar las nuevas oportunidades que deberán producirse. El Gobierno ha actuado en este punto con un evidente sentido común y con rapidez. Para Fabra ha sido una prioridad escuchar a los empresarios y a los especialistas, que son quienes entienden del asunto y pueden proponer medidas. Las conversaciones han dado paso a un proyecto ambicioso que ya ha comenzado a ejecutarse y que modernizará la producción en la Comunidad Valenciana, adaptándola a las necesidades del siglo XXI.
Pero la verdadera sorpresa la ha dado Alberto Fabra en el terreno de la investigación. Lo habitual en el país, cuando la economía viene mal dada, es recortar en enseñanza y en investigación. Al político no le interesan los resultados a largo plazo; lo suyo es la inmediatez de la legislatura. También ahora se ha producido recorte en la ciencia, pero se ha hecho con inteligencia. Se ha eliminado todo aquello que era prescindible para salvar lo valioso. En este aspecto, como hemos visto, la política seguida en el Príncipe Felipe ha sido ejemplar y se disponen a copiarla en otros lugares.
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