Ciclo de cámara
El cuarteto Emerson inició un ciclo de cámara cuya apertura hubiera correspondido al Brodsky, de no haberlo impedido la enfermedad de uno de sus miembros. El ciclo, de 13 conciertos, trata de relanzar la Sala Rodrigo del Palau de la Música con precios asequibles, mayor publicidad y figuras importantes: Aldo Ciccolini, André Watts, Hilary Hahn, Ofelia Sala y la Amsterdam Baroque Orchestra, entre otros.
En este inicio, sin embargo, el brillante historial del Emerson no tuvo una buena concreción. Sólo en la obra final (Cuarteto núm. 5 de Bartók) se consiguió romper la frialdad expresiva que había presidido toda la velada. El programa comenzó con el último cuarteto de Mozart (el núm. 23), una partitura complicada porque parece querer escapar al estilo habitual de su creador para adentrarse en un mundo huraño y difícil. Con todo, no debería tocarse nunca, como se hizo, restándole transparencia, luz y, en algunos momentos, incluso afinación. A esto último pudo contribuir el vibrato intenso y constante que utilizan los miembros del Emerson, vibrato que ya hace décadas pasó de moda y que molesta a muchos oídos actuales.
EMERSON STRING QUARTET
Obras de Mozart, Beethoven y Bartók. Palau de la Música. Valencia, 15 de enero de 2012.
Naturalmente, también Beethoven (núm. 16, asimismo último de su ciclo) se vio afectado por esa manera de tocar, aunque el violín de Philip Setzer sonara mejor que el de Eugene Drucker (en esta formación se intercambia el puesto de primer violín). Por lo demás, Beethoven se leyó con escasa expresividad y dirección incierta. A pesar de quedar clarificadas la complejidad rítmica y contrapuntística de la obra, la impresión fue de que allí no pasaba nada.
Las cosas cambiaron con Béla Bartók. El Emerson propuso un colorido mucho más rico y una concentración que caló en el público. Pudo apreciarse la forma de arco que tiene el cuarteto núm. 5, donde se emparejan los movimientos primero-quinto y segundo-cuarto, dejando en el centro al tercero. Enérgica e hiriente la primera pareja, dejaron a la segunda la evocación de un mundo lleno de sonidos inquietantes y tensos silencios. El movimiento central, de inspiración búlgara, se llenó de extrañas melodías que bailoteaban dramáticamente de un instrumento a otro, plasmándose todo ello con intención y acierto.
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