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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Sam Rivers, huidizo genio del jazz

El músico compartió escenario con los más grandes pero siempre al resguardo de los focos, sin robar protagonismo

Posiblemente fue un genio, aunque no todos los expertos en jazz estarían dispuestos a confirmarlo. Sam Rivers, fallecido el pasado lunes 26 de diciembre en la localidad de Orlando (Florida), nunca ganó ninguna encuesta, ni como instrumentista (tocaba el saxo, la flauta y el piano), ni como compositor o arreglista. Su biografía musical discurre, en su mayor parte, al resguardo de los focos. Si compartió escenario con los más grandes -Billie Holiday, Charlie Parker, Miles Davis, Dizzy Gillespie y Cecil Taylor, pero también B. B. King o Jimi Hendrix-, nunca pretendió robarle protagonismo a ninguno de ellos. Por tanto, se habla más de Sam Rivers tras su muerte que en vida.

Nacido como Sam Carthorne Rivers un 25 de septiembre de 1923 en la localidad de Enid (Oklahoma) su carrera despertó en 1959, cuando conoció al joven prodigio de la batería Tony Williams. Con 13 años, el futuro sideman de Miles Davis pasó a formar parte del cuarteto del plurisaxofonista. Cinco años más tarde sería el propio Miles Davis quien convocara a Rivers para formar parte de su quinteto, ocupando el lugar dejado vacante por George Coleman. Rivers, un tipo tranquilo y sin afanes de protagonismo, se vio metido en el ojo del huracán. Tampoco él aguantó mucho tiempo junto al irascible Príncipe de las Tinieblas. Lo suficiente para dejar registrado un hermoso disco con el concierto que ambos intérpretes ofrecieron en el Festival Mundial de Jazz de Japón, en julio de 1964.

Miles Davis le convocó para su quinteto en lugar de George Coleman

En diciembre de ese mismo año, el saxofonista pasó a engrosar la nómina de creadores extravagantes del sello Blue Note, junto a Eric Dolphy y Andrew Hill. Su estreno no pudo ser mejor: Fuchsia swing song incluye la primera interpretación de Beatrice, una enternecedora balada que su autor dedicó al amor de su vida y que, con el tiempo, se convertiría en un standard del jazz. Entonces como ahora, la música de Rivers se movía en ambas direcciones, dentro-fuera (inside-outside) de la armonía, tan alejada del moderno free jazz como del jazz tradicional.

En los años setenta, el apartamento del matrimonio Rivers en el NoHo neoyorquino, rebautizado como Studio Rivbea, se convirtió en el epicentro de un movimiento que convirtió los antiguos loft en desuso en improvisadas salas de conciertos a disposición de los jóvenes talentos del jazz. Una experiencia de la que queda el testimonio de los cinco elepés grabados durante dos fines de semana en el propio Studio Rivbea, bajo la supervisión de Rivers, con la participación de un centenar largo de intérpretes (Wildflowers: The New York loft jazz sessions).

Las bajas temperaturas pusieron término a los años neoyorquinos del friolero y huidizo saxofonista que, mediados los ochenta, fijó su residencia en la ciudad de Orlando, conocida por sus parques temáticos dedicados al público infantil. Allí encontró Rivers los músicos para su renovada Rivbea Orchestra. El saxofonista se mantendría por décadas dedicado a la creación al más alto nivel, por más que los ecos de su música apenas llegaran más allá de los límites del Estado de Florida.

El músico de jazz Sam Rivers.
El músico de jazz Sam Rivers.DAVID CORIO (GETTY)

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