Dudosa globalización
Menos mal que hoy estrenan Los descendientes, la magnífica película de Alexander Payne que viene precedida de elogios y premios muy merecidos. Los jugos gástricos de los espectadores ansiosos se calmarán un poco, pero aún quedan películas deseadas y deseables por estrenarse, esas de las que la publicidad viene hablándonos desde hace tiempo a través de los Globos de Oro, las nominaciones a los Bafta, los Goya, enseguida los Oscar... Una propaganda que directa o indirectamente eclipsa hasta cierto punto las buenas nuevas de la cartelera de nuestras ciudades. Y menos mal también que Filmin anuncia el pronto estreno online (el 9 de febrero) de Nader y Simin, una separación, la película iraní que acaba de obtener el Globo de Oro a la mejor de habla no inglesa, desbancando a La piel que habito de Almodóvar; cuantos no vivan en grandes urbes tendrán por fin ocasión de verla. Porque la cuestión es esa: ¿a cuántos lugares de España no llegan las buenas películas o cuánto tardan en poder ser vistas? Constantemente ocurre que películas interesantes, como el documental de Isabel Coixet y Manuel Rivas Escuchando al juez Garzón, estrenado en el festival de Berlín, y hoy de caliente actualidad a raíz del linchamiento que el magistrado viene sufriendo, no pueden verse en cines ni en páginas legales -en este caso Canal + volverá a emitirlo el próximo miércoles 25-. Y al mismo tiempo, se entra en Internet y se descubre que puede descargarse a través de varias páginas. ¿No está ahí, en parte, el meollo de las descargas ilegales y no solo en la ya afianzada costumbre de consumirlo todo gratis? Es frecuente que el aficionado se vea privado de acceder a películas que le interesan, bien porque no hay cines en su pueblo, bien porque tardan en llegarle a la cartelera o a las páginas legales, mientras va absorbiendo pasivamente el acoso publicitario que las hace deseables. Paradojas de la globalización.
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