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Columna
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Una pregunta a Fraga

Se ha muerto Manuel Fraga. Antes de que la tropa de plañideras y los honores de ordenanza sepulten verdades menos gratificantes y algún recuerdo suelto -como es el caso- en aras de la historia oficial, fascículos, hagiografías y álbumes de cromos, me permito regalar este episodio periodístico que otros colegas podrán certificar entre la mueca y el estupor de aquel instante acontecido hace un cuarto de siglo, pero real como la vida misma. En el verano de 1987 se celebraron las primeras elecciones al Parlamento Europeo. El héroe de la zambullida en Palomares encabezaba la candidatura de Alianza Popular. Ahora es el PP, pero entonces la carcundia se alineaba, prietas las filas, recias, marciales, en AP. Las campañas electorales eran sustancialmente idénticas en cuanto a consignas, mítines, retórica con amplificador y propaganda disuasoria. Fraga aterrizó a eso de la una, justo para la rueda de prensa, comer paella, volcar el mitin y salir espitado hacia la siguiente meta volante. El aeropuerto de Manises no ofrecía el aspecto ni las prestaciones actuales. Los periodistas, algo más de una decena contando los que llevaba puestos, esperaban en una sala de actos preparada para la ocasión. Irrumpió el líder de la derecha con esos aires que solo sabe emular Rita Barberá, su discípula en tantos frentes, seguido por una tropa de leales que superaba en número, pero no en valor, a los informadores.

Algo debió de temerse Fraga, cuando advirtió entre consonantes atropelladas que aquello era una rueda de prensa y solo podían intervenir los periodistas. O sea, que no era un acto de guerra. Aclaración: en aquel tiempo era norma formular preguntas (y exigir respuestas) a los comparecientes, un derecho (y una obligación) que ha caído en desuso. O se ha prohibido, no sé. Levanté la mano, me identifiqué como redactor de este periódico e interrogué a Fraga sobre la circunstancia que le brindaba la historia al poder coincidir en Estrasburgo, escrutinio mediante, con el valenciano Vicent Ventura, candidato por la coalición Esquerra dels Pobles. Ventura, con más de un centenar de opositores al franquismo, había participado en 1962 en el IV Congreso del Movimiento Europeo, descalificado por el régimen donde Fraga era ministro de Información y Turismo como el contubernio de Múnich. El periodista, fundador del Partit Socialista Valencià entre su enorme e imprescindible biografía, pudo regresar del exilio dos años más tarde y aún así pasó seis meses confinado en Dénia. Al parecer, para la autarquía Dénia debía ser lo más parecido a la estepa siberiana. Fraga y Ventura nunca coincidieron en los escaños de Estrasburgo. Las miserias partidarias y la generosidad del valenciano cedieron su turno en la Eurocámara a beneficio de Juan María Bandrés, otro desaparecido. A la pregunta en Manises no hubo respuesta. Fue peor. En medio de un arrebato gallego ante una audiencia entre sorprendida y espantada, el candidato dio por concluida la rueda de prensa, por así llamarla. No hubo crónica. Lo siento.

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