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Crítica:TEATRO | LA VAMPIRA DEL RAVAL
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Idóneo

Qué feliz conjunción de esfuerzos y circunstancias la que se está dando estos días en el Teatre del Raval. La historia del personaje real que inspira a la vampira del título es, para empezar, de las que merecen ser contadas. Enriqueta Martí (1868) fue vendida de niña a un tipo que la inició en la prostitución. Un pintor de tendencia anarquista la redimió años después sacándola de un burdel del Raval y casándose con ella. Enriqueta, sin embargo, pronto volvió a las andadas para emprender una perseverante carrera criminal: secuestraba niños por los alrededores de La Rambla y los explotaba en un burdel que regentaba en Gràcia; después los sacrificaba y con sus restos fabricaba ungüentos y pócimas que vendía a la burguesía. Como ven, material de sobra para armar lo que sea. Jaume Villanueva ha armado nada menos que un musical. Y para ello se ha rodeado de unos profesionales de primera división. Albert Guinovart (Mar i cel, Flor de Nit) ha musicado la pieza de Velasco; cuenta con cuatro músicos en directo, un reparto compuesto por actores de prestigio y popularidad. Además La vampira del Raval no podía ubicarse en sitio más idóneo que el teatro que lo acoge, en pleno meollo de la acción.

LA VAMPIRA DEL RAVAL

De Josep Arias Velasco. Dirección: Jaume Villanueva.

Teatre del Raval. Barcelona, 26 de diciembre.

De tono descarado y trasfondo cínico, La vampira guarda evidentes paralelismos con Sweeney Todd, aunque se distancia de él por la ironía con que se narra la historia.

Pep Cruz, campechano y divertido, entra y sale de la ficción. Mingo Ràfols es otro que se desdobla y como vedette no tiene desperdicio. Mercè Martínez es una vampira sensual y desbocada, y aunque su participación se debe a la circunstancia menos feliz de todas (sustituye a Roser Batalla por indisposición), está estupenda.

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