Firme ante el acoso
Puede que quienes esperaban al sastre José Tomás en Valencia se hayan arrepentido. Llegó puntual a su cita con el jurado. Era el testigo clave, el más esperado. Tomás dejó un elenco de frases que describen lo que se ventila en Valencia. Una, la de un Camps muy nervioso, la víspera de su declaración ante Garzón: "Sácame de esta y no te faltará nada". De ese "esta" solo cabe colegir que Camps sabía que Anticorrupción le investigaba por (supuestamente) aceptar gratis trajes de la trama Gürtel y trataba desesperadamente de encontrar bajo las piedras alguna factura que le sacara de la lupa policial. Dos, la de un Álvaro Pérez, El Bigotes, siempre obsesionado en tapar que su empresa regalaba trajes a destacados políticos del PP valenciano: "Que no se te escape nunca que a los señores a los que compro la ropa no la pagan". Los "señores" son Camps, Ricardo Costa, Rafael Betoret y Víctor Campos (los dos últimos han eludido acompañar a Camps en el banquillo tras confesar que les regalaron varios trajes).
Con este panorama, colofón de pruebas explícitas y de abundantes testimonios que acreditan que Camps no pagó sus trajes, Javier Boix, el catedrático que le defiende, entró a degüello, sin miramientos contra el sastre. Para Boix, Tomás es sinónimo de facturas falsas, conspiraciones y declaraciones contradictorias. Pero el sastre no se arredró. Arribó con la tranquilidad de quien se sabe el examen sin los nervios de tener que acudir a las chuletas. Bueno, sí sacó una, que la exhibió, y el tribunal, en vez de recriminarle, la incorporó al sumario. Unos documentos presentados ante la Fiscalía, copias de originales auténticos, que destrozan una parte sustancial de la estrategia defensiva.
Las dos visitas del dirigente del PP Federico Trillo al despacho de Eduardo Hinojosa, dueño de las tiendas de Milano y Forever Young que vestían a Camps, fueron muy extrañas. Sobre todo la primera, tras salir el nombre de Camps envuelto entre la mugre de la red Gürtel. Lo que (supuestamente) acreditó el sastre es que los papeles falsos no son los suyos, sino los que se hicieron en las tiendas para tapar a Camps. Un informático de las tiendas lo ha respaldado.
Desde que estalló el escándalo, Tomás ha declarado siete veces. No teme a los estrados. Es padre de un juez. Las defensas le han llamado de todo: embustero, falsificador... Ayer, en el juicio, se vio a un hombre castigado, ansioso de que acabe todo ("llevo tres años de calvario", confesó). Pero firme. Hasta "juró por Dios" que jamás Camps pagó "ni un euro en trajes". Los pagó Pablo Crespo, un jefe de la Gürtel. Algunos habrán deseado que Tomás se hubiese quedado en casa.
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