La radio
Decretaron su cese cuando apareció la televisión, e incluso la música advirtió de que la estrella de la radio había sido vencida por la pantalla. Sin embargo, ese aparato que antes era un mueble en la casa y que ahora es un adminículo que está en todas partes es el despertador, la compañía, el insustituible medio de los solitarios y de los que se resisten a estar desconectados.
Antes de que el Ejército norteamericano le diera vía libre a la información sin fin que supone Internet, ya la radio era eso, un modo imparable de tenerte al tanto de todo lo que sucedía sin que tú tuvieras que hacer otra cosa que estar atento. Estabas atento y, además, podías hacer cualquier otra cosa.
Cuando aquí se inventó la televisión de las mañanas y el desayuno ya se hizo con imágenes, hubo agoreros que adivinaron que a la radio la iban a herir de muerte. No ha sucedido eso; al contrario, la radio sigue viva en todos los tramos, es insustituible en las pequeñas horas laborables y también en las largas horas solitarias de la madrugada.
Ahora Radio Nacional de España acaba de celebrar sus 75 años de antena; y han vuelto a la pantalla (La 1 emitió un excelente reportaje con esos protagonistas) rostros que para nosotros, los que los escuchábamos a diario, eran voces imprescindibles para saber y también para intuir, pues algunas de esas veteranas estrellas de la radio a las que no mató la video star trabajaron en tiempos en que la radio batalló con imaginación contra la persistente censura del franquismo cuya potencia oscura ahora muchos quieren dulcificar.
Esas imágenes (Lalo Azcona, Alejo García, Luis del Olmo, Eduardo Sotillos, Nieves Herrero, Jesús Quintero, Andrés Aberasturi, Fernando Delgado, Luis de Benito, Julio de Benito, Victoria Prego, Magín Revillo, Javier Martín Domínguez, Manolo Ferreras, Manolo Hache Hache, Juan Manuel Gozalo, Julio César Iglesias, Concha García Campoy..., y así hasta los Toni Garrido, Juan Ramón Lucas, Pepa Fernández, que son voces de hoy) nos llevan a los que tenemos la pasión de la radio a la gratitud de haberla tenido cerca, y de tenerla aún como la referencia del estado de alerta que conviene mantener para sentirse vivo y escuchando.
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