Una reforma laboral de calado
Sindicatos y CEOE han vuelto a cerrar en falso el enésimo intento de consensuar una reforma laboral con profundidad. Era de esperar. Así viene ocurriendo en los últimos años, a pesar de la buena voluntad demostrada por los líderes de las organizaciones empresariales y sindicales. Pero lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible. CC OO, UGT y CEOE pueden plantear pactos sociales o salariales, pero nunca ofrecerán un acuerdo global que suponga una pérdida del poder alcanzado desde el Estatuto de los Trabajadores en materia de formación, negociación colectiva, contratación y litigios laborales. Es el Gobierno el que tiene que decidir, y el Parlamento, el que debe legislar.
Santiago Carbó: Una reforma de envergadura que descentralice los convenios y simplifique los tipos y los costes de contratación
José García Solanes: Menos tipos de contratos y costes de despido uniformes, en línea con los países más adelantados de la UE
José Luis Martínez: Más énfasis en las políticas activas de empleo y mejores condiciones de financiación en los mercados
Mauro Guillén: No podemos seguir teniendo un paro superior al 10% cuando la economía va bien y del 20% cuando va mal
Lo explicaban con claridad el pasado jueves tres representantes de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), una institución patrocinada por las grandes empresas y entidades financieras españolas. Pablo Vázquez, su director, y los catedráticos Samuel Bentolilla y Juan José Dolado decían que "nuestra larga historia de acuerdos y reformas parciales nos ha conducido a un caso extremo de mercado laboral segmentado entre trabajadores insiders y outsiders (incluidos y excluidos del mercado). Hay un grupo de asalariados muy protegidos, mientras que otros (alrededor de nueve millones, en la actualidad) sufren desproporcionadamente la precariedad y el paro", subrayaban.
"Análogamente", añaden los expertos de Fedea, "frente a un grupo de empresas con poder de mercado y mayores posibilidades de gestión de sus recursos humanos, hay otro grupo, especialmente las empresas de nueva creación y las pymes, cuya capacidad de crecimiento está muy limitada por la regulación laboral". Lo que vienen a decir es que, frente a las reformas parciales planteadas durante muchos años, es el momento de acometer una reforma de calado que acabe con las desigualdades en la contratación, en la protección social y en la negociación colectiva.
En la misma línea, los expertos que han participado en el debate durante toda la semana en el blog Economismo defienden la urgencia de acometer estas reformas, aunque insisten en que los cambios deseados en la legislación laboral y en la negociación colectiva no serán suficientes para dejar de destruir empleo. Hace falta, además, que se estabilicen los mercados de deuda soberana y que vuelva a fluir el crédito a las empresas para que se reactive la economía y se creen puestos de trabajo.
José Luis Martínez enumera las medidas para frenar la destrucción de empleo: "Más énfasis en las políticas activas de empleo y mejora de las condiciones de financiación en los mercados. Aunque las reformas estructurales no son suficientes si no se ven acompañadas de una normalización de los mercados de financiación. Por lo que respecta a las políticas de oferta, en el caso del mercado de trabajo, reducción de costes de contratación, mayor flexibilidad y simplificación".
Más tajante se muestra Mauro Guillén. "Hay que reformar el mercado de trabajo con profundidad", afirma. "No podemos seguir teniendo un desempleo superior al 10% cuando la economía va bien y superior al 20% en tiempos de crisis". Y propone cuatro reformas: "Contrato único; libertad para que trabajadores y empresarios lleguen a los acuerdos que consideren oportunos en los ámbitos local y de empresa; triplicar el presupuesto para formación profesional en un plazo de cuatro años, y, por último, un gran pacto social para que los salarios nunca aumenten por encima del crecimiento de la productividad". Concluye recordando que "Alemania realizó este tipo de ajuste mientras nosotros festejábamos a lo grande todos los beneficios que nos traía el euro".
El tercero de los expertos que han opinado esta semana en Economismo, Santiago Carbó, insiste en que "la reforma del mercado laboral tiene que ser de envergadura, abarcando de forma más contundente que hasta ahora la descentralización de convenios colectivos, la simplificación de modalidades contractuales o la reducción de costes de contratación, entre otros aspectos". Como los anteriores, Carbó matiza que "otra cuestión distinta es qué cabe esperar de una reforma laboral, ya que los efectos serán más de largo plazo, y la creación de empleo estará muy condicionada a corto plazo por otros factores. Entre otros, por las políticas de austeridad. En este sentido, la reforma laboral debería contribuir a la estabilidad del empleo una vez creado".
José García Solanes coincide en que "hay que simplificar el número de contratos y establecer unos costes de despido uniformes, que respondan a los estándares de los países más adelantados de la UE. No hace falta ir al contrato único, pues cierta variedad contractual es necesaria para hacer frente a tareas y naturalezas empresariales distintas". Respecto a la negociación colectiva, se alinea con los demás en que "debe reflejar la realidad de cada empresa y unir variaciones salariales con variaciones de la productividad. Esto también requiere que los trabajadores sean partícipes de la marcha de las empresas y tengan acceso a los datos económicos de las mismas".
En definitiva, el debate abierto la semana pasada en este blog bajo la pregunta "¿cómo debe ser la reforma laboral?" se cierra con un clamor de que hay que llevarla a cabo de forma urgente y profunda. Una reforma de calado que no espere a que los representantes de empresarios y trabajadores consigan un acuerdo imposible y que simplifique la contratación, descentralice la negociación colectiva e intensifique y racionalice las políticas activas de empleo.
El mayor consenso se logra al reclamar una reducción de los sistemas de contratación. Según explicaba el catedrático Jesús Cruz Villalón en estas mismas páginas, en la actualidad se están utilizando seis tipos de contratos: dos indefinidos (ordinario y de fomento del empleo), tres temporales (de obra, eventual y de interinidad) y uno a tiempo parcial. Cada uno de ellos con condiciones de entrada y salida del mercado laboral diferentes. Y el resultado es que se sigue destruyendo empleo, se crea cada vez más trabajo precario y se avanza en las desigualdades entre distintas clases de trabajadores.
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