El yerno perfecto con mano dura
Iñigo Urkullu consolida su liderazgo con un estilo sin estridencias, rodeado de un equipo fiel, nacionalista de sangre, donde no caben los críticos
En realidad, Iñigo Urkullu (Alonsotegi, Bizkaia, 1961), ya era nacionalista al nacer. Criado en un entorno euskaldun, con padres de clase obrera vinculados de sangre al PNV -su madre sigue siendo reconocida por su histórica labor en favor de la enseñanza del euskera-, aquel chaval del humilde barrio de Irauregi se fue cincelando como correspondía a su ADN. Estudios en la escuela unitaria local, salto al seminario menor, txistulari, afiliado a EGI (Juventudes del PNV) con un año menos (16) de lo permitido entonces, licenciado luego en Magisterio y primer puesto político en la dirección de Deportes de la Diputación de Bizkaia.
Urkullu nunca ha roto un plato. Al menos, nadie le ha visto. "Pasa por ser ese yerno perfecto, alguien que no bebe, que no va de farra, que no comete excesos". Su abstemia hasta chirría entre algunos jeltzales que no entienden a un presidente del partido "incapaz de tomar un vino en la barra de un batzoki". Iñaki Azkuna y Xabier Arzalluz no han dudado, incluso, en mostrar en público esta extrañeza. Por eso despertó tanta expectación aquel día que Urkullu se comprometió con su círculo habitual a brindar con champán cuando ETA anunciara su retirada. Y el día llegó, el PNV festejó la noticia con todo su estado mayor en su sede de Sabin Etxea, donde corrió el champán, pero el máximo burukide se limitó a asomar la copa a sus labios.
"Es de los que come para sobrevivir. Ni toma alcohol ni va de farras"
Es un hombre de convicciones, de las que excluye la estridencia. "Todo lo que hace lo tiene pensado y reflexionado desde hace tiempo. No deja nada a la improvisación", admite uno de sus colaboradores. Incluso, dispone de su propia táctica para evitar la confrontación directa: "usa el silencio jesuítico", asegura una de las personas que menos simpatía le profesa. "Puede ser demoledor con el desprecio del silencio, no existes para él si sabe que lo tuyo no le interesa".
A Urkullu no se le conocen "grandes amistades ni grandes enemistades", vienen a coincidir varias de las personas consultadas dentro y fuera del ámbito político. "Trabaja codo a codo con Joseba Aurrekoetxea, tienen los despachos juntos, pero no se les verá salir a cenar con las parejas...bueno, ni con él ni con nadie", dice alguien que le conoce de cerca. "Nadie puede ir diciendo por ahí que es amigo de Urkullu cuando quiere conseguir algo", añaden desde fuera.
En realidad, el presidente del EBB pertenece a ese grupo de personas que delimita al máximo su vida personal de sus ocupaciones profesionales. Casado con Lucía Arieta-araunabeña y padre de tres hijos, el Duranguesado es su referencia vital cuando se aleja de la política siquiera para dedicarse a una de sus aficiones favoritas, junto a andar en bicicleta, que es salir al monte. Allí precisamente ha atendido alguna vez este verano la llamada "angustiosa" del entonces presidente Rodríguez Zapatero durante la zozobra económica.
De sus numerosos contactos con Zapatero ha obtenido Urkullu una proyección nacional que se le resistía en beneficio de su antecesor, Josu Jon Imaz, y del propio exlehendakari Ibarretxe. "Ha mejorado mucho con el tiempo, ahora tiene mejores discursos, además le ayuda el telepronter en los mítines", resalta una de las voces críticas, que sigue viendo en el acuerdo entre PSOE y PNV "la oportunidad que ha tenido Urkullu para crecer en su imagen públicas".
Después de tantas visitas, el presidente jeltzale ha dejado en Moncloa una impronta de que "hace lo que dice y cumple lo que promete", recuerda una de las personas que siguió de cerca los contactos entre el Gobierno socialista y el PNV. En el PP y en la izquierda abertzale piensan lo mismo. Uno de sus recientes interlocutores mantiene que "lo que se habla con él, queda ahí y eso es una garantía porque todos nos acabamos fiando".
En cambio, en el Ejecutivo vasco y en el PSE-EE la opinión es muy distinta. "La próxima vez que venga a hablar con el lehendakari pondremos una grabadora" llegó a decir un colaborador de Patxi López cuando conoció la versión que Urkullu había dado de la reunión entre ambos. Incluso, un consejero remachó después en privado: "lo que ha contado, además, no es cierto". El antagonismo entre la actual dirección del EBB y los socialistas vascos es enfermizo.
Para Urkullu, la pérdida del Gobierno vasco es "su espina clavada". De hecho, hay quien sostiene en su entorno que "su día más triste desde que le conozco fue la noche de las elecciones vascas cuando vio que PSE y PP iban a sumar mayoría para gobernar y se perdía la Lehendakaritza".
De hecho, Urkullu, entonces mucho menos fuerte internamente que ahora, encajó de los socialistas otro contundente mazazo. Su estreno como presidente del EBB coincidió con "el vapuleo" en las elecciones generales de 2008 por parte del PSE-EE, que obtuvo sus cotas históricas en plena efervescencia de Zapatero, como aún se recuerda en la última planta de Sabin Etxea.
Urkullu tomó nota, como siempre. Lo escribió con la letra de pequeño tamaño con la que ha llenado ya "30 cuadernos de los de anillas". Es su manual de estilo. "Lo apunta todo. No se le escapa nada". Hay quien le ha visto utilizar "la agenda" y otros "el cuaderno", pero todos concluyen en que "todo lo que habla, lo que le dicen, lo que ve, lo guarda todo por escrito".
En realidad, siempre ha sido así. Quienes le han seguido de cerca coinciden en su "cierta timidez que le hace parecer frío, retraído, pero lo gana todo en las distancias cortas", dotado, además, "de un carácter reservado, muy alejado de los chismes, reflexivo por encima de todo" y que, según sus más alejados, "da confianza a quien está de acuerdo con sus mismas ideas y a los demás los aparta sin que se note porque basta con no hacerles caso".
Bajo esta identidad, que imprime estilo, Urkullu ha tejido su fiel guardia pretoriana sobre la que asienta un incuestionable liderazgo, paradójicamente cuando el PNV acusa su cuota más baja de poder institucional. "Todo responde a su línea de trabajo, a haber marcado una estrategia, a modelar una estructura y a funcionar como una empresa", reconoce uno de sus colaboradores más cercanos, consciente de que "nos hace trabajar, es exigente, pero todos llevamos muchos años con él". Y es que el salón de mando del EBB está reservado a permanentes colaboradores del presidente como son Joseba Aurrekoetxea, Andoni Ortuzar, Iñaki Bernardo y Koldo Mediavilla. En este equipo no figuran aquellos jóvenes afiliados antes de los años 70 Roberto Otxandio, Xabier Ormaetxe y Aitor Esteban, quienes acompañaron a Urkullu en la fundación del sector denominado JoBuBi (jóvenes burukides vizcaínos), embrión determinante para entender la progresiva vida interna del PNV.
Con el tiempo, Urkullu ha hecho de la política su profesión. Nadie espera que retome la vida en las aulas como profesor. Para sus críticos, es su principal debilidad. Aún se recuerda cómo Xabier Arzalluz, por ejemplo, no veía "sólido" a un candidato "con solo esa preparación". Lógicamente, el presidente del EBB nunca ha olvidado estos desprecios, vinculados a personas "de otra generación que ya se ha quedado sin mando".
Urkullu, a pesar de once años como parlamentario- "aunque sin protagonismo", recuerdan desde aquel grupo- se siente más cómodo en la sala de máquinas de su partido, que conoce, domina y cuando presenta dificultades "siempre tiene a mano a Aurrekoetxea", la referencia nuclear del aparato jeltzale, capaz de negociar con Joseba Egibar o de presentar a Mario Fernández la lista de consejeros del PNV en Kutxabank.
Eso sí, todo pasa por sus manos porque le dedica al partido las horas del reloj. Cuando llega a Sabin Etxea a las 8 de la mañana ya ha leído la prensa y escuchado dos informativos. "Tiene la referencia mediática clara del día", recuerdan. Incluso, adelanta su entrada al despacho cuando asiste dos días por semana a la clase particular de inglés.
Dotado de una agenda diaria de contactos "cada vez más amplia y variada" y que en los últimos meses ha sido "frenética" en relación al nuevo escenario político, Urkullu no pierde demasiado tiempo en la comida. Pertenece a la estirpe de quienes "comen para sobrevivir". Habitualmente, verduras y pescado y siempre con agua. "Como siempre son almuerzos con alguna visita, lo que hace es comer en cinco minutos para así atender a su interlocutor".
Cuando llega el fin de semana su look ,"que ha ido cuidando", ya es otro. Refugiado en el entorno familiar, se relajará escuchando música - "en esto es bastante tradicional", admite un portavoz- de cantautores vascos o a Bob Dylan y Bruce Springsteen. Y también con la lectura. Seguidor de la novela histórica "lo lee todo sobre Toti Martínez de Lecea", se ha visto atrapado ahora por la obra deTony Judt, Historia de la postguerra europea, un libro de 920 páginas. Y entre página y página seguirá meditando su secreto mejor guardado en la agenda: ser o no candidato a lehendakari.
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