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Muñecas para después de la luz

En lugar sacro, un conjunto de 32 ilustraciones y tres cajas con muñecas de trapo, dos vídeos, una instalación con los restos de la inauguración y otras muñecas descuajadas haciendo equilibrios en el fronstipicio. Cinco años después de El silencio de las últimas ramas, su última muestra en espacio tradicional, este es el material tangible de La metamorfosis esperada, la exposición de Laura Pernás en la Capela de Santa María de Lugo. A aquella niña se la tragó el espejo, un relato de Regina Carreira, sirve de hilo conductor de La metamorfosis... y la cierra con una animación en vídeo.

El cuento de hadas es para adultos, si bien -quizá por causas nominales-, la muestra ha sido interpretada como una especie de resurrección personal de Pernás (Lugo, 1979) desde Ciclo de la tormenta, una serie de siete vídeos abierta en 2003 con Un bosque en mi memoria. Pernás aclara que el centro, aunque sea biográfico, está en lo que no se nombra: "Hablaría de mis miedos".

En 2000 se encontró con cuatro películas en súper 8 de tres minutos cada una. Vio a su madre, fallecida cuando ella tenía seis años, en posiciones familiares: cumpleaños, comunión, teatro escolar o vacaciones de verano. "Su muerte me hizo creer que los traspiés que sufrimos en la vida no pueden mitigarse luchando con valentía contra el azar. Fue precisamente este factor lo que determinó el nombre de mi madre, Alicia, como la de Lewis Carroll, y en cierto sentido, mi visión de las cosas".

Antes del descubrimiento estudiaba y pintaba. "Me gustaba la videocreación por Sol Alonso

[profesora en la Facultad de Belas Artes pontevedresa], pero no pensaba dedicarme a ella". Para fijar un paraíso perdido, comparece en aquellos fotogramas el abuelo, segando la hierba. "Aquel olor me hace evocar los años en los que yo jugaba con mi primo en una altísima hierba que aún no había sido cortada. Año tras año, al llegar el verano, mi abuelo acababa por cortarla, destruyendo todas mis fantasías y paraísos, dando lugar a la nada. Y uno puede morirse más facilmente de nada que de dolor. Una puede rebelarse ante el dolor, ante la nada no".

Como una visión propia del cine de afectos, Pernás inició entonces un proceso de maduración psíquica a través de la introspección. Para reinventar la infancia o madurar hacia ella, empezó a analizar la enfermedad de los místicos, reciclando sin montar los fotogramas de la infancia. A preguntarse por las raíces de la creación en el espejo de su propia memoria, que se hizo afectiva a base de recoger las identidades quebradas: "Es la sombra la que nos hace reales", insiste, en la preocupación del Bataille de La experiencia interior. Así, en Rayo de tiniebla, la pregunta bascular indaga en las emociones: ¿son las alucinaciones de San Juan de la Cruz o Ángela de Foligno patológicas o fisiológicas? El posterior Éxtasis de angustia mezcla imágenes de la madre con recuerdos propios y planos de La Passion De Jeanne d'Arc, la película de Dreyer. Lejos de la inocuidad que trajo la primera democratización del vídeo, una forma de controlar a través de él la propia imagen.

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Pernás intenta acabar ahora Prólogo a una profecía, de 2005, último vídeo por inscribir en una serie oscura que, ironiza, "no tiene nada que ver con el color". Interesada en el trabajo de Bourgeois, Boltanski o Eija-Liisa Ahtila, la videoartista finlandesa que trabaja con los límites del yo en momentos de fragilidad emocional, no tiene dudas a la hora de mostrar el suyo: "No sería capaz de hacerlo de otra manera".

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