Indomable Mirandés
El cuadro burgalés resiste en un partido histórico ante un Racing aguerrido que pagó la expulsión de Bernardo
Lo consiguió con el mismo aroma que ha desprendido en cada partido. Una mezcla de confianza y tesón, de pasión y buen gusto. El Mirandés, de Segunda B, se clasificó para los cuartos de final de la Copa del Rey por primera vez en su historia gracias a un empate ante un Racing que puso carácter, pero que no pudo con el torbellino de su rival.
La transformación del Racing pasaba por reclamar el balón y domesticarlo a base de pivotar en torno a la defensa del Mirandés. Una situación en la que Kennedy, un sueco con alma de brasileño, trajo de cabeza a la defensa rojilla, que debió sacudirse el agobio aglutinando gente en torno al área grande.
Imponía así el Racing un carácter desaparecido en el partido de ida. Una fianza tardía que buscaba esta vez pujar por un triunfo que se le escapó en la primera subasta en medio de un espasmo del que no supo recomponerse. Ayer, con la moral recuperada tras la victoria liguera sobre el Zaragoza, quiso desatarse por fin de una situación que lo ha mantenido con la cabeza en otra parte durante demasiado tiempo. Con gusto por el trato amable con el balón, primera circunstancia a evitar cuando las piernas pierden la alegría, encajó varias jugadas habilidosas. En una de ellas, un pase delicioso de Tziolis desde el centro del campo lo recibió Munitis para primero aguantar el choque con Caneda, nada a lo que no esté habituado el armado delantero cántabro, y después definir de puntera ante Nauzet con un remate ajustado al palo. Un soplo de aire en medio del repecho de subida.
RACING 1 - MIRANDÉS 1
Racing: Mario; Álvaro, Torrejón, Bernardo, Cisma; Kennedy, Tziolis, Colsa (Nahuelpán, m. 75), Arana (Jairo, m. 68); Munitis (Christian, m. 59) y Stuani. No utilizados: Sotre; y Bedia.
Mirandés: Nauzet; Garmendia, Caneda, Corral, Raúl García; Barahona (Mújika, m. 55), Martins, Nacho Garro (Iribas, m. 69), Pablo Infante; Muneta y Alain (Lambarri, m. 78). No utilizados: Murcia; y Blanco.
Goles: 1-0. M. 34 Munitis bate por bajo a Nauzet. 1-1. M. 72 Pablo Infante, de penalti.
Árbitro: Iturralde González. Mostró la tarjeta amarilla a Nacho Garro, Pablo Infante, Raúl García, Corral, Álvaro y Stuani y expulsó a Bernardo (m. 55) por acumular dos amonestaciones.
El Sardinero: 12.500 espectadores.
No se lo tomó como algo inesperado el Mirandés, que, fiel a su estilo, trataba de enlazar sin maltratar el balón, a base de encontrar las bandas. Allí, de nuevo Pablo Infante alargó su sombra. Penetrante e impredecible, el extremo anuda y deshace, a veces para cerrar un lazo demasiado grande, pero siempre con la portería como referencia. Al comienzo de la segunda mitad, en un mano a mano, perdió la iniciativa ante Álvaro, que bloqueó un disparo que tardó demasiado en llegar.
Pero el terreno estaba a punto de inclinarse por el exagerado ímpetu de Bernardo en el juego aéreo: vio la segunda tarjeta amarilla por extender demasiado los codos. Con uno menos, el Racing perdió poder de intimidación y se refugió en un juego directo que agradeció el Mirandés, menos preocupado ya por torcer el cuello. Con un jugador más, se dedicó a contragolpear, siempre a base de ocupar el espacio primero y hacer llegar el balón después. Algo que proporciona seguridad y desgasta al oponente. En el enésimo quiebro de Infante, Torrejón lo derribó dentro del área y el capitán, empleado bancario de día, goleador de noche, no perdonó desde los 11 metros.
Más que un hechizo momentáneo con fecha de caducidad, el Mirandés vive un encantamiento global sin remedio. Se ha vuelto indomable.
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