A la cárcel, pero pagando

En la localidad californiana de Riverside están a punto de poner a prueba un sistema para acabar con el abarrotamiento de las cárceles en el Estado, consistente en hacer pagar el alojamiento y atención médica a los presos que tengan medio. El Tribunal Supremo de California ha ordenado a las autoridades carcelarias del Estado que en los próximos dos años suelten a unos 30.000 presos porque las instalaciones ad hoc están que revientan. Con arreglo a este curioso pero estrambótico plan, que también aspira a sanear las finanzas de los condados, una parte de los presidiarios serían transferidos de las prisiones del Estado a cárceles locales, descongestionando las primeras, e incluso, al menos en teoría, obteniendo algún beneficio. Estimaciones de la propia Riverside, aseguran que el condado del mismo nombre podría sacarse unos seis millones de dólares al año (4,5 millones de euros) por este concepto, pero eso suponiendo que cuando menos un 25% de los presos pudieran costearse la estancia, como si fueran unas vacaciones. En el mejor hotel de Riverside la noche cuesta 190 dólares (unos 150 euros), y en la cárcel local la tarifa sería de 140 dólares (poco más de 100 euros) sin que eso signifique, sin embargo, que el trato, la comida y las dependencias estuvieran a la altura de un hotel incluso de menor categoría.

Y aunque está previsto que la medida se ponga en práctica en breve, se han dejado oír escepticismos varios en medios de la abogacía y la judicatura. Habrá que ver cuantos reclusos podrán y querrán pagar, y si el Estado de California, por mucha que sea la descentralización del federalismo norteamericano, tiene la capacidad de obligar a que sus presidiarios, presumiblemente los que estén condenados por delitos menos graves, sufraguen su pérdida de libertad.

Ni que decir tiene que en Europa un plan semejante no podría prosperar. Todos los tribunales considerarían inconstitucional semejante apaño, digno de Buñuel o Berlanga (los hoteles como cárceles y la cárceles como hoteles). La reclusión es lo que paga el preso por su delito, y no una suma añadida, como si fuera una multa impuesta por su mala cabeza.