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Europa: equilibrios múltiples

Las discusiones recientes sobre los paquetes de ayuda a Grecia recuerdan a aquel personaje de Woody Allen que acudió al médico, quien le dio tres meses de vida. Al cabo de los tres meses, como no le podía pagar, el médico le dio otros tres. Tras meses de discusiones y retrasos, el tamaño de la brecha financiera y de la quita a los acreedores privados necesaria para restablecer la sostenibilidad de la deuda griega continúa ampliándose.

Lo más grave es que ha fracasado el intento de aislar a Grecia. El contagio al resto de los países de la periferia se vio exacerbado por el error de establecer la "participación del sector privado" como un elemento habitual de los futuros paquetes de rescate. Esta disposición, unida a la preferencia de los acreedores oficiales sobre los privados, provocó una huida masiva de la deuda de los países sospechosos de padecer problemas similares. Un impago soberano es siempre un evento traumático cuyas repercusiones no se deben trivializar.

La UE ha corregido parte de sus errores en la crisis, pero es difícil devolver el genio a la botella

En teoría, los paquetes de rescate del Fondo Monetario Internacional (FMI) deben ayudar a "catalizar" entradas de fondos privados hacia los países en crisis, pero los paquetes aprobados en Europa han desplazado a los fondos privados, aumentado la dependencia de los países bajo programa respecto de los fondos oficiales. En los últimos meses, a la vista de la gravedad de la situación, se han rectificado algunos de los elementos más desestabilizadores: primero, el estatus de acreedor preferente de la financiación oficial, y, más recientemente, la propia idea de "participación del sector privado", aunque la redacción del comunicado del último Consejo Europeo es ambigua en este punto.

Además, se han flexibilizado las facilidades existentes y el Banco Central Europeo (BCE) ha intervenido comprando deuda en los mercados secundarios (aunque en dosis homeopáticas) y ha proporcionado a los bancos liquidez ilimitada y a plazos más largos. Es difícil, sin embargo, devolver el genio a la botella. La sostenibilidad de la deuda depende en parte del tipo de interés al que un país se pueda financiar, y este, a su vez, depende de las expectativas que tengan los mercados sobre la sostenibilidad de la deuda. Esta circularidad da lugar a los llamados "equilibrios múltiples", en los que es fácil pasar del equilibrio bueno al malo, pero mucho más difícil el camino de vuelta (aunque, posible: véase Brasil en 2002).

Solo una actuación decidida de las autoridades puede devolvernos al equilibrio bueno: los Gobiernos nacionales, con políticas que aseguren la disciplina fiscal y reformas que eleven el crecimiento potencial; las instancias europeas, restableciendo un marco institucional coherente que incluya elementos de una verdadera unión fiscal (y no solo un marco de austeridad presupuestaria), y el Banco Central Europeo, haciendo una lectura menos reglamentista de la prohibición de financiación monetaria.

Santiago Fernández de Lis es economista jefe de Sistemas Financieros y Regulación de BBVA Research.

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