Leopold Hawelka, fundador del más célebre café vienés
Su local era centro de reunión de artistas y literatos
Viena es una ciudad pródiga en cafés, en cuyas mesas y tertulias se han gestado algunas de las obras que han marcado la mejor época de la cultura centroeuropea. Muchas de sus grandes figuras (y hablamos de nombres del calibre literario de Karl Kraus, Robert Musil, Joseph Roth o, ya más cercanos a nuestros días, Thomas Bernhard) han pasado en esos locales más horas que en el cuarto de estar de su propia casa. No menos pintorescos que estos establecimientos -que van desde la venerable elegancia a lo levemente rancio, pasando por todos los matices del kitsch- son algunos de sus propietarios: no es fácil olvidar, por ejemplo, a Rudi Wein, millonario comunista y judío antisionista, durante cuyo reinado en el café Gutruf solo entraban al local quienes le caían en gracia; pero tampoco será fácil borrar del recuerdo a Leopold Hawelka (Mistelbach, Austria, 1911), dueño del homónimo café que pasa por ser el más célebre Viena y que, durante mucho tiempo, fue una institución literaria dentro de una categoría, el café vienés, que ya es en sí una institución literaria. Hawelka falleció ayer en meses después de celebrar su centésimo cumpleaños, según informó su hija, Herta.
La afluencia de turistas terminó por ahuyentar a su intelectual clientela
Aunque Leopold Hawelka y esposa, Josefine, decidieron hacerse cafeteros al día siguiente de su boda, en 1936, pasaron tres años hasta que, en mayo de 1939, abrieron su establecimiento, el Hawelka, en la Dorotheergasse, en el centro de Viena. Pero no fue hasta los años sesenta cuando el local, de menos de 100 metros cuadrados, se convirtió en un centro legendario de reunión de grandes personalidades austriacas de las letras y las artes. Fueron clientes habituales los escritores Heimito von Doderer y Friedrich Torberg, los actores Helmut Qualtinger y Oskar Werner o el pintor y escultor Friedensreich Hundertwasser. Ellos y muchos más convirtieron el Hawelka, al igual que otros clientes asiduos, en su lugar de trabajo y centro de reunión.
A partir de 1975, el Hawelka fue conocido internacionalmente por la canción humorística del cantautor vienés Georg Danzer (1946-2007) Jö schau (Mira ahí), en la que cuenta la historia de un hombre que estaba desnudo en el café, que ocupó enseguida el primer lugar en la lista austriaca de música, con lo que el local dejó de ser un lugar de encuentro casi clandestino para la intelectualidad y pasó a llenarse de curiosos y turistas, estudiantes y jóvenes en general, que podían ver a Leopold Hawelka, sentado en su asiento de siempre, un banco forrado con una tela en rayas rojas y amarillas. Seguía llevando su vieja americana marrón, una pajarita roja en el cuello de la camisa y miraba al vacío con tristeza: si había suerte, a la cámara del fotógrafo aficionado de turno.
En el interior del local nada ha sido modificado desde hace décadas, lo que ha llevado a las masas de turistas a visitarlo y a pedir autógrafos a su propietario, quien los dio sin parar hasta el último momento; sin embargo, el asalto al local de los operadores turísticos sí que ahuyentó en los últimos tiempos a los intelectuales que se daban cita en él.
Algunos dicen que Leopold Hawelka se resistió firmemente a cambiar nada de la decoración de su café porque había comprado algunas obras a artistas jóvenes aún desconocidos y les quería dejar trabajar en ese ambiente estimulante.
Antes de que, en 2005, su esposa falleciera repentinamente a los 91 años, Leopold Hawelka saludaba personalmente a los clientes a la entrada del café y les indicaba dónde había sitios libres. La muerte de la que fue su compañera durante 69 años marcó un antes y un después en la vida de Leopold y en la historia del café. Sin embargo, Leopold Hawelka seguía yendo al café casi diariamente durante dos o tres horas, y aseguraba que debía su buena salud a que no había bebido alcohol ni fumado.
Tras fallecer Josefine, su hijo Günter, en la actualidad ya jubilado, y sus nietos Michael y Amir dirigieron el café, y ahora son ambos quienes lo siguen haciendo.
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